DR. MICHAEL GREGER. (MD, FACLM). Durante 5000 años, el cannabis se ha utilizado en todo el mundo con fines medicinales, siendo incluso recetado por médicos estadounidenses hace ya mucho, un hecho que a menudo utilizan los defensores de la marihuana medicinal para justificar las aplicaciones médicas modernas. Pero el campo de la medicina premoderna estaba plagado de tonterías sobre tónicos y específicos, por no mencionar la sangría y otros remedios más que cuestionables y sin duda dañinos. Los escépticos critican el movimiento de la marihuana medicinal como el «movimiento de la marihuana de excusa medicinal», insinuando que los niños epilépticos y los enfermos terminales solo están siendo utilizados como apoyo para el caballo de Troya de la legalización del uso recreativo o para vender afirmaciones extravagantes sobre «curas milagrosas para el cáncer», lo cual es frustrante para investigadores de campo a quienes solo les interesa la ciencia.
Por ejemplo, ¿qué pasa con el uso terapéutico del cannabis para las enfermedades inflamatorias del intestino tales como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa? Las terapias convencionales funcionan principalmente al suprimir el sistema inmunológico para tratar de controlar la inflamación. Dadas las limitadas opciones de terapia y los efectos secundarios adversos conocidos de estos medicamentos, a menudo las personas que padecen estas enfermedades terminan teniendo que extirpar quirúrgicamente secciones inflamadas de sus intestinos, por lo que se puede ver por qué hay tanto interés en enfoques alternativos.
Aproximadamente 1 de cada 6 pacientes con EII que consumen marihuana dice que les ayuda con los síntomas, por lo que los investigadores decidieron ponerlo a prueba. A 13 pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal se les dio 150 gramos de marihuana para fumar cuando quisieran durante un período de 3 meses y se sintieron considerablemente mejor. Ahora bien, no había un grupo de control, por lo que no se sabe si habrían mejorado de todos modos o qué papel pudo haber tenido el efecto placebo. Es como algunos de esos estudios del cannabis utilizado para la epilepsia pediátrica: tasas de respuesta de más del 30% y la frecuencia de las convulsiones se redujo a la mitad en un tercio de los niños. Eso parece asombroso hasta que te das cuenta de que a veces puedes obtener el mismo tipo de respuesta asombrosa sin darles nada a los niños, dándoles un placebo de pastillas de azúcar. Por eso es fundamental realizar ensayos aleatorios, doble ciego y controlados con placebo, pero no había ninguno sobre el cannabis y la EII hasta 2013.
Eran 21 pacientes con enfermedad de Crohn a los que ningún remedio parecía servir de nada y los asignaron al azar para fumar 2 porros al día de marihuana real o una imitación de marihuana como placebo. El 90% de los sujetos en el grupo de cannabis mejoraron, en comparación con solo el 40% de los del grupo placebo. La gráfica con sus puntuaciones de síntomas denota que no hubo grandes cambios en el grupo de placebo durante el estudio de 2 meses, pero el grupo de cannabis redujo sus síntomas a la mitad. Hay que reconocer que el consumo de cannabis a largo plazo no está exento de riesgos, pero puede ser pan comido en comparación con los posibles efectos secundarios adversos e incluso potencialmente mortales de algunas de las terapias convencionales más potentes, por lo que el estudio fue anunciado como algo con grandes expectativas para los trastornos digestivos. Hay que mencionar también que el estudio fue financiado por una organización de defensa de la marihuana medicinal, de hecho el principal proveedor del país, por lo que se les puede haber inducido expectativas a los participantes sobre cuánto mejor les iba a hacer sentir lo que fumaban (en otras palabras, un montaje para producir el efecto placebo). Pero se supone que controlaron eso, ¿no?.
Los que fumaron la marihuana de verdad tuvieron mejores resultados que los asignados al azar para obtener la marihuana placebo. Pero esperen un momento. El objetivo de un placebo es que no se distinga de lo real, para que los sujetos del estudio no sepan en qué grupo están en realidad. ¿Cómo se hace eso con una droga psicoactiva? No se puede. Ese es el problema. Intentaron ocultar en qué grupo estaban las personas reclutando solo pacientes que nunca antes habían probado la marihuana con la esperanza de que no se dieran cuenta, pero, por supuesto, la mayoría de ellos sí se dieron cuenta. Así que el resultado es básicamente otro estudio sin cegamiento. Les hicieron un montón de preguntas subjetivas, «¿cómo te sientes?», Y aquellos que en su mayoría sabían que estaban tomando la droga dijeron que se sentían mejor.
No hubo cambios en los valores objetivos de laboratorio, como la PCR, que indica el nivel de inflamación y, por lo tanto, tal vez la marihuana solo enmascara los síntomas sin afectar realmente la inflamación intestinal. Otro indicador de que el cannabis puede no estar afectando el curso de la enfermedad en sí es la rapidez con la que volvieron los síntomas. Dos semanas después de que finalizara el estudio, el grupo de cannabis volvió de nuevo al punto de partida. Por lo tanto, no hay diferencia en los marcadores inflamatorios objetivos y, dado el rápido repunte, parece más plausible que el cannabis haya mejorado los síntomas de la enfermedad de Crohn, en lugar de regular la enfermedad en sí. Está bien, sí, pero ¡los síntomas son terribles! Una reducción del dolor es reducción del dolor. Desde el punto de vista de los pacientes, una marcada mejoría sintomática y la capacidad de reanudar la vida normal no es algo insignificante, persista o no la inflamación, a menos, por supuesto, que el cannabis haya empeorado la enfermedad a largo plazo.
Este estudio de encuesta publicado el año siguiente encontró que el cannabis proporcionó el mismo alivio sintomático inmediato, pero se asoció con un peor pronóstico de la enfermedad a la larga. Los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal dijeron que el cannabis mejoró el dolor, los calambres y la diarrea, pero el uso durante más de 6 meses en pacientes con la enfermedad de Crohn estaba asociado con la necesidad de tener que operarse, con 5 veces más de probabilidades de que así fuera. Ahora bien, hay dos posibles explicaciones para todo esto. Es muy posible que haya sido el aumento de la gravedad de la enfermedad lo que llevó al consumo de cannabis y no al revés. Pero la explicación alternativa es que el consumo de cannabis empeora el pronóstico, provocando aumentos en cirugías y hospitalizaciones.
Es por eso que son realmente necesarios los ensayos clínicos prospectivos en los que sigamos a los pacientes a lo largo del tiempo para determinar causa y efecto, pero hasta entonces tal vez deberíamos considerar el consumo de cannabis en la EII como potencialmente dañino. No solo por pecar de cautelosos, sino porque también hubo otro estudio en pacientes con hepatitis C que descubrió que el consumo diario de cannabis se asociaba con casi 7 veces más de probabilidades de empeorar la fibrosis hepática, que es como tejido cicatrizado. Así que si el cannabis realmente empeora la fibrosis, entonces eso podría explicar por qué los consumidores de cannabis con EII pueden tener más probabilidades de acabar en la mesa de operaciones.
NOTA DEL DOCTOR. “Cada año, busco en la literatura académica mundial sobre nutrición clínica, reuniendo lo que considero la ciencia más interesante, práctica y revolucionaria sobre cómo alimentarnos mejor a nosotros mismos y a nuestras familias. Empiezo con los miles de artículos publicados anualmente sobre nutrición humana y, gracias a un excelente equipo de voluntarios (¡y personal!), puedo reducirlos a unos 3.000 estudios que se descargan, categorizan, leen y analizan y se convierten en unos cientos de videos cortos. Esto me permite publicar nuevos videos y artículos todos los días, durante todo el año, en NutritionFacts.org. Esto ciertamente hace que el sitio sea único. No existe ninguna otra fuente basada en la ciencia para obtener actualizaciones diarias gratuitas sobre los últimos descubrimientos en nutrición”. *El Dr. Greger es un médico de renombre mundial por ser el autor de un éxito de ventas del The New York Times y conferencista sobre nutrición, seguridad alimentaria y temas de salud pública. Como miembro fundador y socio del American College of Lifestyle Medicine (Colegio estadounidense de Medicina del estilo de vida), el Dr. Greger posee licencia como médico general especializado en nutrición clínica, graduado de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Cornell y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts.