«En el marco de este encargo del Rey, que pretendía establecer las bases para un nuevo encaje de Cataluña dentro del Estado español, se organizó una visita a Josep Pla, una figura cuya opinión y visión sobre Cataluña eran profundamente respetadas. Federico Mayor Zaragoza se entrevistó con 128 catalanes importantes de la política de Cataluña. La conclusión era que 120 de ellos no hablaron nunca de emancipación o independencia. Temían más al centralismo de Barcelona que al de Madrid. No es una opinión, es un testimonio»

MIGUEL SANCHIZ. (14 de septiembre de 2024). Josep Pla: La Vida Curiosa en Llofriu. Tuve la oportunidad de conocer a Josep Pla en su casa de Llofriu, un encuentro que se produjo en un contexto histórico de gran relevancia. Federico Mayor Zaragoza, a quien el Rey Juan Carlos había encomendado la presidencia de la Comisión para el Estudio de un Régimen Especial para Cataluña, me nombró su jefe de prensa. En el marco de este encargo del Rey, que pretendía establecer las bases para un nuevo encaje de Cataluña dentro del Estado español, se organizó una visita a Pla, una figura cuya opinión y visión sobre Cataluña eran profundamente respetadas. Federico Mayor Zaragoza se entrevistó con 128 catalanes importantes de la política de Cataluña. La conclusión era que 120 de ellos no hablaron nunca de emancipación o independencia. Temían más al centralismo de Barcelona que al de Madrid. No es una opinión, es un testimonio. Cuando Mayor Zaragoza se personó en la Zarzuela para dar cuenta al Rey de su gestión, este se encontraba, en ese momento, con Adolfo Suárez. “Ya sé que es imposible, pero en realidad lo que desean los políticos catalanes es el regreso de Josep Tarradellas al frente de la Generalitat”, fueron las palabras de Mayor Zaragoza. Adolfo Suárez, dirigiéndose a quien había pronunciado ese dictamen, le dijo: “Profesor ( siempre le había llamado Profesor) la palabra imposible ha dejado de existir en el Diccionario Español».


Miguel Sanchíz

Palabras para la Historia. Volvamos al encuentro con Josep Pla. El encuentro con Pla fue revelador. Su casa en Llofriu era un reflejo perfecto de su personalidad: sencilla, austera, pero llena de encanto y de historias que parecían haberse impregnado en las paredes. Pla, con su mirada penetrante y su voz pausada, hablaba con la sabiduría de alguien que había vivido intensamente y que, al mismo tiempo, había encontrado en la sencillez del campo el equilibrio necesario para sobrevivir al torbellino de la vida. En Llofriu, Pla dedicaba su tiempo a escribir, pero también a disfrutar de placeres sencillos como pasear por los campos, observar el cielo o conversar con los vecinos. Fumar y degustar un buen “güisky”. Comía poco y con especial preferencia, colas de langosta. Fumaba cigarrillos que él mismo se liaba del famoso, entones conocido Caldo de Gallina, que no eran otro, que el taco de tabaco suelto  para liar «Ideales«.  


«En una ocasión, un periodista le preguntó por qué no decoraba más su casa, a lo que Pla respondió: “Las casas deben ser como los libros: sin adornos innecesarios. Lo importante es lo que contienen, no cómo lucen por fuera”. Esta filosofía minimalista reflejaba su enfoque de la vida y la escritura: directo y sin florituras»

Esta vida tranquila, lejos de las luces de las grandes ciudades, le permitió mantener una perspectiva única sobre el mundo y sobre Cataluña, que se refleja en toda su obra. Cuando conocí a Josep Pla, se había deshecho de todos sus libros y confesó que estaba en la Contracultura. En la larga conversación que mantuvo con Federico Mayor, siempre en catalán, insistió en que tuviera “mucho cuidado con el Praga” (Fraga) pues había entrado en un desmesurado gasto del dinero. Se quejaba del mucho dinero que le había ofrecido una importante publicación, por un articulo suyo: ¡30.000 pesetas!. ¡¡¡Están locos¡¡¡ No se puede dilapidar el dinero de esta manera, contaba. Los echó de su casa. Para completar este artículo, repetiré algunas de las anécdotas que me contaron del personaje y guardaré para el cierre, la que que me contó. Estas anécdotas, al incorporarse al artículo, ayudarán a pintar un retrato más completo y humano de Josep Pla, destacando su personalidad única y su profundo vínculo con la tierra catalana. Josep Pla, uno de los escritores más destacados de la literatura catalana, llevó una vida profundamente marcada por su conexión con su tierra natal, especialmente con su casa en Llofriu, un pequeño pueblo del Bajo Ampurdán. Este rincón tranquilo de Cataluña se convirtió en un refugio para Pla, un lugar donde podía dar rienda suelta a su ingenio literario y disfrutar de la paz que tanto anhelaba. Pla nació en Palafrugell en 1897, y desde joven mostró un interés insaciable por las letras y el periodismo. Sin embargo, su relación con Llofriu, donde poseía una modesta casa de campo, fue más que una simple residencia; fue un refugio espiritual y creativo. Aquí, rodeado de los paisajes rurales que tanto amaba, Pla escribió algunas de sus obras más importantes, capturando la esencia de Cataluña con una precisión y belleza inigualables.

«Una vez relató cómo durante una de estas caminatas, se topó con un pastor que lo saludó diciendo: “No hay nada como la tranquilidad de nuestro campo”. Pla, que solía ser muy crítico con la modernidad, respondió: “Y no hay nada como la gente que sabe apreciar lo sencillo”

Josep Pla tenía una relación casi mística con los paisajes de su tierra natal. Solía contar que, cada vez que regresaba a Llofriu después de uno de sus numerosos viajes, lo primero que hacía era dar un largo paseo por los campos cercanos a su casa. Una vez relató cómo durante una de estas caminatas, se topó con un pastor que lo saludó diciendo: “No hay nada como la tranquilidad de nuestro campo”. Pla, que solía ser muy crítico con la modernidad, respondió: “Y no hay nada como la gente que sabe apreciar lo sencillo”. Este tipo de experiencias alimentaban su escritura, en la que la naturaleza y la vida rural ocupan un lugar central. Pla era un apasionado de la gastronomía, lo que se refleja en su obra «El que hem menjat», donde narra con detalle las comidas tradicionales catalanas. Pla solía recibir a sus invitados en Llofriu con platos que él mismo cocinaba, siempre utilizando productos locales. Una vez contó que preparó un «suquet de peix» (un guiso de pescado típico) para un amigo francés, quien quedó tan impresionado que insistió en llevarse la receta. Pla, con su habitual sentido del humor, le dijo: “Te la doy, pero dudo que en París encuentres un pescado tan fresco como el de Palamós”.

Josep Pla: «Se quejaba del mucho dinero que le había ofrecido una importante publicación, por un articulo suyo: ¡30.000 pesetas!. ¡¡¡Están locos¡¡¡ No se puede dilapidar el dinero de esta manera, contaba. Los echó de su casa»

Aunque Pla fue un escritor de éxito, su casa en Llofriu era sorprendentemente austera. Se sabe que recibía a sus visitantes en una sala sencilla, con muebles rústicos y paredes desnudas. En una ocasión, un periodista le preguntó por qué no decoraba más su casa, a lo que Pla respondió: “Las casas deben ser como los libros: sin adornos innecesarios. Lo importante es lo que contienen, no cómo lucen por fuera”. Esta filosofía minimalista reflejaba su enfoque de la vida y la escritura: directo y sin florituras. En un momento de la conversación con Federico Mayor Zaragoza, Pla comentó: “La política es como la niebla en el Ampurdán, viene y va, pero al final lo único que queda es la tierra”. Su escepticismo no solo era político, sino también filosófico; Pla desconfiaba de las grandes ideas abstractas y prefería la realidad tangible y concreta de la vida cotidiana. Cuando nos despedimos, tras una larga y fecunda entrevista que duró algo mas de una hora, Pla, como para cerrar su pensamiento, dijo: “El hombre es un tubo que come y caga”. La Comisión para el Estudio de un Régimen Especial para Cataluña fue creada en 1981. Esta comisión fue encargada por el presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, como parte de los esfuerzos para abordar las demandas de autonomía de Cataluña tras la aprobación de la Constitución de 1978 y el Estatuto de Autonomía de 1979. Federico Mayor Zaragoza fue nombrado presidente de dicha comisión. El legado de Josep Pla no solo reside en sus libros, sino también en la forma en que vivió su vida: con una curiosidad insaciable, una profunda conexión con su tierra y una simplicidad que, paradójicamente, le permitió comprender las complejidades del ser humano y del mundo que lo rodeaba. La batalla con su editor: Pla era famoso por su carácter testarudo y su perfeccionismo. Se cuenta que, durante la preparación de una de sus obras más importantes, tuvo una fuerte discusión con su editor porque Pla insistía en revisar por enésima vez las pruebas de imprenta. El editor, exasperado, le dijo: “Josep, si sigues así, nunca acabaremos”. Pla, impasible, respondió: “Prefiero no acabar nunca a publicar algo que no esté bien”. Este perfeccionismo extremo es parte de la razón por la que su obra sigue siendo tan valorada.

Majadahonda Magazin