Durante los diez años más decisivos de la transición (1975-1985) tuvieron su apogeo en España dos tertulias políticas dirigidas por mujeres: las lentejas de Mona Jiménez y los almuerzos de Mayte Commodore. Allí, al calor de la mesa, bajo los efluvios de un buen vino y con un invitado como protagonista, se hablaba de lo divino y de lo humano, se conspiraba, se elucubraba, se planteaban escenarios, alternativas y se hablaba «off the record» de lo que no salía en la prensa. Nacían en ellas los «chascarrillos», chismes o rumores que semanas o meses después se convertían en portada –»la antesala de la noticia» los llamaba el cronista deportivo José María García–, al socaire de un clima informal y oficioso donde lo mismo alternaban ministros que miembros de partidos extraparlamentarios, buscavidas, náufragos y futuras estrellas o cargos públicos. Y el cóctel explosivo de estos «cenáculos» lo formaban políticos y periodistas.


Mona Jiménez en sus «lentejas»

Treinta años después se llaman «influencers», tuiteros o blogueros y desde las redes sociales producen o amplifican las noticias de los medios de comunicación digitales. Y han renacido de nuevo las tertulias políticas: «No hacemos chascarrillos, solo somos la comidilla», dice con humor la anfitriona Carmina Madrigal, ex lideresa de UPyD retirada de la política y hoy intencionada tuitera con 1.700 seguidores a cuestas. Le acompaña Marilú Fernández Alonso (1.300 seguidores), también ex concejala magenta y entre ambas continuan esa tradición que empezaron Mona Jiménez y Mayte Commodore en la madrileña Plaza de la República Argentina. «Uno de los cenáculos más populares de la vida política española fue en aquellos años de la transición democrática la casa de Mona Jiménez, que con sus magníficas lentejas encandiló a toda la clase política. Ser invitado por Mona a sus populares lentejas era todo un avance social», recuerda el periódico Mediterráneo.

«Los cocidos de Carmina» se inauguraron el 8 de febrero de 2018 con Zacarías Martínez-Maíllo al día siguiente de su cese como portavoz municipal socialista. «Gran cocido de Carmina Madrigal y en excelente compañía», comentó en las redes Marilú Fernández aludiendo a otro comensal: el ex concejal del PP, Javier Caballero. Nada transcendió del encuentro de 3 horas de duración ya que Zacarías lo resumió con solo 2 palabras: «Cocido Olímpico». Los ecos, sin embargo, llegaron al concejal de Hacienda, Angel Alonso (PP), que comentó a propósito del debate presupuestario: «el gasto en 2017 fue mayor que en 2016. Si me invitáis a uno de esos cocidos ricos que hacéis os explico». Y la anfitriona Carmina Madrigal recogió el guante: «Cuando quiera usted, Señor Alonso».

El bloguero «Don Jardincillos» promete este postre si lo invitan

El segundo cocido fue el pasado 28 de febrero y el invitado fue el ex secretario general del PSOE, Javier Vales, con el director de MJD Magazin, Federico Utrera, como «segundo vuelco». Marilú Fernández Alonso‏ lo resumió así: «¡Otro cocido memorable y una tertulia magnifica!: Cocidos Carmina«. Y Javier Vales agradeció las 4 horas de tertulia con estas palabras: «en casa de Carmina nada como los cocidos para combatir el frío, el de dentro y el de fuera. ¡Gracias Carmina Madrigal, Marilú y Fede!». La reacción esta vez era del anónimo tuitero «Don Jardincillos», que también solicitaba plato y mantel para el próximo encuentro: «Prometo llevar postre en el próximo Cocido Carmina«, escribió. ¿Y que se habló allí ante el agitado panorama político con 2 cambios de portavoces municipales (Cs y PSOE), dos nuevos secretarios generales (PP y PSOE), ediles que anuncian su retirada (Cs), partidos que se unen (IU: Unidos Podemos) y lo que queda aún por saber?

Y Federico Utrera hace su resumen de lo allí hablado: «el caldo, sublime, los 2 vuelcos del cocido, excelentes, tanto el de verdura como el de carne espectaculares. Debo presumir de que a Javier Vales se le soltó la lengua con el vino que yo traje: «Séptimo Sentido», un tempranillo de Castilla la Mancha en honor a Carmina, que posee tierras cultivables en la región. Ella me correspondió con un clásico y en la segunda botella descorchó un caldo de la Rioja Alta: «Federico Paternina», el vino preferido de Ernest Hemingway cuando visitó esas bodegas famosas en España durante el mes de septiembre de 1956. En aquella ocasión, el autor de “El viejo y el mar” cató los vinos envejecidos en los calados del siglo XVI de la bodega junto al torero Antonio Ordóñez. Hemingway visitaba entonces España por primera vez desde que fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1954 para seguir la temporada taurina de Ordóñez. Como veis, todo muy sutil e inteligente, como en las buenas tertulias».

Antecedentes: «El Mayte Commodore llegó a la cima de la escala social de los 60 y 70 gracias a la tenacidad de su dueña, Teresa del Carmen Aguado, una mujer humilde que dejó su Santander natal con apenas 19 años para ser camarera en una cafetería de la Gran Vía. Menuda, guapa y con un excepcional don de gentes, sus recetas tradicionales cobraron buena fama entre los gerifaltes franquistas convirtiendo su restaurante en una de las primeras mesas de poder en España. Con la llegada de los socialistas su buena estrella comenzaría a declinar, aunque sus mesas vestidas de encaje seguirían siendo frecuentadas por artistas, políticos e intelectuales», cuenta el periodista José Luis Romo sobre este cónclave.


Mona Jiménez (izquierda)

Y Ángel Antonio Herrera escribió que «Mona Jiménez fue una peruana expansiva, locuaz y hospitalariamente gordita, que echaba de comer un plato de lentejas a la gente de la Transición, citando siempre en su casa, ahí en la calle de Capitán Haya, en el Madrid de los rascacielos. Ponía el apartamento, y ponía las lentejas. No era afán de aliviar las mayores o menores hambres de los ilustres del momento, aquel menú fijo de lentejas, sino excusa, casi exótica, para ir prosperando en un ágora de charla de tuteo, con mucha baraja de gentes, desde Calviño, el de la tele, a Santiago Carrillo, el que usó peluca. Aquello duró cuatro años, o cinco, hasta el 83, cuando Mona echó el cierre domiciliar al invento».

Majadahonda Magazin