
«A mi lado, en el Cerro, el gran Falete Pena, buen amigo, elegante como una vara de nardos que tuviese la cabellera blanca como la nieve, que ya nunca se deja ver en Majadahonda»
VICENTE ARAGUAS. (27 de septiembre de 2025). Walking Around. Nada me apetece más, cuando hay partido en el Cerro del Espino, y si no, también, que echarme las penas y la mochila al hombro, y zascandilear por la Majada, al aire de mi vuelo. Para ver en el Bulevar Cervantes, qué manía –el último, Amenábar, en su momento dio bastante la tabarra al respecto Jean Canavaggio– la de hacer “gai” a Don Miguel, esa especie de furgón o cabaña cuadrangular inmensa que en su momento fue bar y ahora es obstáculo o estafermo. Alrededor relieves con citas quijotescas, a las que volveré otro día para analizarlas despacio. Hoy paso de largo y enfilo la Avenida España, para encontrarme una vidriera reventada, en Dental Larroque, digo, y ante ella lo que queda de una rueda de coche. Desconozco si hubo impacto automovilístico contra la pared de marras, pero yo creo que un artista conceptual podría sacar algo en limpio de ello. Le cedo la idea. Que yo sigo mi camino hacia el Cerro. (Le decía a Federico, el editor de este medio, yo todo una “menegilda”, en el genial invento de “Majadahonda Magazin”, que somos cerristas, que no cerriles, solo faltaría.)

«Giro a la derecha, en el desolado (y desolador) parque, digamos, detrás de la gasolinera y del Hotel Majadahonda, encuentro un banco y un pino junto a él intentando sentarse»
Día de sol justiciero, de esos que ajustician y –además- te dejan más moreno todavía. Con Rosalía: “Castellanos de Castilla/ tratade ben aos gallegos/ cando van, van como rosas/ cando volven como negros”. No mucha gente en el Cerro, (ahí discrepo un poco de la gran Silvia Anula. ¡A ver cuándo nos vemos, Silvia, cara, que te sigo, sí!), contra los paisanos del gran Miguel Hernández. Y yo me situé en mi zona de grada, cerca de los socios Milen, Juan Carlos y Jesús. Estos dos últimos ex rayistas, de a pie de campo, digo, Milen, búlgaro, con quien comparto materias de fútbol y matizo asuntos de política. Maticemos, sí en tiempo soeces, llenos de agujeros y gritos al suelo (ni siquiera al cielo) patrio, lleno de cáscaras de pipas y colillas y ni una mano que pase la fregona. A mi lado, en el Cerro, el gran Falete Pena, buen amigo, elegante como una vara de nardos que tuviese la cabellera blanca como la nieve, que ya nunca se deja ver en Majadahonda. Si acaso, niebla en enero, como aquel del 37, cuando la “Batalla de la Carretera de La Coruña”.

«Hoy paso de largo y enfilo la Avenida España, para encontrarme una vidriera reventada, en Dental Larroque, digo, y ante ella lo que queda de una rueda de coche. Y me acerco al Carralero y dejo atrás lo que queda de Tomás Descalzo Aparicio, en sus soledades de pastor con traje, mastín y oveja, hechos los tres monumentos para que el futuro se pregunte por semejante antojo hiperrealista»
Muere el partido y tengo tiempo y ganas de caminar, pues me acerco al Carralero y dejo atrás lo que queda de Tomás Descalzo Aparicio, en sus soledades de pastor con traje, mastín y oveja, hechos los tres monumentos para que el futuro se pregunte por semejante antojo hiperrealista, tan quijotesco como el propio Don Miguel de Cervantes, caprichito ahora de Alejandro Amenábar. Y si giro a la derecha, en el desolado (y desolador) parque, digamos, detrás de la gasolinera y del Hotel Majadahonda, encuentro un banco y un pino junto a él intentando sentarse. Tal cual. Y adjunto foto para que se vea que en este caso no fabulo (otras veces, sí, sobre todo cuando me pongo poeta). Así que me senté un momento en el banco, ligeramente sucio, por cierto, el banco, digo, por ver si el pino hacía algún avance. Me quedé con las ganas. Igual era un pino tímido o yo demasiado hetero para él, no lo sé, claro, que bien podía ser hembra. Y me volví al pueblo pensando en cuánto da de sí el zascandileo por la ciudad en la que vivo desde hace casi medio siglo. Y qué suerte haberla visto crecer y -ya- multiplicarse. Llena de vida y de posibilidades de vivirla. En ello estoy, Y seguiré. Sí. Y ustedes que lo lean.
Vicente Araguas tendria que llamarse Antonio Machado, caminante no hay camino…
Gracias, Eithor! Más quisiera. Me limitó a ser un aprendiz de Machado. De los dos.
Aceras estrechas y cutres en la calle Argentina de Majadahonda. Una persona a duras penas pasa! Le doy 2 soluciones a la alcaldesa: a) quitar un fila de coches aparcados; b) retranquear el seto de la urbanización. Elija y resuelva!
En Majadahonda hay bares y restaurantes, como el As de Bastos, que tienen el derecho adquirido de cerrar el paso a los peatones y obligarles a pasar junto al bordillo con los coches. Hasta cuando va el ayuntamiento a permitir este abuso?
Le agradezco a Don Diego que escriba sus alegatos al aire de una crónica como está de paseante por Majadahonda. Un abrazo.
Walking around… Encabeza. Déjese ya de anglicismos. Los tenemos ya hasta en la sopa… Gracias.