
«El espectador majariego la tiene en el Zoco, ¡y dónde mejor!, si quiere disfrutar de un asunto bien narrado, bastante bien interpretado, Miguel Rellán en estado de gracia, Fernando Tejero, muy, muy aceptable y unos cuantos guaperas para que la cosa resulte lo más sexy posible. Luego está el asunto que concita polémicas; soy de los que creen que Don Miguel no dejó evidencia alguna de esa posible homosexualidad»
VICENTE ARAGUAS. (Majadahonda, 3 de octubre de 2025). Es Alejandro Amenábar un director de registro amplio del que me declaro fan con reservas. “Tesis”, “Los otros”, por ejemplo, me parecen películas más que memorables. “Ágora” o “Mientras dure la guerra”, buenas muestras de cine histórico “ma non troppo” [«alegre pero no demasiado»], bien que Karra Elejalde, en la última, me parezca un actor bastante impostado. Ahora bien “Abre los ojos” y –sobre todo– “Mar adentro”, con Bardem hiperactuado, me dieron la impresión de fruto baldío o pasado de rosca. Así que me fui a ver “El cautivo”, cervantista que soy y aun cervantino, con regocijo reservado, como los pronósticos aquellos. Y vi una película hermosa, en la manera, perfectamente digerible y digestiva, que nos muestra un Amenábar, en lo estético, preciosista. Dueño de todos los recursos para que el espectador, sin empacharse, salga del cine con esa alegría que la belleza produce. Hermosura en cada plano, en el texto, en el pretexto y aun en el contexto de quien sabe adornar una historia, y aquí hay varias como en esas muñecas rusas o cajas chinas, integradoras unas de las otras hasta formar un pequeño combo o conjunto. De manera que por ahí no hay problema alguno. “El cautivo” es unas película confortable/ reconfortante para quien guste del cine bien hecho.
LUEGO ESTÁ EL ASPECTO POLÉMICO DE LA PELÍCULA EN CUESTIÓN, que enardece los ánimos en un país que no termina de asumir que la orientación sexual de la gente es algo accesorio. Esto es, si fulanito hace el amor por el verso, reverso o anverso es algo que solo debe importar al que está metido en harina. Por eso nos apartamos cuando estamos en ello, digo yo, de puro íntima que es la cuestión. Ahora bien, atribuirle esta u otra inclinación a quien sea, Cervantes, para el caso, ya es otro cuento. Cuento antiguo, que ya se viene debatiendo desde hace tiempo, con Jean Canavaggio como uno de sus adalides. Siempre basándose en los años del cautiverio argelino, que son en los que Amenábar ha centrado su atención. Y que Cervantes menciona, y no de modo menor, en “Los baños de Argel” y en la “Historia del cautivo”, intercalada esta en “El Quijote”. Ahí, tal vez, debería de haberse centrado Amenábar para contar lo que se ha difuminado bastante en su película. Meritoria, ya se ha dicho, en lo que tiene de cuento, fábula o relato exacerbado, esto último –también– por el morbo que sigue despertando, cada vez menos, la verdad, si el personal se lo monta en la cama mirando para Pamplona o emulando al clásico misionero que quería enseñarles a los nativos que la cópula ha de hacerse mirándose a los ojos y no en posiciones invertidas.

«En “El Quijote” hay un momento ambiguo cuando el protagonista invita a un mozalbete guaperas a cenar luego de subir “a las ancas deste mi caballo”. Pero el precavido mozuelo “no aceptó el convite de las ancas”. O sea».
LO CUAL QUE RECOMIENDO LA PELÍCULA DE AMENÁBAR, el espectador majariego la tiene en el Zoco, ¡y dónde mejor!, si quiere disfrutar de un asunto bien narrado, bastante bien interpretado, Miguel Rellán en estado de gracia, Fernando Tejero, muy, muy aceptable y unos cuantos guaperas para que la cosa resulte lo más sexy posible. Luego está el asunto que concita polémicas; soy de los que creen que Don Miguel no dejó evidencia alguna de esa posible homosexualidad. Más bien creo que su amor a las damas, en todos los sentidos, era unidimensional. Pero cada uno es libre de interpretar lo qué y cómo quiera. De Shakespeare se ha dicho igualmente que si era uranista (por cierto, qué hermosura aquel “Shakespeare in love”, visto por mí también en el Zoco de Majadahonda). Y ya que se le imputa a Cervantes esa clase de amor, el próximo será el Quijote. Y es que como nos recuerda desde Majadahonda el escritor Federico Utrera en su gran “Cordel de Extraviados” –joya clandestina editada por el Cabildo de Gran Canaria–, en “El Quijote” hay un momento ambiguo cuando el protagonista invita a un mozalbete guaperas a cenar luego de subir “a las ancas deste mi caballo”. Pero el precavido mozuelo “no aceptó el convite de las ancas”. O sea.
Cervantes está de moda por ser lo que no fue.
La ficción no legitima la falsificación de la realidad. Es sorprendente que Cervantes esté hoy de moda por ser lo que no fue, pero no por ser lo que realmente fue: el autor de la obra literaria más importante de la Historia de la Literatura Universal. El hecho de que escribiera el Quijote es algo irrelevante en este siglo XXI. En una sociedad así de alegre, faltar a la verdad, es decir, a la realidad de los hechos, es muy fácil. Entre otras cosas, porque, muy al contrario de lo que se cree, es imposible desmentir algo que nunca ha tenido lugar. Podemos decir que Cervantes fue budista, espía de los turcos o embajador de los marcianos en el planeta Tierra durante el siglo XVII. Las tonterías no se pueden discutir: sólo se pueden ignorar
https://youtu.be/H1ZOU1fqopE
Muy bien dicho, Mambrino. Me adhiero a la esencia. Hay màs cosas, claro. Como intento dilucidar en mi artículo.