VICENTE ARAGUAS. (8 de noviembre de 2024). *Autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión) que se presenta este lunes 11 de noviembre (2024) en la Biblioteca Francisco Umbral de Majadahonda a las 19.00 horas. Si Leopoldo Panero no hubiese sido un gran poeta y Leopoldo María un poeta grande, que no es lo mismo aunque lo parezca, (Juan Luis ya me interesa menos, Felicidad Blanc y Michi buenos secundarios), su historia, tal como nos fue narrada, no pasaría de esperpento, chafarrinón o piñata popular con los participantes, ojos vendados y garrotas conducidos por el griterío de la chusma. Todos ellos nos han venido acompañando a quienes los redescubrimos en “El desencanto”, de Jaime Chávarri, por más que su poesía no nos fuese ajena. Luego vendría el memorial de Felicidad, tan imaginativa que se inventó coqueteos con Cernuda, que ya es coquetear, y los artículos de Michi Panero. Este y Leopoldo María pasaron a mi lado en algún momento y no pude sino observarlos con meticulosidad de entomólogo aficionado, consciente de que ellos bien podrían haber hecho lo mismo conmigo. Leopoldo María me tomó, en ambos casos, por siquiatra. Y Michi, pantalón y blusa blancos contrastando con una dentadura como piano desvencijado, su compañero, un sujeto a quien Quevedo hubiese mudado en ayudante del Dómine Cabra, juraba que no me veía desde los días de la casa de la calle Ibiza, adonde yo había acudido -decía- como intermediario de los libros que de allí marcharon en ventas apresuradas. Excusado decir que jamás he sido siquiatra ni mediador en libros de lance, que mis trabajos y días han ido –y van– por otros derroteros.
A LEOPOLDO MARÍA LO CONOCÍ EN EL COLEGIO MAYOR SAN JUAN EVANGELISTA, EL “JOHNNY”, EN ASUNTO POÉTICO LLAMADO “FESTIMAD” donde, cosa rara, los asistentes nos retratamos en taquilla. Esto era en mayo del 96 y los participantes, “Fama”, travelo vasco, Carlos Oroza, gran rapsoda, Leopoldo Alas y –desde luego– Leopoldo María. Este en el “water wagon”, esto es, período abstemio, bebía “Coca-Cola” sin parar, cuyas latas cobijaba, junto con un cartón de “Winston”, bajo el jersei, lo que hacía de él, de suyo abultado, una especie de canguro timidorro. Un idolillo que me dedicaba sonrisas de conejo, viendo en mí, luego me lo diría, una especie de cuidador siquiátrico. Sería por mi bigote; otros me han tomado por guardia civil, la verdad. Leopoldo María leyó aquella noche poemas de “La vieja”, de lo peor de su producción, pero aun así jaleados por la mocedad, ropas de cuero, colgantes diversos, cadenas, que llenaba la sala. Atraídos por el segundo de los Panero.
CON MICHI ESTUVE, BLANCO, BLANQUÍSIMO, DERROTA TOTAL, EN EL RETIRO, 27 DE MAYO DEL 2000, CASETA DE HUERGA FIERRO. Michi y su cofrade por un lado, por el otro, Boris Izaguirre, Pedro Manuel Villora y Terenci Moix, en alegre fraternidad, y al fondo, Marichalar con criatura en los hombros y la Infanta Elena. Y Charo Fierro atrayéndola a gritos: “¡Princesa, princesa!”. (Algún día he de escribir despacio sobre momento tan estrafalario). El año 2006 coincidí de nuevo con Leopoldo María Panero Blanc, 11 de junio, anoto en mi cuaderno de bitácora, Feria del Libro otra vez, Huerga y Fierro, aquella vieja costumbre. Leopoldo venía de un frenopático canario, con alguien mirando por él. “Tú eres siquiatra”, me decía sonriendo, definitivamente leporino. Seguía bebiendo sin cesar asuntos carbonatados, y de vez en cuando abandonaba la caseta para orinar en el parterre. Y volvía para atender una procesión incesante de compradores. No tenía yo móvil de estos que hacen fotos. He de consolarme con reproducir la dedicatoria que me estampó en un libro que coescribió con un colega. Me vale: soy fetichista. Lo que siento de verdad es que nos hayamos quedado sin los Panero. Como dijeron en “El desencanto”: fin de una raza. En plan estrambótico nos queda el Congreso de los Diputados, pero no es exactamente lo mismo. Aunque se le parezca.