©Tomás Serrano

CARMEN RIGALT. Ha vuelto Umbral. Hace tiempo que no sabíamos nada de él (trece años, para ser exacto) y lo echábamos en falta. Un día lo comenté con España y ella me devolvió una mirada triste. “Pensaba que solo me daba cuenta yo”, dijo con voz entrecortada. “Para volver, antes hay que hacer un duelo”, comenté haciendo un esfuerzo para creerme lo que decía. Ahora me doy cuenta de que tenía razón. Trece años de silencio son un duelo como de aquí a Lima. Este miércoles 16 de diciembre (2020) asistí con María España a un pase [en cines Zoco Majadahonda] del documental Anatomía de un dandy, que ya debe de sabérselo de memoria, porque lo ha visto media docena de veces y está feliz de cómo ha salido. Estuvieron presentes los directores Charlie Arnáiz y Alberto Ortega, que también se lo saben pues por algo lo han hecho. En el documental hablan los nombres importantes de la literatura y el periodismo, y no todos dicen maravillas de Paco porque la envidia es muy cochina… Alguien con criterio y finura de poeta me ha dicho que el mejor parlamento, el más auténtico y sentido, es el de Ángel Antonio Herrera. Le salió redondo.


Carmen Rigalt

Carmen Rigalt vive en Las Rozas y Umbral lo hacía en Majadahonda: prologó su libro “Yo fui chica de alterne” (1976)

Tengo muchos recuerdos de Umbral. Unos en las entretelas y otros perdidos en los cajones para que no se encuentren. Conocí a Paco y España en los primeros setenta. Según mi memoria, pudo ser en el estreno de Yerma, de Núria Espert y Víctor García. Los vi entre el público, con gente que luego hemos frecuentado ambos. En el transcurso de los años tuvimos por lo menos un par de pandillas: la de Pilar Trenas y Amaro Gómez Pablos, Gonzalo de Borbón Dampierre, Julio de Benito, Otero Besteiro (increíblemente, todos muertos).


Carmen Rigalt

El ilustrador Tomás Serrano ve así a Umbral

Creo que una de nuestras primeras salidas fue a un complejo hotelero de los Ángeles de San Rafael que se había derrumbado unos años atrás por defectos de construcción que hicieron famoso a Jesús Gil. Aquel día estuvimos todo el rato dándole al baile de la escoba. Paco disfrutaba como un enano. Parecíamos gente de pueblo. Lo parecíamos y lo éramos. Hasta el final, Paco vivió en Majadahonda, siempre rodeado de futbolistas (Gordillo, Michel). El último día que estuve con Paco, fue un domingo por la tarde. Pitaba mi lavavajillas y pitaba el sonotone de Paco. Un maravilloso disparate. Lea el artículo completo de Carmen Rigalt publicado en «El Español»

 

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