La Policía Local de Alcalá de Henares localizó el cuerpo sin vida de Pablo Escribano Tiaoli, el médico madrileño de 29 años que llevaba desaparecido desde el pasado 1 de mayo, gracias al sistema de geolocalización de su móvil. Según explicaron desde la guardia civil, los responsables de las pesquisas —que recibieron la denuncia el miércoles— pidieron al juez de Majadahonda que coordinaba la instrucción que ordenase determinar el lugar en que se encontraba el móvil, aunque hasta la noche del viernes no había habido respuesta judicial. Su cadáver fue encontrado este sábado en una vivienda de la localidad madrileña junto al de otro hombre, con el que al parecer mantenía una relación sentimental. Estaban en habitaciones distintas y la Policía ha encontrado sustancias estupefacientes dentro del domicilio. Ahora, la autopsia determinará la fecha y la causa de la muerte mientras se ha abierto una investigación para esclarecer las circunstancias de estos fallecimientos. Las primeras hipótesis policiales apuntan a que los hombres pudieron fallecer por sobredosis de alguna sustancia estupefaciente o incluso de algún tipo de fármaco que se utiliza de forma lúdica al que pudiera tener acceso por su profesión médica. Que la muerte de ambos se hubiera producido tras una noche de excesos lo habría apuntado un testigo que habría estado de fiesta con ellos en ese piso la noche previa a la muerte de ambos, según fuentes policiales. Para este sábado la familia había convocado una concentración en la madrileña calle Camilo José Cela número 35 a las 12:00 de la mañana, frente al domicilio del joven, para así poder dar más difusión a la búsqueda, que llevaba iniciada desde el pasado miércoles.


Según ABC, sus padres denunciaron los hechos en el cuartel de la Guardia Civil de Las Rozas, ya que es la localidad donde viven ellos. El fallecido llegó de viaje la noche del día 1 a las 21 horas y se marchó de madrugada en su coche con dirección desconocida desde el piso compartido en el que residía situado en el barrio de Salamanca. Se cree que podría haber quedado con alguien. Estaba repartiendo currículum ya que terminaba el MIR en el hospital alcalaíno. Su madre explicó que su hijo debió coger el coche, un Peugeot 2008 blanco, porque el vehículo no estaba en el garaje, pero aseguró a El Confidencial que no sabía dónde había podido ir. Aseguró también que no tenía ninguna amistad peligrosa ni más planes estos días que el de echar los mencionados currículos.

Raquel Duva de Cuatro TV informa que Pablo trabajaba como endocrino en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, donde estaba a punto de terminar su residencia como médico. Tenía un perfil impecable y varias entrevistas concertadas en distintos hospitales de la Comunidad de Madrid. No tenía antecedentes. Su búsqueda se había difundido ampliamente en las redes sociales en las últimas horas.

Según esta versión, «fueron sus padres y su hermana quienes denunciaron su desaparición en el cuartel de la Guardia Civil de Majadahonda. Pablo había viajado a Canarias el fin de semana con una amiga y regresó el día 1. Llegó al aeropuerto Adolfo Suárez y se fue a su casa, donde dejó las maletas. A las 3:30 de la mañana las cámaras de seguridad grabaron su coche saliendo del edificio en el que vivía. Según sus familiares, una hora después telefoneó a un amigo en Zaragoza para contarle que había quedado con alguien y ahí se perdió su pista. Pero el teléfono móvil de Pablo seguía operativo. Envió su último WhatsApp el 2 de mayo, a las 5:45 de la madrugada. Hasta ayer tenía línea y alguien escuchó los mensajes que la familia dejó en su contestador automático. Por eso ahora se investiga qué ha podido pasar. Una mujer ha declarado que vio a Pablo en una calle de Alcalá discutiendo con otro hombre».

Redacción Médica recuerda que el pasado martes Pablo Escribano (29 años) desaparecía de su domicilio ubicado en la calle Camilo José Cela de Madrid. Las alarmas saltaban a partir de las 12 de la mañana del miércoles, cuando la madre del joven MIR de cuarto del Hospital Príncipe de Asturias intentaba contactar con él, sin éxito. Según confirmaron a Redacción Médica fuentes familiares del desaparecido, el chico subió a su vivienda el martes alrededor de las nueve de la noche. A los pocos minutos se fue sin decir nada a sus compañeros de piso. Ni estos, ni su círculo de amigos más cercano sabían nada acerca de su paradero. Las primeras indagaciones realizadas por la Guardia Civil y la Policía Nacional, señalan que el joven debió coger su Peugeot 2008 de color blanco, sin dejar ningún rastro más. El último rastro concreto que se conoció de Pablo Escribano fue a través de la aplicación WhatsApp, la cual aún muestra que su última conexión se realizó a las 5:44 de la madrugada. La familia del joven pidió que el móvil fuera geolocalizado, puesto que aún seguía dando señal. Fue el citado juez de Majadahonda el que determinó dar la orden de rastreo del dispositivo, según explica el diario El Confidencial. Todo apunta a que hayan fallecido consecuencia de una noche de excesos de estupefacientes, según han indicado a Europa Press fuentes de la investigación.

Majadahonda Magazin