MIGUEL SANCHIZ. (9 de octubre de 2024). A propósito de los 68.000 € que ha costado el espectáculo de Drones en las Fiestas de Majadahonda 2024. En tiempos de crisis económica o escasez financiera, una de las grandes disyuntivas personales y familiares es si es adecuado gastar dinero en placeres o satisfacciones que, aunque no sean esenciales, brindan bienestar emocional. La pregunta no solo toca aspectos económicos, sino también psicológicos, éticos y sociales. Entonces, ¿es lícito destinar recursos limitados a darse un gusto cuando el dinero escasea?. Desde una perspectiva estrictamente financiera, la respuesta parece sencilla: cuando los recursos son limitados, lo más prudente es priorizar necesidades básicas como vivienda, alimentación, salud y educación. Gastar en lujos o placeres podría considerarse irresponsable, ya que pone en riesgo la estabilidad a largo plazo. Sin embargo, esta visión económica pura no toma en cuenta los factores emocionales y psicológicos que también son parte de la vida humana.
EL BIENESTAR EMOCIONAL ES TAN IMPORTANTE COMO LA ESTABILIDAD FINANCIERA. Pequeñas satisfacciones, como salir a tomar un café, comprar un libro o disfrutar de una actividad recreativa, pueden actuar como válvulas de escape en situaciones de estrés o agobio. Si bien son gastos que no cubren necesidades físicas inmediatas, contribuyen a la salud mental, que es esencial para enfrentar momentos difíciles. En este sentido, puede justificarse gastar una pequeña parte de los ingresos en gratificaciones que generen un equilibrio emocional. No obstante, es importante subrayar que la moderación y la planificación son claves. No se trata de justificar el derroche bajo el pretexto del bienestar emocional, sino de encontrar un balance adecuado. Las personas que manejan bien sus finanzas suelen encontrar espacio para estos gastos sin comprometer su seguridad financiera. Planificar pequeños placeres dentro de un presupuesto ajustado es posible, y hacerlo de manera consciente evita culpas posteriores o consecuencias más graves.
POR OTRO LADO, DESDE UNA PERSPECTIVA ÉTICA, LA CUESTIÓN TAMBIÉN PUEDE ABORDARSE CONSIDERANDO EL IMPACTO SOCIAL DEL GASTO. En épocas de crisis, el consumo responsable no solo afecta a la persona que gasta, sino a su entorno. Priorizar el gasto en productos locales o apoyar a pequeños negocios, por ejemplo, puede ser una forma de satisfacer una necesidad personal y, al mismo tiempo, contribuir a la economía local. En resumen, gastar dinero en satisfacciones cuando escasea no es intrínsecamente incorrecto. Lo importante es hacerlo de manera consciente, equilibrada y responsable, entendiendo tanto las necesidades emocionales como las limitaciones financieras. Encontrar ese equilibrio puede ser el camino hacia un bienestar integral en tiempos de incertidumbre.
Excelente y equilibrado juicio como siempre sabes hacerlo querido Miguel en todas tus exposiciones.
Un artículo cuyo interés es criticar. Si el autor releyerá lo que ha escrito se daría cuenta que con los mismos argumentos podría apoyar lo contrario de sus opiniones.