Los monumentos al «soldado desconocido» que pueblan el resto de Europa (en la imagen el de Roma) se transforman en España en monolitos a los «Caídos por España«, lo que les otorga un significado político del que carecen en el resto del continente (a la derecha, el obelisco en la Plaza del 2 de Mayo en Madrid)

DR. F. ORENGO GARCÍA. Médico psiquiatra (Majadahonda). Continuación del primer artículo. ¿Cómo deberíamos hacer para conjurar el pasado y enfrentarnos valientemente, sin rencor ni miedo, a nuestro propio destino como nación española?. Los países que lo han hecho y siguen haciéndolo, como es el caso alemán que es el que mejor conozco, han tenido que casi obligarse a sí mismos a reunirse con sus “enemigos del pasado”, sus “adversarios de antes” pero sus “hermanos de patria” al mismo tiempo, y hablar compartiendo el pasado familiar de cada uno de ellos. Por ejemplo, en Alemania ha habido un trabajo formidable del mundo de la cultura, de las televisiones, de las universidades e institutos de psicoterapia en juntar a hijos de nazis con hijos de judíos para elaborar el duelo. En Israel y en Alemania. Esta es la esencia de la labor terapéutica de la democracia. Es el trabajar grupalmente, todo aquello que nos separa, nos daña o ha dañado. Pero el objetivo final es el respeto por el dolor y el duelo ajenos. Así lo hicieron también los irlandeses con los acuerdos de viernes santo, después de décadas de una guerra civil interminable y larvada.

Dr. Orengo García

Por cierto, tuve ocasión de impartir un taller sobre psicotraumatología en Belfast hace años y allí estaba Monica McWilliams (1) una de las fundadoras del “partido de las mujeres” de Irlanda. Esta mujer, parlamentaria y católica por la Northern Ireland Womens Coalition, consiguió junto con Pearl Sagar, una trabajadora social protestante, así como otras madres y hermanas o esposas de provisionales del IRA o del bando contrario (protestantes norirlandeses) armar los acuerdos que pusieron un final a tanta desgracia y dolor. Pero fueron ellas, según nos refirió la Sra. McWilliams en su ponencia, las que cansadas de tanto sin sentido y violencia, invirtieron cientos de horas hablando con los hombres, con los “soldados” de los diferentes grupos en guerra, las que consiguieron romper el hielo del odio y la amenaza constante que genera la paranoia y el miedo.

La paz y la guerra son también una cuestión de género. También de gran valor han sido las iniciativas desarrolladas por el psicoanalista y psiquiatra turcochipriota Vamik D. Volkan (2) y descritas en su libro publicado en Alemania con el título “Zur Psychoanalyse nationaler, ethnischer und religiöser Konflikte” (3). El Profesor Volkan, posteriormente ciudadano norteamericano, fundó con otros colegas el Center for the Study of Mind and Human Interaction (CSMHI) (4), especializado en la resolución de conflictos internos en países donde diferentes grupos culturales y/o étnicos se disputan la identidad nacional. El conflicto entre Turquía y Grecia que, afortunadamente, parece que se va resolviendo, es paradigmático por su cronicidad, similar a los conflictos catalán y vasco del estado español. Es necesario y sería formidable que en España se diera un movimiento reconciliatorio, terapéutico y reparador como los mencionados ya que esta situación de continuo enfrentamiento político se mantiene. Este ambiente, esta atmosfera no favorece a los más débiles de la sociedad. A los niños, adolescentes y personas mayores asustadas por ello. Y, no se nos olvide, emocionalmente nadie vence a ningún enemigo por las armas.

El miedo, la paranoia y las pesadillas siguen. Generación tras generación como un cáncer mental metastásico inacabable y trasferible de generación en generación. En las victimas y en los que cometen atrocidades. También en sus familias, sean estas de la filiación política que sean. Por ello, es necesario, fundamental, elaborar con nuestros supuestos enemigos el miedo, el temor y, sobre todo la pena. En conclusión, el psiquiatra colectivo del que hablaba el periodista Iñigo Domínguez no tendría a mi juicio otro interés en esta cuestión que el de promover una verdadera “psicoterapia nacional” en la que los temas y conflictos que nos afectan se puedan trabajar en lugares de encuentro pensados para ello como las Cortes o los parlamentos autonómicos y el Senado. También desde luego en otros lugares de paz y conciliación, laicos y religiosos. Lugares de inteligencia emocional y sabiduría colectiva. ¿Por ello, para cuándo seremos capaces los españoles de fomentar la creación de comisiones mixtas trasversales, entre todos los partidos, para ayudar a sacar a nuestra querida España de su duelo inacabable?

 

 

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