VICENTE ARAGUAS. (Julio de 2024). Con la misma alegría que producen los sueños utópìcos, esto no es un pleonasmo sino oxímoros cuando devienen pesadillas, emprendemos, dicentes y discentes, la segunda etapa de un Camino Inglés (que en puridad debiera empezar en Durham, Norte de Inglaterra, tan lejos de nosotros como Conan Doyle de Pérez-Reverte). Una etapa breve, un poco menos, cierto, que la que une Ferrol con Neda, que nos lleva, por su escasa dificultad, casi en volandas. De Neda a Fene, a un lado la Ría de Ferrol, y los que fueran los Astilleros de Astano, invención de un idealista llamado Don José María González-Aller, al que la fuerza de la razón liberal (igual de generosa siguiendo a Cervantes) obligó a mantener su estatua en el Esteiro de Ferrol, apuntando a Fene. Pero el Camino en este caso cruza Fene, superada la carretera nacional, por sus interiores rurales y, por lo tanto, de una belleza sosegada. Lástima que nuestra ruta no suba a la Capilla de Santa Ana, bien que en algún caso yo haya hecho caso omiso de la disciplina caminera regulada: vale la pena.
Traspasamos Fene, un municipio amplio que carece de capital, en forma de villa o “vila” propiamente dicha, y llegamos a Cabanas (o Cabañas) “concello” decididamente rural, pero que cuenta con una de las playas más señoriales de Galicia. La que se abriga con un pinar majestuoso, el de La Magdalena. Un pinar que permite conjugar el baño tan cercano con una mirada respetuosa al silencio. Que este se puede mirar lo sabía muy bien Juan Ramón Jiménez, muy probablemente el poeta más importante del Siglo XX, y aun de todos los tiempos (con permiso de San Juan de la Cruz). Lástima que la gente se quede con la anécdota asnal. Como los que creen que el Camino es un pretexto para cuatro tonterías y miradas insulsas sobre algo que se ha cimentado en el tiempo, y trajo a España el románico, por ejemplo. O llevó al Maestro Mateo a policromar el Pórtico de la Gloria. Por ejemplo o como ejemplo. Ahora, el peregrino que ha llegado a Cabanas hará bien en sumergirse en este mar moderadamente frío, nada que ver con el caldoso Mediterráneo de los últimos veranos, que perteneciendo a todos podemos incluirlo en la Ría de Ares, parte del “Portus Magnus Artabrorum”. Mar en el que sosegar el cuerpo y el alma, si es que el Camino no ha logrado todavía tal efecto. Y enfrente de Cabanas, se habla ahora de un tercer puente, el segundo, el de ferrocarril, que la una con Pontedeume, se halla esta villa medieval, que fuera con los Andrade capital subsidiaria de As Mariñas.
La primera, Betanzos, a la que accederemos mañana. De momento llegaremos a ella a través del puente decimonónico, el primigenio, que sustituyó al de los Andrade, con sus animales totémicos, oso y jabalí, en su extremo eumés. Naturalmente que es el Eume, de ahí el nombre, el que da origen a la ría en la que ahora nos hallamos. Más arriba, y eso será motivo de otro viaje, están las “fragas” (bosques organizados) del Eume, com el cenobio de Caaveiro sobrevolándolas. Pero esto para otra ocasión, que el Camino no da para tanto. Que hoy toca solazarnos en la villa, que domina el Torreón de los Andrade, actualmente oficina de turismo. Pasear bajo sus soportales y, tal vez, callejear por la Feria Medieval, que aquí tiene en verdad más sentido y encanto que en otros lugares. Los chicos dormirán, la etapa de mañana es bien dura, el Pabellón de A Casqueira. Los chicos con sus profes. Quien no desee duro suelo puede optar por el Hostal Allegue, sobre la plaza del Convento, donde hoy está la Casa de la Cultura, Y es que en Pontedeume hasta las metamorfosis son un bien cultural. Como la luna plácidamente llena en esta noche eumesa. *Vicente Araguas es poeta y escritor majariego, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión).