
La primera de esta serie de crónicas sobre el Ingenio Invisible se dedica al cepillo de dientes: una revolución en miniatura, porque si hay un objeto que simboliza la victoria de la higiene, ese es el cepillo de dientes. Pequeño, casi desapercibido en su grandeza, ha transformado nuestra salud bucal y la forma de entender el cuidado personal. Su historia es tan antigua como el deseo humano de limpieza, pero su versión moderna nació en la celda de un preso inglés.
MIGUEL SANCHIZ. (2 de agosto de 2025). Vivimos rodeados de objetos tan comunes que su mera presencia se confunde con el paisaje de lo cotidiano. Los usamos sin pensar, los dejamos sobre la mesa, los reemplazamos sin nostalgia. Sin embargo, detrás de cada uno —un botón, un clip, un cepillo de dientes, un tapón de corcho— hay una chispa de ingenio, una historia callada que nunca escuchamos. ¿Quién ideó por primera vez una cremallera? ¿Qué mente resolvió con un alfiler de gancho un problema diario? ¿Qué civilización talló el primer peine? La nueva sección que se inaugura este verano de 2025 titulada «El Ingenio Invisible» no pretende desvelar los grandes inventos, sino rendir homenaje a esas pequeñas soluciones que nos facilitan la vida sin pedir nada a cambio. Cada artículo será una breve postal dedicada a un objeto menor, que no por discreto deja de ser asombroso. Porque en lo minúsculo, a menudo, se esconde lo genial.
La primera de esta serie de crónicas se dedica al cepillo de dientes: una revolución en miniatura, porque si hay un objeto que simboliza la victoria de la higiene, ese es el cepillo de dientes. Pequeño, casi invisible en su grandeza, ha transformado nuestra salud bucal y la forma de entender el cuidado personal. Su historia es tan antigua como el deseo humano de limpieza, pero su versión moderna nació en la celda de un preso inglés. LOS EGIPCIOS, LOS ROMANOS Y LOS CHINOS. Mucho antes de la fabricación en serie, civilizaciones como la egipcia usaban ramitas deshilachadas de plantas aromáticas —neem o miswak—, práctica que aún persiste en países árabes. Los romanos recurrían a paños con bicarbonato, y en la China del siglo XV existían instrumentos con cerdas de cerdo adheridas a mangos de hueso o bambú. EL PRIMER CEPILLO MODERNO surgió en 1780 gracias a William Addis, un comerciante británico encarcelado por alboroto público. Observando a sus compañeros frotarse los dientes con trapos y ceniza, diseñó un mango de hueso con agujeros para insertar cerdas de cerdo, atadas con alambre. Tras su liberación, comercializó el invento con enorme éxito y fundó la empresa Wisdom Toothbrushes, que aún existe.
EL CEPILLADO COMO HÁBITO. En Estados Unidos, el cepillo se popularizó lentamente hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando las estrictas normas de higiene del ejército lo convirtieron en hábito general. EL GRAN SALTO TECNOLÓGICO llegó en 1938 con la empresa DuPont, que introdujo las cerdas de nylon, más higiénicas y duraderas. Desde entonces, la evolución no se ha detenido: mangos ergonómicos, cerdas suaves, cabezales flexibles y, más recientemente, cepillos eléctricos e “inteligentes” que indican presión y zonas olvidadas. Hoy, el cepillo de dientes es indispensable, símbolo de la democratización del cuidado personal y del triunfo de la prevención. Como tantos objetos que nos rodean, su historia es humilde, pero su impacto, gigantesco.
¡Gran invento! Y gran idea de homenajear lo.que tanto nos facilita la vida. Como siempre ilustrando y amenizando la existencia. Muchas gracias y feliz agosto
Buenos días y gracias Maestro. Como dice Javier Saguar siempre ilustrando y amenizando la existencia. Yo añado, eres genial. Avísame cuando llegues al Clip, tengo una historia que te gustará.
Un abrazo
Ana