Automóvil requisado en Madrid (1936-38)

CRESCENCIO BUSTILLO (1907-1993). Otra de las causas por las que casi siempre tenía que estar metido en el «Comité (Revolucionario)» se debía a que ningún compañero de plena confianza sabía escribir a máquina. Y cosas que había que redactar y escribir, comunicados, permisos, etc., los tenía que hacer yo, aunque torpemente salía del paso. Digo esto porque eran unos momentos que no se podía uno fiar de nadie. Y de haber tenido un testigo de esa naturaleza, se habrían enterado de todas las reuniones secretas y de cuanto se hubiera hablado en ellas. Muchas veces me he preguntado ya después que quizás si hubieran guardado estas precauciones, los que me sucedieron no habrían corrido con tan triste suerte como les tocó, pues no se les habrían acumulado tantas y tan graves acusaciones como les hicieron si no hubieran tenido testigos de vista y oído que iban anotando todo, como si fuera un diario.


Crescencio Bustillo

Como se pusieron de moda las requisas, por nuestra parte lo hicimos con los automóviles, no solo los que había en el pueblo, sino los que había en la zona de El Plantío que, por ser barriada de Majadahonda, nos pertenecían todos estos coches. Eran de gente de derechas y de no hacerlo nosotros lo habrían hecho otros sin pertenecerles. De estos coches algunos los pusimos al servicio del Comité y los sobrantes los pusimos a disposición de las Fuerzas Armadas, representadas entonces por las Milicias. También fueron incautados los coches de Línea que hacían el servicio Majadahonda-Madrid y viceversa, si bien en lugar de explotarles aquella Empresa lo hacía el Comité, cobrando las tarifas a los usuarios y cuyos ingresos y gastos los administraba yo directamente.


Coche de Madrid (1936) captado en el momento de un incidente político

Por orden del Gobierno, todos los trabajadores que estuvieran inscritos en las plantillas de las empresas, que por fuerza mayor tenían que estar con las armas para defender el régimen en lugar de sus puestos de trabajo, habían de percibir íntegros sus salarios los fines de semana. Por este motivo, la mañana del sábado, uno de los coches al servicio del Comité se desplazaba a las distintos tajos para cobrar estos jornales. La mayor parte de los comercios del pueblo, que eran propiedad de los facciosos, seguían vendiendo sus géneros bajo el control del Comité. Todos estos ingresos, y algunos más, por circunstancias extraordinarias hacían que se juntara bastante dinero en tesorería, dinero que yo no dejaba que lo administrara nadie, por temor a que después no me salieran las cuentas claras. Con este dinero se pagaba a los Milicianos a razón de 10 pesetas diarias, así como a todos los que prestaban servicio en el Comité, incluyéndonos los componentes del mismo.

Coches y camiones requisados en 1936

Después de efectuar todos estos pagos, siempre quedaba remanente o superávit en reserva para hacer frente a las contingencias que se pudieran presentar en las próximas y futuras fechas. A medida que económicamente se enriquecía el Comité, que había salvado los primeros obstáculos imponiendo la ley y el orden y haciendo que marchara todo sobre ruedas, también fueron aumentado las presiones para que el Comité se ampliara, dando cabida a todas las tendencias u organismos que componían el Frente Popular. Por lo que a mí respecta, me parecía lógico, pero al mismo tiempo quería dejar el cargo definitivamente porque consideraba que, en adelante, mis servicios a la causa serían más fructíferos en otros sitios o campos de lucha. También quería salir «limpio», con las manos en los bolsillos, como había entrado, cosa que me parecía difícil de continuar en el cargo al ampliarse el Comité. No porque me fuera a “pringar” en nada, sino porque observaba con que ambición miraban algunos el dinero, pensando que si este dinero pasaba parte por sus manos, sería muy difícil que no se les pegara algo en ellas. Próximo capítulo: «Mi paso a las Fuerzas de Seguridad y mi experiencia en el Comité Revolucionario».

Majadahonda Magazin