«Cuento de Navidad sigue vivo siglo tras siglo. No nos pide creer en fantasmas: nos invita a creer en la posibilidad del cambio. Y cada vez que lo leemos, algo en nosotros también despierta»

MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 31 de diciembre de 2025). Cuentos que hacen Invierno. Pequeñas Navidades. Cuento de Navidad (Charles Dickens). Desde el inicio de esta serie hemos ido entrando, cuento a cuento, en ese territorio donde las historias se convierten en pequeñas lámparas para el invierno. Porque, al final, la Navidad no es un decorado: es una invitación. Una llamada a preguntarnos quiénes somos cuando la vida nos pone frente al espejo. Y pocas piezas literarias han respondido mejor a esa pregunta que Cuento de Navidad, de Charles Dickens, publicado en 1843. No hay diciembre sin la sombra de Scrooge: el avaro que, sin pretenderlo, se convierte en uno de los símbolos morales más universales de la literatura. Conviene recordar su trama esencial. Ebenezer Scrooge, comerciante frío y mezquino, desprecia la Navidad, la generosidad y casi todo lo que implique ternura. Una noche, recibe la visita del espíritu de su difunto socio, Marley, encadenado por su propia falta de compasión. Tras él llegan tres fantasmas: el de las Navidades Pasadas, que le muestra la herida de su infancia; el de las Navidades Presentes, que le revela la pobreza alegre de los Cratchit y la fragilidad del pequeño Tim; y el de las Navidades Futuras, que le enfrenta a su muerte solitaria y al olvido. El miedo y la culpa se transforman entonces en un deseo de renacer. Al despertar, Scrooge se descubre vivo y capaz de algo que había olvidado: la bondad.

Miguel Sanchiz

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DICKENS CONSTRUYE AQUÍ ALGO MÁS QUE UN RELATO FESTIVO. Levanta una parábola moral que actúa por contraste: la oscuridad del viejo avaro subraya la luz que nace cuando el corazón recupera su capacidad de latir. La dureza inicial de Scrooge no busca condenarlo, sino mostrar la profundidad del cambio. Es, en realidad, una historia de esperanza: nadie está perdido si aún puede emocionarse. Los tres espíritus funcionan como maestros silenciosos que muestran a Scrooge lo que él mismo había desatendido: la alegría sencilla, el valor de la familia humilde, la dignidad del pobre, la urgencia del tiempo. Lo que conmueve hoy –más que los prodigios fantasmales– es la transparencia del mensaje. Dickens nos recuerda que la ternura no es una consecuencia, sino una decisión. Que la generosidad no nace de tener mucho, sino de mirar bien. Y que, incluso en el corazón más endurecido, puede abrirse un hueco para que entre la luz. Quizá por eso Cuento de Navidad sigue vivo siglo tras siglo. No nos pide creer en fantasmas: nos invita a creer en la posibilidad del cambio. Y cada vez que lo leemos, algo en nosotros también despierta, como Scrooge, con la sensación de haber recibido una segunda oportunidad.

Majadahonda Magazin