Es el bastidor anónimo de nuestro vestuario. Durante siglos, la ropa se doblaba o se colgaba en clavos, ganchos o perchas improvisadas con palos. Solo los más ricos poseían estructuras de madera personalizadas –llamadas “galanes de noche”– para dejar la ropa con cuidado. La percha moderna, con su forma triangular y su gancho superior, se atribuye al estadounidense Albert J. Parkhouse, trabajador de la Timberlake Wire and Novelty Company en Michigan, quien en 1903, al ver que sus compañeros no tenían dónde colgar sus abrigos, dobló un trozo de alambre en forma de hombros humanos, con un gancho superior para colgarlo. El jefe patentó la idea, pero el nombre de Parkhouse quedó asociado popularmente a la invención.

MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 14 de agosto de 2025). La percha: el esqueleto de la ropa. No tiene botones, ni cremalleras, ni ruedas. Y sin embargo, la percha ha sido, desde hace más de un siglo, el invento discreto que permite que la ropa tenga forma cuando no está sobre el cuerpo. Colgada en un armario o tras una cortina de camerino, sostiene con firmeza trajes, blusas, abrigos y recuerdos. Es el bastidor anónimo de nuestro vestuario. De ganchos reales a invención moderna: Durante siglos, la ropa se doblaba o se colgaba en clavos, ganchos o perchas improvisadas con palos. Solo los más ricos poseían estructuras de madera personalizadas —llamadas “galanes de noche”— para dejar la ropa con cuidado. La percha moderna, con su forma triangular y su gancho superior, nació de forma práctica y casi improvisada. Se atribuye al estadounidense Albert J. Parkhouse, trabajador de la Timberlake Wire and Novelty Company en Michigan, quien en 1903, al ver que sus compañeros no tenían dónde colgar sus abrigos, dobló un trozo de alambre en forma de hombros humanos, con un gancho superior para colgarlo. El jefe patentó la idea, pero el nombre de Parkhouse quedó asociado popularmente a la invención.

Miguel Sanchiz y sus Encuentros con la Historia que este verano se transforman en «Ingenios Invisibles»

DE ALAMBRE A ELEGANCIA: Con el tiempo, la percha evolucionó: de simples ganchos metálicos pasó a versiones más resistentes y sofisticadas en madera, ideales para trajes y chaquetas pesadas, o en plástico, más económicas y versátiles. Se añadieron detalles: barras transversales para pantalones, ranuras para tirantes, e incluso hombreras acolchadas para proteger las prendas delicadas. En hoteles y grandes almacenes, las perchas pasaron de ser accesorio a elemento de marca y diseño. MÁS QUE UN UTENSILIO: La percha no solo sostiene ropa. Sostiene presencias invisibles. En los teatros, una hilera de perchas tras el escenario es un desfile silencioso de personajes que aún no han salido. En las casas, guardan trajes de boda, uniformes, abrigos heredados. Algunas perchas sostienen la nostalgia: esa chaqueta que ya no usamos, pero que no queremos doblar. Incluso en arte y en cine, la percha ha aparecido como símbolo: de orden o vacío, de espera, de elegancia o decadencia. Basta recordar aquella escena de la película «Queridísima Mamá» en la que Mommie Dearest grita: “¡No más perchas de alambre!”, convirtiendo el objeto en símbolo de autoridad y trauma.

FUNCIONALIDAD INVISIBLE: La percha es un prodigio de diseño sin pretensiones. Su forma triangular reproduce los hombros humanos y reparte el peso de la prenda. Ocupa poco espacio y permite que la ropa se airee y conserve su forma. Hoy existen perchas antideslizantes, plegables, inflables, aromatizadas e incluso electrónicas, pero la idea base sigue siendo la misma que en 1903: una estructura que sostiene sin intervenir, que cuida sin tocar demasiado. En resumen, la percha no se luce, pero deja lucir. No acompaña el cuerpo, pero sí su imagen. Es un objeto que se oculta en la sombra del armario, y sin embargo, define la forma de lo que vestimos y cómo lo conservamos. Otro ejemplo de que lo invisible –como el ingenio– es esencial

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