J. FEDERICO MTNEZ. El fútbol es cosa de orfebres como Zidane, Guardiola o Emery y de ferreteros como Simeone, Joachim Löw, o Jürgen Klopp y en esos campos de Dios caben tanto los unos como los otros. Se diría incluso que ninguno tiene la fórmula del gol ni la alquimia del ascenso o el campeonato. Holanda fue durante décadas la imagen de la plasticidad de los relojes blandos de Salvador Dalí y Alemania la seguridad y solvencia del relojero suizo Philippe Dufour. Las finales se las llevaban siempre los alemanes y la fama los holandeses. Aquella época del fútbol encumbró a un defensa alemán como rey del fútbol. La destrucción como sublimación. Se llamaba Franz Beckenbauer y hoy es presidente del Bayern de Múnich. La Holanda del 74 era la de Johan Cruyff, Neeskens, Rensenbrink y Ruud Krol y le llamaban «la naranja mecánica«. Dio a un jugador de leyenda pero nunca ganó nada. De los alemanes, en cambio, entró en la Historia la portería de Maier. Sabemos de memoria todos los capítulos del libro del entrenador Rinus Michels, que siempre perdía las finales, y ni recordamos al entrenador alemán que las ganaba todas. Se llamaba, por cierto, Helmut Schön. Quiere esto decir que el cerrojo de Calero en el Rayo Majadahonda, que decidió llamar al ferretero en el minuto 75 con 2-1 a su favor y cerrar el partido (la gran lacra de Iriondo en 2ª A), provocará muchos infartos y traerá muchos puntos. Y es que el peor adversario del dúo Calero-Carazo no es el Baleares, ni el Ibiza, ni el Ferrol sino Iriondo.
J. Federico Mtnez
El público los mira con el espejo budista de los años prodigiosos de los dos campeonatos (3ª y 2ªB), los dos play off y la Segunda A y claro, ante tremenda hazaña, el retrato sale siempre deformado. Calero practica un fútbol feo de balonazo largo con cerrojazo y tentetieso. Pero detrás de esa loa a la nueva antiestética, que tantas glorias ha dado al mundo del Arte desde que los impresionistas decidieran cargarse el canon de la belleza clásica de Grecia, han llegado todos los «ismos» de la modernidad, el mayor de los cuales ha sido el Madridismo. Cuatro Copas de Europa frente al Barsa de Messi y de un fútbol casi de Globetrotters evidencian porque Alemania ganaba las finales aunque Holanda pusiese el fútbol.
El cerrajero Calero tiene ante sí no el reto de encandilar a una afición que será difícil que pierda en décadas esa idea del fútbol que les implantó Iriondo y que, como el caviar, quien la prueba ya siempre la añora. El objetivo de Calero no es encandilar a nadie, entre tras cosas porque no sabe, no puede o no quiere, que es otro cantar, sino llevar a este equipo al play off de ascenso (subir ya es otra cosa y depende de los azares del fútbol, desde el minuto 1 al 97). Y el Rayo Majadahonda de Calero-Carazo este domingo en el Cerro del Espino fue un «panzer» que desarmó al no menos potente At. Baleares.
No pidamos florituras ni piruetas en el alambre porque el equipo nunca las va a dar, y aún así Llorente dejó un golazo de bella factura pero que no pasará a los anales del fútbol por su belleza sino por su colocación y potencia, previo pase no menos preciso. Y Rubén Mesa, que por fin ha encontrado el gol, marcó su penalti no por colocación ni preciosismo sino por fuerza, empuje y coraje. A mi me gusta este nuevo Rayo Majadahonda de los Arribas como me gustó el de Iriondo que subió al equipo al cielo pero que, una vez en los altares, se creyó la reencarnación del Dalai Lama, patrocinado por el Mesías que profesaba la religión del «yoismo» y creyó que Dios creó el mundo en seis días y al séptimo lo puso a él en la Tierra para inventar que el planeta es redondo. El balón, sin embargo, ya existía antes. Y este maravilloso deporte, siempre debatido entre Holanda y Alemania, Beckenbauer y Cruyff, Real Madrid y Barsa, Calero e Iriondo, sigue siendo, como este espléndido y caluroso domingo 8 de septiembre de 2019 en el Cerro del Espino, día de victoria (2-1 frente al At. Baleares): una delicia disfrutarlo.
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