«Vuelvo caminando y, mientras fotografío cipreses centinelas me encuentro con Goyo, jugador que fuera en aquel “Plus Ultra” de lejano recuerdo, seguidor fiel de Majadahonda Magazin (MM), lo que nos honra. Y pues me coge en domingo, día en el que basta –o debiera- con la ternura, les dedico a él y a su esposa el soneto maravilloso de Gerardo Diego al ciprés de Silos: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza/ chorro que a las estrellas casi alcanza/ devanado a sí mismo en loco empeño.”

VICENTE ARAGUAS. Cipreses Majariegos. Vuelvo del “Go Fit”, hoy me atendía Vivi (que no Bibi como escribí el otro día), gentileza colombiana en estado puro, hacia el Valle por antonomasia, ese declive de la Majadahonda (solo por el nombre ya vale la pena vivir aquí) en donde resido. Vuelvo caminando y, mientras fotografío cipreses centinelas me encuentro con Goyo, jugador que fuera en aquel “Plus Ultra” de lejano recuerdo, seguidor fiel de Majadahonda Magazin (MM), lo que nos honra. Y pues me coge en domingo, día en el que basta –o debiera- con la ternura, les dedico a él y a su esposa el soneto maravilloso de Gerardo Diego al ciprés de Silos: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza/ chorro que a las estrellas casi alcanza/ devanado a sí mismo en loco empeño.” Simplemente les digo el primer cuarteto, que no hay que abusar, ni siquiera en día en el que yo ando cazando cipreses. Un árbol, este, que mantiene idéntica prestancia todo el año. Y que, con buen criterio por parte de quien ordenó plantarlos, llenan de elegancia aquellos lugares nuestros a los que dan verticalidad vegetal. “La sombra del ciprés es alargada”, aún no el gran Delibes sino en vías de serlo o “Los cipreses creen en Dios”, del tan injustamente olvidado José María Gironella, como muestras literarias así, a bote pronto del “Cupressus sempervirens”. Siempre verde; de manera que aquí tenemos, perenne, perenne, esta maravilla asociada, ¡vaya por Dios!, a los cementerios. Los cipreses tan aparentemente severos, elegantes como algunos poetas de la estética del silencio. Y apetece glosarlos o. al menos fotografiarlos en el camino de vuelta a casa donde me encuentro con los cáducos plátanos de paseo, “Platanus hispanica”, los últimos en perder la hoja, los postreros en volver a ella.

Vicente Araguas

Y AHÍ ESTÁN, EN NUESTRA –HERMOSO LLAMARLE CON ESTE DEMOSTRATIVO- AVENIDA ESPAÑA, POR EJEMPLO. Como estaban en las carreteras de la España que marchó con nuestra infancia y adolescencia. Cuando el luto se marcaba con franjas negras en la americana de los enlutados. Y los plátanos llevaban una franja de cal o pintura blanca, asombrando –perplejidades y sombras- aquellas carreteras primitivas, Como nosotros (y tan felices, en nuestro vivir elemental). Pero vuelvo al ciprés y me viene a la mente, también al corazón, Santa Cruz de Mudela, allá donde todos los caminos hacen por encontrarse, a la sombra manchega del caballero más triste de todos los caballeros, también el más esforzado. Y me acuerdo de Santa Cruz porque posee una avenida de cipreses en el camino que conduce al camposanto.

«Y ahí están, en nuestra –hermoso llamarle con este demostrativo- Avenida España, por ejemplo. Como estaban en las carreteras de la España que marchó con nuestra infancia y adolescencia»

«Y en mi camino a casa vuelvo a encontrarme, es mi sino, con el “Bulevar de los sueños rotos”, el Bulevar Cervantes, claro. Con ese rincón arbolado que viene siendo refugio de perdedores»

Y RECUERDO SANTA CRUZ DE MUDELA CON LA EMOCIÓN DE LAS COSAS BIEN HECHAS. Y me acuerdo de quienes vivieron en Majadahonda en los años durísimos y pastoriles, nada a lo Garcilaso, preparando el futuro para los neomajariegos, como yo, por ejemplo. Y en mi camino a casa vuelvo a encontrarme, es mi sino, con el “Bulevar de los sueños rotos”, el Bulevar Cervantes, claro. Con ese rincón arbolado que viene siendo refugio de perdedores. No, no les tomaré fotos. Solamente decir que no ayudan a favorecer la convivencia en la zona, tampoco la presencia de niños en el parquecillo infantil inmediato. Me lo dicen los vecinos, hartos de escandaleras. Convendría instar a los desarraigados a una actitud más cívica. Por lo visto algo semejante ocurre en la Plaza de la Constitución. La calle, ya se sabe, es de todos. De todos los que quieran si no embecellerla, al menos no afearla. Y –me hago eco de una queja– la comida de los gatos, puesta por las ailurófilas en el estafermo del abandono, pudiera atraer a las ratas. Con lo que habría un mimetismo alimentario entre dos enemigos naturales. No lo sé. Sí, con Gerardo Diego, que los cipreses son “chorro que a las estrellas casi alcanza.” Sí.

Majadahonda Magazin