FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. El funcionario que me interrogaba no estaba muy convencido de mi paseo retórico. En su cara se veía la duda, pues no tenía claro si franquearme el paso y facilitarme las revistas o despejarme a otro burócrata de más experiencia. Le quité hierro al asunto respondiendo a casi todo que no quería reproducciones, que yo solo trabajaba con papel y lápiz, tomaba nota y punto, además de que no quería imágenes, porque lo que menos me interesaba era las fotografías. Solo buscaba artículos de opinión o noticias. Nada más. Al final le aclaré que mi propósito era realizar un trabajo personal, quizás para un artículo de periódico. Nunca dije que estaba preparando ese libro que luego sería famoso y que se titulaba «Outing en España. Los españoles salen del armario».
Cuando creí que ya traían las revistas o el Party, vino otro funcionario de mediana edad, pero solo a verme. La verdad es que me miró de arriba abajo con el ceño fruncido. No dijo nada y se fue… No sé, me extrañó, la verdad, tanto examen inquisitorial a finales de los años noventa del siglo XX. Pero más extrañado me quedé cuando me dijeron que tenía que abandonar la sala principal de lectura y me enviaron a un pequeño rincón de otra salita lateral. Desnuda de decoración, solo habilitada con una silla y una mesa. Me mandaron esperar, y de pronto trajeron unos cuantos ejemplares entre grandes pliegos de papel y los depositaron en aquella mesa fría a la que solo faltaba el sudario.
Empecé a ojear u hojear emocionado la primera revista. Creo que las manos me temblaban… Entonces, un imperativo «espere» de profundo acento castellano me detuvo. Miré abrumado y unos operarios colocaron a mi alrededor un biombo que me dejó aislado dentro de un triángulo formado con la esquina más recóndita de la salita. Nadie me veía y a nadie veía. Solo el Party y yo. ¡Qué triunfo! Al pasar las páginas, creí sonrojarme más de una vez, porque la visión de las fotos me evocó recuerdos de momentos en soledad, pensando más allá del lugar donde habitan las musarañas. Los primeros artículos sacaban a la luz las oscuridades de unos cuantos armarios. Me encantó ver la revista en la que una jovencita Bibí Andersen posó desnuda cuando todavía tenía más cosas que enseñar. Alguien había arrancado las páginas centrales, en las que se exhibía plenamente, pero este número de Party, sin mutilación, lo conservaba uno de mis amigos de la Movida que también era amigo de la Andersen… Próximo capítulo: la salida del armario de Miguel Bosé.
El “outing” gay y el escándalo por el primer desnudo de Bibi Andersen: fotos tras un biombo
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