Mayte Spínola, residente en El Plantío

JULIA SÁEZ-ANGULO. En este capítulo, la emprendedora y empresaria Mayte Spínola (Madrid, 1943), residente entre El Plantío y Mallorca, describe su primera exposición de pintura en 1971: «En aquel año hice mi primera exposición de pintura en la galería SEN de Madrid, a los 7 años de casada, y percibí por primera vez mi propio dinero ganado por mí. Fue una sensación increíble, un dinero que no era de mi padre, ni de mi marido, sino ganado por mí y podía hacer lo que quisiera con él. Comencé a ayudar a pintores que entonces empezaban a través de la propia Eugenia Suñer, directora de la galería SEN, algunos eran artistas reconocidos como Sempere e Yturralde, estos dos artistas fueron mis primeras compras. Después compré obra de Abel Cuerda en la galería Macarrón y así empecé en cierta manera a ayudar a los artistas».


Julia Sáenz-Angulo

«Al mismo tiempo, trabajé indirectamente con los Barreiros en pleno esplendor de su firma, ellos habían comprado unos terrenos por inversión en Mallorca, a los que se les denominó «Sol de Mallorca«. Allí nos hicimos las primeras cuatro casas los hermanos Barreiros: Valeriano, Celso, Mary, Graciliano y yo. Ya entonces ellos habían vendido la empresa Barreiros Diesel a la americana Chrysler, y tenían que poner en marcha varias empresas, que llegaron a una totalidad de 70. La primera casa que construimos Graciliano y yo fue Cala Beladona, la hicimos con gran ilusión, pero mi marido no tenía tiempo alguno para ocuparse de su seguimiento, por lo que yo me ocupé de la construcción con unos obreros mallorquines, un arquitecto alemán y algunos operarios de la península. Lo disfruté mucho y logré una casa realmente preciosa, con patio a la andaluza y a la mallorquina, más influenciada quizás por la andaluza, que yo había conocido más».

«La situación era privilegiada, diez mil metros de parcela en primera línea y mil metros de construcción en la vivienda. Ésta casa fue mi primer negocio. Graciliano y yo estábamos casados en régimen de gananciales, como todo el mundo se casaba en aquella época, pero mi instinto me decía que yo no tenía nada que ver con el patrimonio de los Barreiros y cuando vino un alemán llamado Man, dueño de una cadena de supermercados, la más importante de su país en aquel momento, un hombre que tenía su avión particular y su barco, se enamoró de nuestra casa, que no estaba a la venta y se empeñó en comprarla por la situación costera. Cuando el director comercial de la oficina que los Barreiros tenían en «Sol de Mallorca» me llamó para decirme la oferta que tenía encima de la mesa por nuestra casa, me pareció que era imposible rechazarla y, aunque no lo necesitábamos, me fui a hablar con mi marido para razonarle por qué no lo la vendíamos. Y me atreví a asegurarle que, con la mitad de ese dinero, haríamos una nueva casa en Madrid, donde ya se habían comprado los terrenos en La Escorzonera y, con la otra mitad, construíamos otra casa maravillosa en «Sol de Mallorca«.

«Le convencieron mis argumentos, creyó en mí y así se hizo. Vendimos la casa de «Sol de Mallorca». También le sugerí a mi marido que era el momento de hacer separación de bienes y la casa de Madrid figuraría a su nombre y la de Mallorca al mío. La casa de Madrid pertenecía por derecho propio a mi marido, adquirida durante el imperio industrial que habían creado los hermanos Barreiros, y lo de Graciliano sería enteramente para sus hijas. Yo, en un futuro, ya heredaría de mis padres. Hice construir en «Sol de Mallorca» otra casa con Pepe Alcover como arquitecto y me pidieron permiso para publicarla en un libro como una de las mejores casas del Mediterráneo. Como decoradora me ayudó Rosa Bernal, que me vuelve a ayudar en 2019 en el Hotel Boutique Casa del Agua, en Marmolejo«. Próximo capítulo: «La suspensión de pagos, Robert Graves, Fernando Higueras, el emir de Kuwait y Joan Miró».

Majadahonda Magazin