
«Francisco Umbral andaba ya un poco malito, en el recibidor del entonces Renoir, antes y ahora Zoco de Majadahonda. Esperábamos el comienzo de “El caballero Don Quijote”, Gutiérrez Aragón, con Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias».
VICENTE ARAGUAS. (20 de junio de 2025). Hoy quiero hablar de Umbral. Sigo leyéndolo, haciéndome con sus libros, como decían “las Pilares”, sí, las libreras de lance de “La Vieja Galería”, primero en San Isidro, luego en Real Baja, que hacía él mismo. Yo no sé qué fin les daría, no, no creo que los arrojase a la piscina de su casa majariega. Yo me limito a comprarlos, agrupándolos en mi biblioteca, y volviendo a ellos, con fervor de avaro. En esa colección hay incluso uno dedicado, y no a mí, que compré en ocasión afortunada. “Amar en Madrid”, se llama la buena pieza. Me encanta Umbral, incluso el de carril, el reiterativo, el más previsiblemente umbraliano, que no es lo mismo que previsible. Que nada en él lo era, que llevado por su prosa tan pegadiza encontraba, a veces, en sus artículos, endecasílabos y alejandrinos. Que Umbral era, creo, poeta. Como Cela. Y nada malo ninguno de los dos. Pero la Poesía no lleva a ese tejado donde ambos hallaron cumbre y cobijo. Ahí la apuesta.
NO, YO NO TRATÉ A UMBRAL, ME LIMITÉ A VERLO DE CERCA: EN EL CINE PEÑALVER. Proyectaban una película de Woody Allen, “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo.”, la sala llena, anuncios previos y la voz campanuda de Umbral, momentos de gloria para él, “El País”, sus negritas, la Transición aquella que mudaría pronto en desencanto. Umbral entraba acompañado de Pilar Trenas, qué pena, qué muerte tan madrugadora la suya, y el “¡ooohhh!” del personal.
LUEGO, DESPUÉS, EL 7 DE JUNIO DEL 82, LOS STONES EN EL CALDERÓN, a la sombra del Naranjito. Y, de pronto, la tormenta que viene. Y Umbral, aparición fugaz en un túnel, con una joven, camiseta mojada como en un no sé qué de Fellini, tal vez, un suponer. Umbral también entrevisto en “El Cóndor”, aquel piano-bar con espejos en el techo, cuando Majadahonda tenía un punto Tinto Brass. Un aquel escénico, con mayorías del PSOE, las que ahora tiene el PP hasta que salten los palos del sombrajo y ya veremos, ya veremos… Como veía a Umbral en “El Cóndor” sabiéndose visto y de nuevo su voz como campana bien tañida.
FINALMENTE, Y ME PARECE QUE ANDABA YA UN POCO MALITO, EN EL RECIBIDOR DEL ENTONCES RENOIR, antes y ahora Zoco de Majadahonda. Esperábamos el comienzo de “El caballero Don Quijote”, Gutiérrez Aragón, con Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias. Y por allí, Umbral de nuevo con una joven. Y yo mandé a la provincia, tan como de Lafargue, tan Umbral, un artículo donde hablaba de él, de su elegancia ya envejecida, de blazer y pantalón de franela gris inglesa. Y días después leí su artículo en la trasera de “El Mundo”, donde hablaba, vaya por Dios, de franela gris inglesa. Umbral Esponja, tan Bob Esponja, casi, como Bob Dylan, mimetizando cuanto fue encontrando en su camino, haciéndolo suyo.
ALGO ASÍ UMBRAL, QUE VENÍA DE RAMÓN Y DE CAMBA Y DE GONZÁLEZ RUANO, a quien yo leía con un placer que jamás he vuelto a experimentar con ningún otro columnista. A veces, bastantes, vuelvo a Umbral. Y pienso que seguramente hice bien en no dirigirme a él en aquellos encuentros. En nuestras visiones fugaces. ¿Para qué? Si sigo viéndolo en su literatura rica. En sus páginas tan nítidas, donde pueden saltar los endecasílabos, y aun los alejandrinos. Si lo percibo cuando subo en algún autobús majariego que gira en Francisco Umbral (Calle)… O voy a buscar libros o me encuentro jovencitas floridas en las Biblioteca Francisco Umbral. Que nunca entró en la RAE. Como le está pasando al gran, al inmenso Luis Alberto de Cuenca. ¡En qué andarán pensando semejantes aduaneros de la lengua/ literatura, todo lo mismo! ¡Qué barbaridad!
A don Francisco le gustaba más el Chivas Regal que a un tonto una tiza…
Lo que demostraría también su estilística en materia etílica…