«Me siento cosmopolita y un “nowhere man”, como se definiera John Lennon para que lo cantasen The Beatles. Y siendo de todos los sitios, y escritor en gallego y español, debo decir que me siento muy melancólico, si no indignado, con la ofensa hecha pública en periódicos y redes.»

VICENTE ARAGUAS. (14 de agosto de 2024). ¿De qué fodechinchos me hablan? Mi sobresalto de hoy, raro el día, y qué bien, que no aparezca uno (¡eso es vivir!), es una friqui de Mera-Oleiros (Coruña) que cierra su local, “Puerto Martina Bar” en estos días del puente de mediados de agosto porque está harta de los “fodechinchos”, literalmente “jodejureles”. ¿Procedencia de los susodichos?. La dama no deja resquicio a la duda: “si cae una bomba en Mera quedan sin tontos en la Meseta”. Siendo los “fodechinchos”, literal: “clientes a menudo problemáticos, tacaños, tramposos y altivos”. Hace algún tiempo que rechina en mis oídos el adjetivo “fodechincho”, hiriente por más que se camufle en lo chistoso. Muchas veces en boca de gente que se indignaban con el gallego mentecato de las caricaturas de Xan das Bolas, O Xestal o Beatriz Carvajal. Ya no digo los gallegos de las comedias del Siglo de Oro, Padre Coloma o Eça de Queiroz; sería pedirle mucho a los susodichos que además de majaderos fuesen lectores. Soy gallego de cuna y vocación, por más que majariego de adopción, y reparta ahora mis días entre Galicia, la Majada y la República Checa. Me siento, pues, cosmopolita y un “nowhere man”, como se definiera John Lennon para que lo cantasen The Beatles. Y siendo de todos los sitios, y escritor en gallego y español, debo decir que me siento muy melancólico, si no indignado, con la ofensa hecha pública en periódicos y redes.


Vicente Araguas

Hay quien me dice que no es para tanto. Depende. Padre de madrileña, feliz propietaria de vivienda en Esmelle (Ferrol) y abuelo de dos torrejoneras (de Ardoz). Peregrino año tras años a Compostela con numerosos adolescentes mesetarios, quiero expresarme de esta manera. Sin pretender representar a nadie sino a mí mismo. Un ciudadano harto de xenofobías, aldeanadas y tribalismos ridículos. Y claro que creo en la tribu como esencia; lo universal pide claridad en los orígenes. Pero aquí estamos hablando de otra cosa. Yo alabo el buen gusto de los madrileños que se desplazan a Galicia. Atraídos por un clima benigno en verano, por una gastronomía apropiada, incluso la más humilde, ¡y cómo le gusta la zorza a mi amigo y coperegrino a Santiago, Aaron Zimmermann!, por la hospitalidad de mis paisanos.


«La menda esta de Puerto Martina Bar, de Mera-Oleiros (Coruña), estaba ciertamente inspirada, yo diría que gravemente perjudicada, a la hora de enviar a las redes semejante alegato»

Cierto, los que ríen la gracia estúpida del vocablo “fodechinchos”, no poseen esa gentileza, tampoco la cultura, me temo, de quienes abren la puerta ante la venida de mesetarios (o no). Particularmente, y aun siendo una pieza minúscula en el rompecabezas galaico, deseo transmitir al personal majariego, al cabo receptor de este medio, que todo está en orden, que la sandez es de todas partes (y de ninguna). Que la menda esta de Puerto Martina Bar, de Mera-Oleiros (Coruña), estaba ciertamente inspirada, yo diría que gravemente perjudicada, a la hora de enviar a las redes semejante alegato. Salvo que sea un “fake”, parece que no, nadie ha dicho eso tal una vez que el “comunicado” ha tenido difusión en numerosos medios, o un mensaje provocativo destinado a que sea cierta aquella “boutade” del gallego Camilo José Cela: “que hablen de uno aunque sea bien”. Sí, un oxímoron de aquellos que tanto le gustaban a mi padrones favorito (Rosalía era santiaguesa de nacimiento). Y pues todo en su sitio le pido a mis amigos madrileños que ni caso, que en Galicia seguirán encontrando todo aquello que el tiempo ha convertido en lugar tan común como favorable. Y pues escribo en gallego, y dirijo una revista poética gallega monolingüe, “Olga”, en Madrid, aclaro que jamás nadie se ha extrañado de que me maneje, con quien debo y quiero, en lengua diferente al castellano. Que son gallegos, curiosamente, quienes rechazan, por lo menos su empleo, la lengua que nos es propia en rótulos de dependencias oficiales. No madrileños. Porque Madrid, vaya por Dios, cómo cuesta tener que explicar lo obvio, es de todos. Y Galicia. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).

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