La abstención de Ciudadanos (C´s) ha permitido la reelección de Narciso de Foxá (PP) como alcalde de Majadahonda y, hasta los tradicionales 100 primeros días de gestión, solo cabe felicitarle por ello. Es una norma de “fair play” que va arraigando entre nuestros modernos hábitos democráticos. Los majariegos decidieron en las urnas que el Partido Popular perdiera la mayoría absoluta pero permaneciera como el más votado (11). Y que las formaciones más moderadas –C´s (6) y en menor medida Centristas (1)– condicionaran con 7 actas su acción de Gobierno, tanto como las fuerzas más críticas (PSOE (3), Somos (3) e IU (1), que alcanzaron también entre todas 7 concejales. Grosso modo, ese 11-7-7, con variantes internas, es lo que marcará la legislatura. Era lógico que con esa composición en las urnas, la balanza se inclinase hacia donde lo ha hecho.
Los partidarios del cambio reclaman para sí la alternativa, pero la extraordinaria novedad del escenario –Majadahonda llevaba siendo gobernada un cuarto de siglo con mayorías absolutas del PP– ha decantado una salida más prudente: Ciudadanos, que es la verdadera llave del consistorio, facilita la gobernanza y pasa a la oposición con una serie de condiciones públicas y transparentes. Desde ella buscará su espacio propio, recabará información y experiencia, ejercerá el control y formulará propuestas. Y el Partido Popular, que promete propósito de enmienda –a la fuerza ahorcan– se apoyará en esas nuevas convicciones tanto para administrar el presupuesto como para hacer política y dejar en evidencia a la oposición cuando se vea abocado a no poder hacerlo por su situación de minoría.
Las reglas de juego han cambiado sustancialmente y eso va a requerir sobre todo diálogo, transparencia, negociación y acuerdo. La oposición ha dado un primer paso marcando un hito en el municipalismo español haciendo públicos y transparentes sus debates. El resultado ha sido ejemplar y fija la nueva tendencia, pues no queda otra: si los que se ofrecen como recambio no ponen en práctica medidas para destruir la opacidad y reforzar el control ciudadano (gasto, contrataciones, concesiones, enchufismo, empleos políticos…), el catedrático Manuel Castells ya ha advertido que la volatilidad de sus sufragios es mucho mayor que la de los partidos “tradicionales”. El ejemplo de UPyD e IU es muy elocuente.








