
José Ramón Guisado, actor-director-profesor de Teatro- en Medinaceli, Escuela de Teatro y Cine vive en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) y Vicente Araguas, escritor, poeta y cantautor gallego transterrado a Majadahonda (Madrid)
MIGUEL SANCHIZ BUENDIA. (5 de septiembre de 2025). La Palabra y la Voz: Viaje desde el Grito hasta el Violonchelo a cuento de dos voces que me emocionan, José Ramón Guisado (San Lorenzo de El Escorial) y Vicente Araguas (Majadahonda). Del aullido a la palabra, sin avanzar demasiado. Antes que la palabra, estuvo el grito. Antes que el verbo, el aullido. Antes que el lenguaje, el gesto. El ser humano comenzó su historia comunicándose con los mismos recursos de un animal asustado o necesitado: rugidos de alarma, bramidos de dolor, chillidos de advertencia. El cuerpo hablaba más que la lengua; los brazos se abrían para señalar, el rostro se torcía para indicar miedo, ira o deseo. La comunicación era física, elemental y urgente. Era sobrevivencia. Y, sin embargo, en algún momento —quizá en una caverna, quizá al pie de un fuego—, la especie humana dio un salto monumental: inventó la palabra. No un simple sonido, sino un símbolo. Algo que no sólo indicaba lo que estaba ahí, sino también lo que no estaba: el pasado, lo invisible, la idea. Con la palabra nació el tiempo, la metáfora, el relato. Pudimos contar historias, cantar hazañas, transmitir saberes. La palabra nos permitió construir mitologías, leyes, religiones, ciencia y poesía. Fue nuestra más prodigiosa invención. Pero, ¿qué hicimos con ella? ¿Avanzó la palabra con la misma velocidad con que avanzaron nuestras máquinas, nuestros mapas, nuestras armas? La respuesta, dolorosamente, es que no.
SEGUIMOS USANDO LA PALABRA PARA MENTIR, PARA INSULTAR, PARA CONFUNDIR. Con ella declaramos guerras, traicionamos amores, humillamos verdades. Y mientras las tecnologías se multiplicaron y la velocidad de transmisión se volvió instantánea, la calidad ética, afectiva y estética de lo que decimos no siempre acompañó ese ritmo. En nuestros días, vivimos la paradoja de la hipercomunicación vacía: redes saturadas de mensajes donde la palabra se desgasta, se banaliza, se utiliza sin peso ni respeto. Decimos mucho, pero escuchamos poco. Hablamos todos a la vez, pero nos entendemos menos que nunca. La palabra, esa joya que nos elevó del barro, sigue allí. No se ha roto. Pero espera ser usada con mayor conciencia, con más hondura, con verdadera humanidad. “La palabra es una potencia, pero no basta con pronunciarla. Hay que merecerla» (Octavio Paz).
LA VOZ HUMANA: UNA ORQUESTA ÍNTIMA: Si la palabra es una invención del pensamiento, la voz es un regalo del cuerpo. Antes que aprendamos a hablar, ya emitimos sonidos: lloramos, balbuceamos, reímos. La voz es lo primero que nos da identidad, incluso antes del nombre. Y no hay dos iguales. Pero la voz humana no sólo comunica. También emociona, seduce, consuela, estremece. Es, en sí misma, un instrumento musical. Un violín hecho de carne, un viento que nace del pecho, una cuerda invisible que vibra entre el alma y el mundo. Comparar la voz con los instrumentos de una orquesta no es exageración, sino justicia poética. Porque cada tipo de voz humana podría tener su equivalente musical. Juguemos, pues, a imaginar esta sinfonía viva:
VOCES MUSICALES. Violín: voces agudas, vibrantes, apasionadas. El grito del niño, el canto de la soprano, el tono del entusiasmo súbito. Flauta: voces limpias, puras, angelicales. Las que acarician sin herir, como brisa de montaña. Oboe: voces nasales, melancólicas, con ese toque quebrado que recuerda el otoño. Trompeta: voces potentes, desafiantes, líderes. Las que levantan multitudes o conducen batallas. Contrabajo: voces profundas, narrativas, graves. Las que se escuchan mejor en la noche, cerca del fuego. Y entre todas, hay una que destaca por su calidez, su nobleza, su capacidad de emocionar sin necesidad de alzar el volumen. La que mejor representa la belleza completa de lo humano. Esa voz —ni grave ni aguda, ni rápida ni lenta— se asemeja al violonchelo. El violonchelo es el alma que canta sin gritar. La voz más bella, la que vibra entre el pecho y la ternura, es un violonchelo humano: cálido, redondo, íntimo. Suena como un recuerdo feliz o una despedida dulce.
LA VOZ TIENE ALGO QUE NINGÚN INSTRUMENTO POSEE: PUEDE DECIR “TE AMO”. Puede susurrar verdades, puede romper silencios o invocarlos. Porque sí, también el silencio es parte de esta música. A veces, el silencio entre dos palabras es lo más elocuente que podemos ofrecer. Entre el primer grito de la especie y el canto afinado de un barítono, entre el balbuceo de un bebé y la poesía de un anciano, la palabra y la voz han recorrido un viaje prodigioso. Un viaje que aún no termina. Ojalá aprendamos no sólo a hablar, sino a decir. No sólo a soñar, sino a conmover. Porque en este mundo de algoritmos y ruido, una voz humana que dice la verdad con belleza sigue siendo el acto más revolucionario posible.
Qué lástima que en esta época digital no podamos acompañar estas palabras con un enlace al audio que les haría justicia. Porque este texto no solo se lee: se siente, se escucha en el pecho, como un violonchelo humano. Gracias Miguel por este recorrido en el viaje de la comunicación
Miguel: magnífica lección sonora de la palabra. Así inició San Juan su evangelio » In principio erat Verbum, et Verbum erat aput Deus, …».
La palabra. Qué mal uso hacemos, con frecuencia, de este privilegio exclusivo los humanos.
Miguel, creo que se podría insertar un audio con las maravillosas voces de José Ramón y de Vicente
Un articulo fantastico Miguel, felicidades!
…. Como no vas hacer una loa a la voz , un instrumento que has utilizado tanto profesionalmente como en tu comunicación social
La voz tiene una fuerza ,calidez y sonoridad que iguala incluso en algunas circunstancias mejora el sonido de otros instrumentos y dominarla es todo un placer
Enorme Miguel como siempre
Hermosa y emotiva disertación sobre «La Voz».
Me encanta Miguel. Felicitaciones.
Para todos es tácito que la «voz» está ahí, todo tiempo y lugar pero su importancia y lo que representa y significa realmente, queda de lado. Excelente. Agradecida.