VICENTE ARAGUAS. (1 de septiembre de 2024). ¡Esa Gran Vía! Por ella venía la Cañada Real, me dicen, me decía Tomás Descalzo, volverá, ineludible, a estas crónicas majariegas. Y por aquí pasarían “los moros que trajo Franco en Madrid quieren entrar”, y acabaron entrando, luego de un par de inviernos en la Majada, y aquellas maderas que sostenían las casas, forzosamente bajas, sirvieron de combustible. “Aquí solo quedaba el suelo”, me decía un majariego evacuado cuando fuimos frente. Ese vecino, hombre elegante, con empaque, se llamaba Paco, y tenía panadería al final de la Gran Vía, según llegamos a Colón. Hoy hay una agencia de viajes. La Gran Vía ya no tiene nada de cañada, ni siquiera es territorio de paso para tráfico rodado. Cuando vine a Majadahonda, junio del 79, sí. A Paco me lo encontraba en el quiosco de Manuel, alturas de Jardinillos, comprando “El Ruedo” y cosas por el estilo. Su hermana Alicia, mujer de carácter, al tiempo que atendía a su madre vendía también pan, en el lado opuesto de la Gran Vía (nombre hiperbólicamente irónico que hoy suena tan familiar). Alicia cuidaba de su madre, una mujer ya muy anciana, con las arrugas del tiempo, del tiempo tan convulso vivido por un pueblo sometido a la historia más triste de todas, la nuestra, “porque termina mal” (Jaime Gil de Biedma). La Gran Vía de Majadahonda, la mía, la de 1979, andaba mal de aceras, y cuando llovía era difícilmente transitable por sus bordes. Laterales donde todavía quedaban bastantes casas bajas, de aquellas de “Regiones Devastadas” (un viejo de Las Rozas, sin querer hacer un retruécano me hablaba de las casitas de “Legiones devastadas”, vaya por Dios). En una de ellas había una mercería estupenda, de las que ya no quedan, con una señora amabilísima (de las que quedan pocas). Y, enfrente, un bar donde comprábamos el rico pollastre dominical. Se llamaba, muy propiamente, “El Pío-Pío”, esto era en el lado derecho de la Gran Vía, viniendo de Reyes Católicos.
Había, sigue habiendo, dos estancos. En el de la izquierda veía con frecuencia a Guillermo Ortega, alcalde sucesor de Romero de Tejada y Picatoste. Lo recuerdo de un lado para otro de la Gran Vía con paso ligero; yo creo que ya apuntaba maneras. Los alcaldes majariegos, los de la democracia, de los anteriores no sé, no contesto, han sido siempre muy alebrestados. Solo traté, fugazmente, a uno, a De Foxá, en la sauna del gimnasio que compartíamos, el Muladhara, envuelto Don Narciso en un albornoz blanco. Hablamos, lo recuerdo bien, de su pariente, Agustín de Foxá, falangista irónico y estupendo autor de una muy buena novela de nuestra guerra, “Madrid, de corte a checa”. De los demás poco sé, salvo del efímero Roberto Solano, asistente a todo acto, así fuera un ilusionista de chichinabo el protagonista.
La Gran Vía tenía, ya en Colón, una espléndida tienda de “delicatessen”, cuando aquí casi no había nada. Se llamaba, cosmopolita, “Au jardín des gourmets”. Luego estuvo en ese local el Barclay´s. Hoy no me acuerdo que las tiendas majariegas duran a veces lo que un suspiro por lo que fue y ya no será. En el centro de la calle o paseo de recreo de Majadahonda está Gran Vía, 33. Y en su bajo una tienda de ropa y aun pequeños arreglos para gente de paso (por la vida) como yo mismo. La regenta un caballero cordialísimo a quien conozco por “Chacal” (sic), no le conozco otro nombre. Hay nombres o apodos que imprimen carácter. Como ese otro majariego de siempre (aunque viniese de Tielmes) que se llama Lorenzo, pero no admite otra denominación que la de “Fanta”. En fin, A “Fanta” no lo veo en la Gran Vía, sino en la Plaza de la Constitución, donde nos encontramos a veces los viejales. Otra historia. En la Gran Vía pervive una tienda de ropa infantil, “El Encanto”. La atienden un señor muy agradable y su hijo. La abuela, un pimpollo (decíamos) al fondo. Sigo comprando en ella peleles para recién nacidos, hijos y nietos de amigos. Algunos van quedando. Otros se los llevó el viento del olvido, ni siquiera del desprecio, ¿para qué?. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).
Se te ha quedado en el tintero la peluquería de Julito, la tienda de la Seve (perpendicular a Gran Vía) donde ibamos con la lechera….
Hombre. Decir que solo se acuerda de los alcaldes de la democracia que segun Ud. empezaron con Roberto Solano no se ajusta a la hostoria real majariega con sus instituciones.
Saludos
Yo la verdad, con esas historias que nos cuenta el Sr. Araguas sobre las tiendas de Majadahonda me hago un lio, me apabullo yo mismo.
Es claro que sus vivencias de Majadahonda son más profundas que las mias.
Me hacen pensar en lo que fue Majadahonda.
Para mi, ahora, Majadahonda es ni mas ni menos que una prolongación de la capital, Madrid.
Y añado a Emilio en la respuesta, agradeciendo su atención e intención. Recuerdo el Ars Vivendi y la Casa de la Pradera (luego El Balcón de la Luna). Y la Discoteca Miami. Tanto lugar que me viene a la mente. Y al corazón. Volveré. Majadahonda me vive. Mejor, me revive.
Me encanta dialogar con los comunicadores educados que me aportan cosas, por eso les contesto. Julio bien podría aparecer, claro, pero no quise ser exhaustivo. Sé quienes son todos los alcaldes democráticos, un suponer, pero «a pie de calle» solo traté a Don Roberto, tan afable. Y somos, o debiéramos, más que prolongación de Madrid. Hay mimbres. Venga el cesto. Gracias a los tres.
Estupendo artículo sobre «nuestra» Gran Vía. Puestos a recordar seguro que cada uno de nosotros tendremos nuestras preferencias y en mi caso es el Árs Vivendi. Estaba en el local que hoy ocupan Los Manolitos. El dueño, Dino, era un italiano pintón y gran relaciones públicas; en los fogones su mujer, leonesa, y magnífica cocinera. Allí pasé muy buenos ratos con los amigos; por alli vi con frecuencia el ex ministro Corcuera.
Creo que sería una buena idea o eso me parece una vez al mes y contando los comercios que hubo y algunos sigue habiendo , de gentes del lugar para la gente joven y Lis no tan jóvenes sepan como se hizo su pueblo o ciudad . Acabo de unos años eso se podría recoger en un libro . Historia viva de cómo se hizo y se sigue haciendo Majadahonda . Gracias ha sido un verdadero placer .
Yo recuerdo también la Perfumería Viviana , La ferretería que regentaba un Gallego ,Horno Santa Monica , La tienda de chuches primeramente regentada por José y más tarde por Isabel , la tienda de bolsos y maletas de Virtudes , la tienda de caballeros , la zapatería súper grande que había regentada por El calvo , la vino teca y restaurante en la calle posterior de Ara Vivendi ….etc la gran vía era un lugar de encuentro de muchos comercios y muchas gentes donde daria para contar mil anécdotas. Ahora lo veo un poco en declive y eso me entristece. Ahhhh se me olvidaba los electrodomésticos Romero que también estuvieron y Pisotón perdón sois tantos y tantos que daria para escribir otro artículo . Ahhhhh El zaguán , la Ferreteria La Maja primero en manos de la madre y después de los hijos Carlos y Enrique ahhhhh que me pongo nostálgica. Gracias y perdonar ser tan extensa .
Gracias, Mayra. Y Óscar. Todo ello da para mucho màs. Volveremos. Majadahonda, quienes la hicieron, merecen más que una simple mención.
Y no menciona al único antiguo alcalde decente de Majadahonda, el sr, Solano
Caro profesore … Au jardín debió abrir 78 y cerró pronto como 4 ó 5 años después
Leáme bien, JR. Don Roberto no es otro que ese gran señor. Gracias, de todos modos.