Acto de conmemoración y homenaje en Majadahonda a las víctimas del Holocausto judío por el genocidio nazi. Estuvieron presentes el Grupo Popular, Vox, PSOE y “Vecinos por Majadahonda”, pero faltó Más Madrid-Izquierda Unida, que le dio la espalda ©Miguel Berrocal

DR. F. ORENGO GARCÍA. Médico psiquiatra (Majadahonda): La ciudad de Majadahonda celebraba el pasado día 4 de febrero (2024) un acto de conmemoración y homenaje a las víctimas del Holocausto judío por el genocidio nazi y ese mismo día el periodista Iñigo Domínguez publicaba en el diario El País un artículo en la sección de «Ideas» encabezada con el lema “Trabajar cansa”. El articulo se titula “Hay días para sentirse orgulloso de ser español” y el periodista celebra que España y su gobierno actual sigan mandando ayuda a la agencia de las Naciones Unidas de ayuda a Palestina (UNRWA) a pesar de que 16 países hayan cortado dicha ayuda tras la acusación de Israel de que 12 empleados de los 30.000 que tiene la agencia, participaran en los atentados del pasado 7.10.23. Pero además de comentar lo que acabo de referir, Iñigo Domínguez hace en el artículo una serie de consideraciones de interés sobre la forma que tiene España de considerar y de “llevar” sus pasados o, mejor diría yo, sus “pasados traumáticos”. En este contexto, Iñigo Domínguez alaba una iniciativa del diario Marca que publicó con motivo del aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz – Birkenau, el 27 de enero de 1945, un trabajo de 16 páginas, firmado por el periodista José Ignacio Pérez.


Dr. Orengo García

Este periodista era pariente de un español, Segundo Espallargas, alias «Paulino«, que se hizo famoso como boxeador en el campo de concentración. Es esta una historia realmente escalofriante de enorme eco emocional para cualquier persona, sobre todo españoles en general, pero, más aún, los aragoneses de Teruel, provincia de donde provenía Paulino. Allí se está construyendo, según refiere el Iñigo Domínguez, un museo de la guerra civil a iniciativa de un grupo de investigadores liderados por el profesor Gutmaro Gómez Bravo. Dicho esto, plantea Iñigo Domínguez en una breve frase, pero de enorme enjundia, que somos “una auténtica anomalía en Europa en relación con nuestro pasado”. Y añade: “Un extranjero siempre flipa de que vivamos con esa carga de secretos, leyendas urbanas, cosas no dichas, no sabidas, no reconocidas, y aniversarios no celebrados. En fin, tanta ignorancia. Vivimos en la desmemoria, y se nota, sobre todo en el burdo manejo de pasado”.

Es cierto lo que afirma. Yo he vivido algunos años fuera de España y, por diversas razones que me gustaría tratar en esta serie de artículos, he percibido una diferencia cultural sensible en la forma en que se elabora, aún hoy en día, el pasado traumático nacional en Alemania o EE. UU. pongo por caso, con la forma y manera en que se hace en España. Y, para concretar aún más lo postulado, Iñigo Domínguez añade: “Si tuviéramos todos claras cuatro cosas básicas, una memoria de hechos indiscutibles que todos lamentamos, viviríamos mejor. Se dirían menos tonterías, eso seguro, como que esto ahora es una dictadura. En Italia o Alemania tienes en la tele cada semana un documental sobre su traumático pasado, y ya no es polémico, es una cuestión central de su identidad. Aquí es una clave oculta no resuelta, que explica comportamientos que requerirían un psiquiatra colectivo”.

¿Qué nos pasa en Majadahonda? ¿Qué nos pasa en España?». Los comentarios de Iñigo Domínguez dan para varias reflexiones. La principal estaría tal vez relacionada con la siguiente pregunta, ¿qué nos diferencia a nosotros, como sociedad, de otros países que reflexionan sobre su pasado de manera más crítica y pausada, para aprender y asumir lo aprendido?. A mi juicio, es el hecho de que hayamos padecido un severísimo trauma, nada menos que una guerra civil, donde los españoles están en guerra consigo mismos, lo que impide rememorar y reflexionar desapasionadamente. Sin inquina ni odio hacia otro español, hacia otro que es de tu misma cultura, identidad y pasado. Realmente, en España no ha pasado aún del todo, no se ha elaborado públicamente el dolor, la angustia y el duelo que causó una tragedia de este porte. La victoria de un bando sobre otro y su posterior larga dictadura sobre los vencidos y sobre muchos españoles, sin o con filiación política concreta, dejó una profunda huella de sufrimiento colectivo. Es el recuerdo de ello lo que aún impide acercarse de manera natural a la memoria y al recuerdo de lo vivido en muchas familias, en cientos de ciudades y pueblos españoles. Es el dolor que genera el recordar y al mismo tiempo la permanente necesidad de evitar lo traumático desconectando para ello de manera activa los mecanismos de recuerdo y olvido, de la memoria. Es la gran “amnesificación” nacional. Nuestra gran desmemoria autoprescrita.

Sin embargo, esta necesidad activa de olvido no evita que los fantasmas, las pesadillas del pasado, reaparezcan una y otra vez. Como en cualquier historia de trauma. Individual y colectivo. Ni siquiera el logro histórico de la reconciliación entre españoles que supuso la transición y la instauración de la democracia, pudo y puede mantener congelados los recuerdos de una etapa de barbarie. Sobre todo, cuando como ahora vuelven tiempos de incertidumbre y guerras diversas a nivel mundial que recuerdan estas mismas dinámicas. Este temor a “regurgitar el pasado”, al fallar esta amnesia impuesta, pretende ser una conducta de evitación de los miedos y angustias que nadie desea. Pero, entonces, ¿cómo deberíamos hacer para conjurar el pasado y enfrentarnos valientemente, sin rencor ni miedo, a nuestro propio destino como nación española?. Segundo y último capítulo: «Abordar nuestros traumas españoles con valentia».

Majadahonda Magazin