FRANCISCO ORENGO GARCÍA. ¡Ya lo tengo! Ya no somos el Sr. o la Sra. Pérez o Fernández, no, ahora somos el Sr. o la Sra. Virus Covid. Sí, son cosas que pasan cuando la dirección de un problema global de salud es puesta exclusivamente en manos de médicos epidemiólogos o virólogos. Estos galenos tratan exclusivamente con virus o con los que los portan o podrían portar… no con el Sr. o la Sra. Pérez o Fernández, etc. He aquí la cuestión, a ojos de los sanitarios y, a continuación, de la prensa, de los políticos gestores, de las fuerza y cuerpos de seguridad y de un largo etc., no somos actualmente más que portadores potenciales de virus. Vas a un centro de salud de provincias y la puerta cerrada a cal y canto. Un cartel te dice que, si quieres algo que llames a un número, digas quien eres y qué quieres y el médico te devolverá la llamada. Esta gestión la haces después de que un enfermero de unos 30 años, mal encarado, y que no te da ni los buenos días, empiece por decirte con tono de ordeno y mando “¡la mascarilla más arriba, cubriendo toda la nariz!”.


Francisco Orengo

Le cuentas que vienes porque tienes pinchazos leves en un oído y le da exactamente igual: te trata como si fueras un apestado, el Sr. Virus Covid. Ni siquiera la puerta se abre del todo. No, es una rendija como la que, si tienes suerte, te abren en las sucursales bancarias, pongo por caso. Otro lugar donde el trato malo se ha generalizado… Dices lo que precisan cuando llamas al número ese que te han dicho que llames y se pone una centralita que dice que pasará la llamada al médico. Alguien, en el propio centro de salud, un empleado, te dice que es que el médico ha estado ayer de guardia y que los miércoles, por hoy, no está. Le cuentas la escena del enfermero mal encarado y se encoge de hombros. Parece que no te has dado aún cuenta que eres el Sr. Virus Covid por el simple hecho de ir a un Centro de Salud y decir que tienes pinchazos en los oídos, sin fiebre, sin dolor de cabeza, sin tos, sin…

Suena el teléfono. Ah, es el propio médico. Quiere saber qué te pasa pues te conoce. Ya te ha visto otra vez hace un año. Amablemente me dice que sí, que baje al consultorio, que puede verme los oídos con el otoscopio pues, sí, sí, está allí. No hay absolutamente nadie en el consultorio. Ni un paciente… ¿en que estarán “trabajando” estos profesionales de la salud?, me pregunto. ¿Cómo “invertirán” su tiempo laboral? Finalmente, el doctor conocido me coloca la “pistola” de tomar la temperatura en la sien, ve al parecer que estoy afebril (pues no me dice nada), me pasa al despacho rápidamente, me mira los oídos en tres minutos mientras le comento que tuve un vértigo horroroso en el mes de febrero, me manda un medicamento con antibióticos y corticoides y… adiós muy buenas. Agradezco debidamente la atención recibida, naturalmente… Así están las cosas en la medicina y en la enfermería actuales. Se acabó eso de ser un paciente normal y corriente que viene a hacer una discreta consulta. No: ¡soy el Sr. Virus Covid mientras no se demuestre lo contrario!

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