
«En Mae Sot (Tailandia) me reencontré con ex colegas refugiados, extorsionados por la policía. Allí visité proyectos de la ONG Colabora Birmania y comunidades sin ayuda. Con Scott Leckie escribí «Antes de que muriera la democracia», sobre el acaparamiento de tierras. En mis fotos recientes de Mae Sot y Yangon comprendí que lo que había cambiado tras el golpe no era el rostro de la vendedora de té o del rickshaw adormilado sino mi propia mirada».
JOSÉ MARÍA ARRAIZA. Instagram: @chemaarraiza. La exposición «Myanmar: la mirada tras el golpe» se exhibe en la Casa de Cultura de Majadahonda (Madrid, España) hasta el 10 de septiembre de 2025). Hace diez años viajé a un pequeño paraíso que hoy vive una pesadilla. En mayo de 2015 llegué a Dawei, en la Región de Tanintharyi, en Myanmar, como trabajador humanitario del Consejo de Refugiados Noruego (NRC). Mi misión era ayudar a comunidades remotas a registrarse y obtener documentos de identidad. Con documentación podrían votar en unas elecciones que auguraban la victoria de la Liga Nacional por la Democracia (NLD) de Aung San Suu Kyi, hija del héroe nacional General Aung San. El pequeño Dawei, en Tanintharyi, me cautivó: la calle Mingalar con su pagoda, las oraciones budistas nocturnas, el pan “nan”, los festivales de luna llena del budismo y los de otras religiones. Todo parecía anunciar un futuro mejor. Visité aldeas de la minoría Karen donde aún se percibía recelo: miles de refugiados seguían en Tailandia. Sin embargo, las historias de guerra parecían memoria histórica. No lo eran: el conflicto estaba a punto de escalar.

«¿Pero a quién pertenece una mirada? ¿Al que observa?, ¿al observado? Quizás exista una tercera mirada: la del público y su misteriosa conexión».
VIOLENCIA CONTRA LAS MINORÍAS. Junto a funcionarios de inmigración locales vi de cerca la discriminación que imponía la Ley de Nacionalidad de 1982, que dejó apátridas a los Rohingya. En vano discutí con los oficiales: era y es un sistema de violencia administrativa nativista y cruel. Tras recorrer aldeas con oficinas móviles, me refugiaba en las playas de Maungmagan y sus aldeas de pescadores. En uno de los múltiples viajes que hice, en la zona de Palauk, un antiguo militar, ahora administrador municipal, nos invitó a visitar una aldea Karen, donde iba a inaugurar un nuevo “puente de la paz” construido por el Ayuntamiento (aún bajo dominio militar). Mientras subíamos en un pequeño barco río arriba, este hombre obeso y con gafas de sol estilo Rambo vociferaba: “¿Democracia? ¡Me río de la democracia!”. Entendí al personaje como una reminiscencia del pasado. Me equivocaba: era premonitorio. Palauk ha sido bombardeada desde el mar repetidamente durante los últimos años.
EL FIN DE LA TRANSICIÓN. Las desgracias llegaron: en 2017, el éxodo Rohingya; luego el Covid-19. Y en 2021, el golpe del General Min Aung Hlaing: Suu Kyi encarcelada, casi 7.000 civiles asesinados y 3,5 millones de desplazados. Myanmar cayó en un infierno. Durante el Covid trabajé a distancia para una agencia de la ONU. Mis mañanas eran conversaciones sobre bombardeos y persecución política, seguidas de la normalidad de la vida cotidiana en la Gran Vía de Majadahonda. En 2023 logré volver a Yangon, único lugar abierto a extranjeros. Dawei era ya zona de conflicto donde los militares disparaban incluso a niños, como ocurre hoy en Gaza.

La exposición «Myanmar: la mirada tras el golpe» en la Casa de Cultura de Majadahonda (Madrid, España) hasta el 10 de septiembre
¿A QUIÉN PERTENECE UNA MIRADA? En Mae Sot (Tailandia) me reencontré con ex colegas refugiados, extorsionados por la policía. Allí visité proyectos de la ONG Colabora Birmania y comunidades sin ayuda. Con Scott Leckie escribí «Antes de que muriera la democracia», sobre el acaparamiento de tierras. En mis fotos recientes de Mae Sot y Yangon comprendí que lo que había cambiado tras el golpe no era el rostro de la vendedora de té o del rickshaw adormilado, sino mi propia mirada. ¿Pero a quién pertenece una mirada? ¿Al que observa?, ¿al observado? Quizás exista una tercera mirada: la del público y su misteriosa conexión. Es vuestra mirada: una mirada tras el golpe.
Excelente artículo!!
Otro espanto más
Enhorabuena, Chema.
Una exposición impresionante que cuenta una historia terrible.
Tuve la suerte de asistir a la inauguración y escuchar tu puesta en contexto y lo cierto es que salí conmovido.
La exposición refuerza la percepción de lo privilegiados que somos y, a la vez, es una ventana preciosa a otros mundos.
Espero que te animes a hacer otras; estoy seguro de que material no te falta.
Magnífica exposición!
No solo la calidad de las fotografías, de gran belleza, sino la ventana a una realidad tan terrible como la que se está viviendo en Birmania.
Gracias por el artículo; y aún más al fotógrafo Chema!
Enhorabuena por la exposicion y las fotos ,estuve el viernes y me encanto y es bueno que se sepa la vida tan triste de tantas personas y aqui la gente se queja por todo
Queridos amigos, Mil gracias por publicar mi texto y fotos. Ha quedado muy completo. Una cosa: por favor quitar el entrecomillado de «golpe» y sustituirlo por el termino golpe de estado. Entiendo el sentido múltiple de la palabra, pero en el titular puede dar la impresión de que se cuestiona el golpe de estado del 1 de febrero de 2021, una acción extremadamente violenta por parte del ejército birmano que ha llevado a una guerra generalizada al país. Gracias de antemano. Abrazos, Chema.
Desde la Fundación Colabora Birmana, te damos las gracias por dar visibilidad a la terrible situación que vive la población de este país. Has expresado y trasmitido muy bien la crueldad del régimen militar. Y gracias por venir a visitarnos en Mae Sot, al otro lado de la frontera en Tailandia, donde nos esforzamos cada día por darles un futuro mas esperanzador a los cientos de niños que acogemos en las escuelas y orfanatos que allí apoyamos. Gracias de corazón.