
«Trotsky y Stalin. Aliados en la génesis, enemigos en el desenlace. El primero, el arquitecto del Ejército Rojo, idealista incendiario, amante del verbo y del intelecto. El segundo, el burócrata inescrutable, maestro del silencio, del cálculo y de la sospecha. Ahora caminan juntos, en este purgatorio sin puertas, donde las palabras no redimen, pero tampoco mueren».
MIGUEL SÁNCHÍZ. (Majadahonda, 15 de octubre de 2025). Encuentros: Stalin Vs Trotsky . La Revolución Rusa prometía un nuevo mundo, un orden sin opresión, sin clases, sin tiranos. Pero como tantas revoluciones antes que ella, su camino se manchó de sangre y traiciones. En el centro de esta historia, dos nombres resuenan con fuerza: Iósif Stalin y León Trotsky . Dos hombres que compartieron la lucha por derrocar al zarismo, pero que terminaron enfrentandos en una batalla despiadada por el destino de la Unión Soviética. Trotsky, el intelectual brillante, estratega de la Revolución de Octubre y creador del Ejército Rojo , soñaba con una revolución permanente que incendiara al mundo entero. Stalin , el calculador implacable, creía en la consolidación del socialismo dentro de las fronteras soviéticas antes de expandirlo. Pero más allá de las diferencias ideológicas, lo que se impuso fue el poder. Stalin , con su maquinaria de purgas y propaganda, se convirtió en Trotsky en el enemigo número 1 del Estado, persiguiéndolo hasta los rincones más lejanos del mundo, hasta que un piolet en el cráneo en México puso fin a la disputa… al menos en el plano terrestre. Ahora, en el Más Allá, sin la sombra de la KGB ni el eco de los discursos oficiales, ambos se encuentran cara a cara. ¿Cómo justifica Stalin su despiadada persecución? ¿Fue Trotsky un peligro real para la Unión Soviética o solo un obstáculo en el ascenso de un dictador? ¿Era el camino de Stalin una necesidad histórica o una traición a la revolución? Sin ejércitos, sin espías, ni guardias rojos, esta vez solo las palabras decidirán el vencedor.
UN PASILLO INTERMINABLE, DONDE LAS SOMBRAS DE LA HISTORIA SE PROYECTAN EN LAS PAREDES COMO VIEJAS NOTICIAS PROPAGANDÍSTICAS. Dos figuras caminan, una con la pesadez de un monolito de acero, la otra con la mirada afilada como un bisturí. En la arquitectura de la historia hay corredores que nadie desea recorrer. Pasillos silenciosos donde los nombres ilustres se tornan espectros y las glorias de antaño, ecos inciertos. En uno de esos corredores, en una dimensión donde las ideas no mueren y los crímenes jamás se prescriben, dos figuras se encuentran. No hay saludo. No hay abrazo. Solo una tensión antigua que sobrevive incluso a la muerte. Son dos hombres que una vez soñaron lo mismo, aunque por caminos irreconciliables. Ambos creyeron en la revolución como forma de redención de los pueblos, pero mientras uno la concibió como un proceso dinámico y universal, el otro la petrificó en el molde de su poder absoluto. Entre ellos, un océano de sangre y traiciones, de manifiestos quemados y camaradas enterradas sin nombre. Trotski y Stalin. Aliados en la génesis, enemigos en el desenlace. El primero, el arquitecto del Ejército Rojo, idealista incendiario, amante del verbo y del intelecto. El segundo, el burócrata inescrutable, maestro del silencio, del cálculo y de la sospecha. Ahora caminan juntos, en este purgatorio sin puertas, donde las palabras no redimen, pero tampoco mueren.
TROTSKY:
¿Me dirás, Iósif, con tu retórica de hierro, qué te llevó a convertirte en el sepulturero de la revolución que juraste proteger?
STALIN : La revolución, León, no es un poema romántico. No se defiende con panfletos ni se sostiene con discursos inflamados. Se protege con acero… y con silencio.
TROTSKY: Silencio fue lo que impusiste. A la prensa, al pensamiento, al partido, a las madres que buscaban a sus hijos desaparecidos. Tú no dirigiste una revolución: la degollaste y te sentaste sobre su cadáver.
STALIN: No hay revolución sin sacrificios. Tú, más que nadie, deberías saberlo. ¿O ya olvidaste las órdenes que diste en la guerra civil? ¿La sangre de los «blancos», los anarquistas, incluso de obreros que no pensaban como tú?
TROTSKY: Nunca me escondí de mis decisiones. Tú, en cambio, purgaste a media cúpula bolchevique mientras murmurabas lealtad al partido. ¿Dónde están Bujarin, Zinóviev, Kámenev, Radek? ¿Dónde está el alma del Comité Central?
STALIN: Están donde deben estar los traidores. ¿Acaso esperabas que, en medio del caos, permitiéramos divisiones internas? El socialismo no sobrevive con indulgencia, León. Sobrevivir con disciplina.
TROTSKY:
No fue disciplina. Fue paranoia. Convertiste el Komintern en una sombra vacía, redujiste el marxismo a un dogma monolítico y anulaste todo lo que oliera a disenso. El socialismo debía evolucionar, no fosilizarse en tu culto a la personalidad.
STALIN:
¿Evolucionar, dice? ¿Como en tu «revolución permanente»? Una fantasía de internacionalismo inservible. Rusia necesitaba consolidación, no aventuras mesiánicas por Europa.
TROTSKY: ¡La revolución debía expandirse o morir! Ese fue siempre su espíritu. Tú la encerraste tras tus muros, la convertiste en una fortaleza sitiada por enemigos imaginarios, y luego, para justificar tu delirio, los fabricaste.
STALIN: Y sin embargo, yo goberné. Yo construí fábricas donde tú veías panfletos. Yo levanté represas mientras tú soñabas con París y Berlín. Yo gané la guerra contra Hitler. ¿Dónde estabas tú, León, cuando el mundo se quebraba?
TROTSKY: Exiliado. Perseguido. Atrapado entre el recuerdo de lo que debimos ser y el terror de lo que te habías convertido. Pero aún desde México, anuncio del monstruo que habías parido. Fuiste el arquitecto de la mayor maquinaria represiva de la historia moderna.
STALIN: Y tú, el eterno exiliado. El teórico sin tierra. El revolucionario sin revolución. Hablabas de principios mientras yo trazaba fronteras. Hablabas de libertad mientras yo forjaba un imperio.
TROTSKY:
¡Un imperio! Exactamente. No un estado obrero, sino un imperio de miedo. ¿No ves la ironía? El georgiano campesino que destruyó la utopía proletaria para instaurar una nueva zarina, con tu cara en todos los muros.
STALIN :
Y sin embargo, aún hay quienes me veneran. Mientras tú… tú terminas con un piolet incrustado en el cráneo, traicionado por tus propios guardaespaldas, abandonado en una casa extranjera.
TROTSKY: ¿Tú crees que eso me disminuye? Yo morí por mis ideas. Tú vives para destruirlas. No hay estatua que eternice la ignominia, Iósif. El bronce también se oxida.
STALIN: La historia la escriben los vencedores.
TROTSKY: Y la corrección de los tiempos. Nadie permanece impune ante la verdad. Puede tardar décadas, pero llega. Tus archivos se abrieron. Tus crímenes se leyeron. Tu sombra será eterna, sí… pero no por grande, sino por oscura.
STALIN: (Silencio) Creíste que podrías gobernar con ideas. Yo goberné con hechos.
TROTSKY : Y sin embargo, las ideas sobreviven. Tú mataste cuerpos. Yo sembré palabras. Y las palabras, Iósif, son semillas que germinan incluso en los suelos más hostiles.
STALIN:
(Titubea) Tus palabras… no detuvieron los tanques. No impidieron las hambrunas. No doblegaron al tiempo.
TROTSKY: Pero despertarán conciencias. No en los tuyos, sino en los que aún no han nacido. Tu victoria fue táctica. La mía será histórica.
[Las sombras del pasillo se mueven inquietas. Stalin sigue caminando, indiferente, con sus pasos pesados. Trotsky se detiene. Su silueta se yergue firme en la penumbra, los ojos encendidos no por la ira, sino por la certidumbre. El pasillo se estrecha. Las sombras crecen. Stalin se aleja, como un eco que se desvanece. Trotsky permanece, sabiendo que, aunque asesinado, su voz aún no ha sido callada.]
Sin palabras. Encuentro imposible. Solamente si existe una mampara resistente entre los dos personajes.
Como es posible que dos figuras tan importantes de la Revolución Rusa, hayan destrozado el ideal de la misma. Convirtiéndose uno de ellos en un asesino y el otro en un burócrata.
Impresionanre este análisis histórico que me ha hecho imaginarlo como muy real y factible aunque, sin duda, sin la cordialidad de tu discurso Saludos.
Qué buen texto. Trotsky fue asesinado, pero su voz sigue viva. Stalin gobernó con mano dura, pero la historia lo ha dejado como una sombra oscura. Al final, las ideas sobreviven más que los tanques. Me ha encantado.
Una pregunta: ¿eran estos dos políticos judíos?
La dinámica de las revoluciones, la necesidad liberadora de la represión que de sufre, en el pasado como en el momento histórico que se dan, unifica y une a antagonistas contra el enemigo en común,
Una vez conseguido el poder, se liberan también las diferencias, rompe el vínculo primigenio idealizado.
Alguien dijo » la revolución devora a sus hijos.
Stalin traicionó la revolución para conseguir el poder absoluto, sin definición alguna y ambiguo, hombre mediocre delirante, y autogenocida.
Trotsky, merece un análisis muy amplio por su intelecto, teoría y hechos realizados, vió más clara la universalidad del sufrimiento ocasionado por unas pocas naciones y élites supremacistas, de ahí, SU REVOLUCION PERMANENTE, universal y continua en el tiempo.