¿Es la verdad una cuestión de hechos, de poder, de fe, de interpretación? ¿Existe una verdad universal o solo versiones enfrentadas?

MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 15 de noviembre de 2025). La Pregunta Infinita. Las preguntas que cambiaron el mundo: ¿Qué es la verdad?. En uno de los momentos más tensos de la historia bíblica, durante el juicio a Jesús, el gobernador romano Poncio Pilato formula una pregunta que ha atravesado siglos: ¿Qué es la verdad?. La escena, recogida en el Evangelio de Juan, es breve pero poderosa. Pilato, frente a un acusado que no se defiende, lanza esta interrogación con tono escéptico… y no espera respuesta. La pregunta de Pilato no es filosófica en su intención, pero sí en su alcance. ¿Es la verdad una cuestión de hechos, de poder, de fe, de interpretación? ¿Existe una verdad universal o solo versiones enfrentadas? En ese instante, Pilato representa al político pragmático que duda de todo, incluso de la posibilidad de conocer lo verdadero. A lo largo de la historia, esta pregunta ha sido retomada por filósofos, teólogos y pensadores. Platón la vinculaba con el mundo de las ideas, eterno y perfecto. Aristóteles la definía como la adecuación entre el pensamiento y la realidad. En la Edad Media, Tomás de Aquino la relacionó con Dios como verdad absoluta. Y en la modernidad, Nietzsche la cuestionó desde su raíz, afirmando que “no hay hechos, solo interpretaciones”. La pregunta “¿Qué es la verdad?” también se ha vuelto central en el ámbito político y mediático.

EN TIEMPOS DE POSVERDAD, FAKE NEWS Y MANIPULACIÓN INFORMATIVA, la figura de Pilato cobra nueva relevancia. ¿Quién decide qué es verdad? ¿Puede la verdad sobrevivir en un mundo saturado de discursos? Además, esta pregunta tiene una dimensión ética. Decir la verdad implica responsabilidad, coraje, integridad. Pero también puede implicar riesgo, conflicto, incomodidad. Pilato, al preguntar, parece evadir esa responsabilidad. Lava sus manos, deja que otros decidan. Su pregunta, en lugar de abrir el diálogo, lo cierra. Sin embargo, en el silencio que sigue, hay una invitación. La verdad no se impone, se busca. No se grita, se escucha. No se posee, se comparte. Y quizás, como sugiere el Evangelio, la verdad no es solo una idea, sino una presencia. Preguntar “¿Qué es la verdad?” es enfrentarse al límite de nuestras certezas. Es reconocer que, en medio del ruido, sigue habiendo una voz que nos llama a mirar más allá de lo evidente. Y como toda gran pregunta, no exige una respuesta inmediata, sino una vida entera de búsqueda.

 

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