LIDIA GARCIA. «La desesperación de unos padres por abrir una investigación judicial. «Denunciar el abuso sexual a nuestro hijo ha sido una montaña con espinas» es el título del reportaje que los periodistas Carmen Lucas-Torres e Ignacio Encabo han publicado en «El Independiente» y que es continuación del que anteriormente desveló el diario «El País«. Según su investigación, «los padres han contado a El Independiente que vivieron el proceso como el ascenso de una «montaña con espinas» desde que denunciaron abusos sexuales a su hijo en su colegio de Majadahonda (Madrid)». Y añaden un dato nuevo: «»Las alertas saltaron el verano de 2018, cuando el niño tenía 5 años. Los padres se preocuparon porque estaba muy nervioso, sentía asco hacia la comida, vomitaba, tenía un comportamiento excesivamente sexualizado, tocaba los genitales a maniquíes en tiendas y los mostraba en público. Hizo dibujos de figuras masculinas con falos enormes. Le llevaron a la consulta de una psicóloga, ésta le propuso jugar a pelear con unas espadas de goma y expresar el enfado que decía sentir hacia un niño del colegio mayor que él al que llamaba ‘chupa’ y las frases que salieron por su boca fueron sorprendentes: «Chupa cola»; «te vas a caer en un pozo lleno de colas chupadoras» o «déjame en paz, vete con las colas chupadoras», según se recoge en el informe psicológico inicial al que ha tenido acceso «El Independiente». La profesional que lo redactó, también consultada, considera que el cuadro del niño se corresponde con el de un menor que ha sufrido abuso sexual «reincidente, no puntual, con síntomas físicos, psíquicos-emocionales y somáticos». Recomendó protegerle y consideró que tanto el menor como los padres necesitaban asistencia psicológica.
«Todos los años 38.000 menores sufren violencia en España, según los datos manejados por los ministerios de Derechos Sociales e Interior. Sin embargo, sólo 1 de cada 5 casos se denuncia. El silencio es una constante en las situaciones de violencia y abuso sexual en la infancia. En muchas ocasiones los menores no verbalizan el infierno que atraviesan. Como los pedófilos suelen estar en su entorno más próximo, no saltan las alarmas. En los casos que llegan a judicializarse, la posibilidad de que acaben con condenados es muy complicada puesto que normalmente el único elemento indiciario es el testimonio del menor», escriben los periodistas. Y es entonces cuando describen así el caso de Majadahonda: «Decidieron denunciar y que se investigara si su hijo de 5 años sufrió abuso sexual. El camino que han atravesado desde entonces ha sido el más duro de sus vidas. Ahora, además del niño, toda la familia recibe terapia psicológica. Aún así, y a pesar de que la Justicia ha archivado -en realidad ni siquiera se ha dirigido contra nadie en concreto- la investigación, no se arrepienten». Para entonces, el niño ya había empezado a contar algo a su madre. Relató que en su colegio concertado religioso tanto él como otros dos menores iban a un lugar «seguro» entre la zona de infantil y primaria y hacían «cosas feas». Fue muy complicado que aportara más y más información y desvelara que también había adultos implicados. Un proceso doloroso tanto para él como para sus padres. «Justo el día previo había dibujado un pene gigante dentro de la figura del esquema corporal de un hombre, y dije ya está bien. Le dije o sí o sí me vas a contar lo que está pasando. Hacía calor y estábamos en el coche. Subimos a casa y le pregunté: ‘¡¿Quién te enseña eso?!’. Y me lo contó».

Denuncia ante la Guardia Civil: El 8 de septiembre de 2018, una vez el niño había relatado que había adultos implicados, la familia puso una denuncia en la Guardia Civil que se trasladó al Juzgado de Guardia de Majadahonda. El Juzgado al que correspondió la investigación encargó a los agentes «gestiones tendentes al esclarecimiento de los hechos y los datos de los presuntos autores» de los abusos sexuales. Durante la instrucción ningún adulto fue interrogado como presunto abusador, aunque el niño identificó a tres personas, dando siempre los tres mismos nombres. El auto de octubre de 2019, con el que la instructora sobreseyó provisionalmente al considerar que «no parece debidamente justificada la perpetración del delito que ha dado lugar a la formación de la causa», se basó principalmente en el informe psicosocial que se hizo al niño. Una entrevista de entre 15 y 20 minutos, según denuncian los padres, en una sala del Juzgado sin juguetes ni dibujos un año después de que ocurrieran los hechos. El profesional, se quejan los progenitores, llegó a referirse al niño en femenino. Archivo en base al informe forense: El forense concluyó después de hablar con el menor y explorarle, según los documentos de la investigación consultados, que «no se aprecian desajustes psicológicos que se puedan relacionar con abusos» y lanzó la sospecha de que la madre podía estar creando «falsas memorias» al menor. Al salir de aquella entrevista el niño, que durante un tiempo se decía a sí mismo que había hecho «cosas malas», culpándose por ello, dijo a su psicóloga: «No he sido valiente, no le he contado lo que pasó», según ésta. El menor arrastra todavía culpa, vergüenza y asco por las prácticas sexuales a las que fue sometido que la psicóloga describe detalladamente en sus informes, basándose en el relato del menor.
«Volvemos al camino judicial o nos cuidamos como familia»: La familia recurrió la decisión judicial en apelación, aunque fue advertida por su abogado de que había pocas probabilidades de que la Audiencia Provincial ordenara reabrir la investigación. El 30 de marzo de 2020 la Sección Cuarta del tribunal madrileño ratificó el archivo. Se basó en la doctrina del Tribunal Constitucional (TC) y en la jurisprudencia del Tribunal Supremo para ello. «El juez, cuando aprecie de forma evidente que los hechos denunciados carezcan de relevancia penal debe realizar, con la mayor premura, las actuaciones necesarias para el inmediato archivo de la causa», recogieron los magistrados remitiéndose a una resolución del TC. También se refirieron a una sentencia de 2016 del Supremo en la que se expone que abrir una investigación sin apreciar «elemento o principio de prueba que avale razonablemente la realidad» denunciada supondría que «cualquier ciudadano podría verse sometido a una investigación basada en la mera apariencia». Así, considerando que «no se han obtenido indicios de la participación de ninguna de las personas que aparecen en el relato de los hechos» y dado que el forense contraindicaba nuevas exploraciones al niño, los magistrados decidieron archivar definitivamente. Descartaron, como solicitó la familia, consultar si los profesores a los que se apuntó tenían antecedentes penales. Tampoco tomaron declaración como testigo a la psicóloga que le trató ni a los profesoras del nuevo colegio del menor.
«La Justicia no está protegiendo a los niños, sino a los pederastas», dice la madre con evidente desengaño. Han sentido la desesperación al ver que no se practicaba ninguna de las diligencias que solicitaron y al pensar que los profesores a los que se refirió su hijo, «uno de ellos con tres décadas de antigüedad en el centro», pueden hacer daño a otros menores. También han sufrido una «doble victimización» al sentirse cuestionados por las personas a las que acudieron pensando que les ayudarían. Especialmente chocante para la madre fue el informe del forense en el que se sintió atacada. «¿Qué ganamos con denunciar algo así? ¿Qué ganamos con tener que sacar a mi hijo de un colegio? ¿Con llevar tres años desperdiciando tiempo, energía, dinero? ¿El nuevo colegio también miente, y la psicóloga, y otros expertos a los que hemos consultado? ¿Se va a inventar un niño de cinco años todas esas cosas y va a fingir sentimientos tan claros? Si a tu hijo no le ha pasado nada, un buen profesional te daría el alta y a nosotros no nos atendería, no haría falta», afirma. «Ha llegado un punto que tenemos que elegir entre volver al camino judicial, intentar reabrir la causa con nuevas pruebas, o cuidarnos como familia, porque esto provoca un desgaste brutal. Económico y psicológico», reflexiona el padre, que repite: «Desde el principio hemos subido una montaña y parecía que nunca llegaríamos a la cima. Una montaña con pinchos, llena de espinas», concluye El Independiente.





