«La naturaleza continúa adueñándose del solar semiconstruido desde hace una década, en el Bulevar Cervantes. Me sigue preocupando la maleza y la arboleda que, ya se dijo, naturaliza ese edificio al que la incuria administrativa ha condenado a la mayor de las desatenciones. Yo ya no sé quién tiene la culpa. Me imagino que no es asunto municipal propiamente dicho, sino cuestión de más altura, leguleyos que van y viene y por ahí seguido».

VICENTE ARAGUAS. (24 de junio de 2025). Naturaleza Majariega. Vuelvo de mi tertulia habitual en la rebotica de la Farmacia Estevan, Las Norias, 9, y me encuentro con que la naturaleza continúa adueñándose del solar semiconstruido desde hace una década, en el Bulevar Cervantes. Desbordándolo mejor dicho. Y me resulta curioso que la presencia de un par de gatos en su interior, alimentados por San Francisco o Santa Clara redivivos, alborotasen a algún vecino, y no lo haga esta exuberancia natural, que trasciende ya al propio Bulevar, en cuyo centro se alza un bar con aspecto de vagón de tren precintado por la autoridad municipal, “por supuesto” (como dijo uno de aquellos bárbaros de un febrero tan lejano, tan lejos ya). Hablo, metafóricamente, de la rebotica de la Farmacia Estevan, regida por la Licenciada María Jesús Estevan, al frente de un equipo de mujeres, licenciadas ellas también, que practican la medicina sicosomática. Y siempre tienen palabras de cariño y comprensión para los pacientes. Como yo mismo, veterano de bastantes guerras y alguna que otra reconciliación; lo más dulce. De manera que vengo de Las Norias y me detengo ante el panorama devastador que presenta esta especie de “Titanic”, náufrago en el paisaje de nuestra Majada. Donde se dejan ver estos “campos de soledad, mustio collado” por más que nunca fueran “Itálica famosa”, por negar por una vez, y sin que sirva de precedente, al gran Rodrigo Caro

Vicente Araguas

Cierto que en este Bulevar, bien que en cuestecilla a la Plaza Pizarro, nunca hubo un collado, sí un descampado donde un señor muy amable reponía lunas de vehículos perjudicadas, Una especie de “Carglass” que no se anunciaba en tele alguna sino a partir del viejo dicho: “el buen paño en el arca se vende”. Y entre el Bulevar y San Isidro, así el edificio comido por la naturaleza, está Talleres Ocaña, donde trabaja un  operario que, como yo, adiestraba cuerpo y alma, todo en el mismo macuto, en Muladhara. No sé adónde irá ahora, yo sigo -disciplinado- en “El Físico” (ahora se llama “Go Fit”) con el gran Javier como lazarillo piscinero. Bien que abierta ya la piscina de San Isidro/ Santa Ana, haya trasladado hacia ella mi zona balnearia. Pero me sigue preocupando la maleza y la arboleda que, ya se dijo, naturaliza ese edificio al que la incuria administrativa ha condenado a la mayor de las desatenciones. Yo ya no sé quién tiene la culpa. Me imagino que no es asunto municipal propiamente dicho, sino cuestión de más altura, leguleyos que van y viene y por ahí seguido.

«En el interín voy y vengo por el Bulevar Cervantes, uno de los lugares más agradables de nuestra Majadahonda, Un pueblo que se hizo ciudad de un modo bastante racional. Lo que me lleva a entonar este canto melancólico por lo que pudiendo ser del todo no termina de serlo, por incordios que como en el caso hablan de un  espacio semiconstruido o semiderruido, al cabo todo lo mismo»

Y aun así, y también por eso, me apena semejante desafuero estético, y consecuentemente ético, “nulla estetica sine ética” (no hay estética sin ética), por no hablar de la insalubridad que a la postre va a producir semejante desidia, Y aquí, sí, debería tomar medidas el municipio. Reduciendo la naturaleza a los limites debidos. En el interín voy y vengo por el Bulevar Cervantes, uno de los lugares más agradables de nuestra Majadahonda, Un pueblo que se hizo ciudad de un modo bastante racional. Lo que me lleva a entonar este canto melancólico por lo que pudiendo ser del todo no termina de serlo, por incordios que como en el caso hablan de un  espacio semiconstruido o semiderruido, al cabo todo lo mismo. Y mientras voy y vengo por esta Majada de mis pecados (pocos, pero satisfactorios) me detengo en “El Herbolario de Majadahonda”, San Joaquín, 13, otra de mis reboticas, para que Raquel me venda el colirio de hierba Eufrasia, que me recetó, Klára Goldstein, amor. Unas gotas estupendas para que la mirada pierda nebulosidad y se haga tan nítida como para disfrutar de mi pueblo/ ciudad en sentido lato. Sí.

Majadahonda Magazin