
El músico Alberto Vera inicia su colaboración con MJD Magazin: «Esa narrativa de marketing ya ha alcanzado a la política y al periodismo y enturbia, también, al deporte, a la música, al yoga, al teatro… Aquellos grupos de heavy metal y rock alternativo (recordemos que aquí nació Dover) relegados a las salas privadas (donde deben pagar, también, para tocar), ya no tienen cabida en la escasa propuesta que ofrece el Ayuntamiento»
ALBERTO VERA. (Majadahonda, 21 de septiembre de 2025). Mi experiencia vital en nuestro insigne municipio de Majadahonda. Cuando retorno al pueblo de mi infancia, solo observo un trasiego impersonal y desmedido. Las fiestas, salvo en su concepción tradicional (Toros e Iglesia), gozan de una pluralidad sesgada, dependiente de los recursos individuales. Aunque las actividades, en las celebraciones, sean gratuitas, cualquier afición o reunión requiere un desembolso. Esa narrativa de marketing ya ha alcanzado a la política y al periodismo y enturbia, también, al deporte, a la música, al yoga, al teatro… Aquellos grupos de heavy metal y rock alternativo (recordemos que aquí nació Dover) relegados a las salas privadas (donde deben pagar, también, para tocar), ya no tienen cabida en la escasa propuesta que ofrece el Ayuntamiento. Los jóvenes se apiñan en algún asiento improvisado para rendir pleitesía a la era digital, sin mirarse, sin ejercer la opinión pública, malinformándose a través de vídeos instantáneos publicados por algún falso periodista. Sí, siento una profunda inquietud y una intensa melancolía, porque no encuentro libertad, complicidad, ni armonía en los nuevos hábitos. ¿Se imaginan a un alcalde reformando un antiguo edificio y ofreciéndoselo a los jóvenes para su disfrute? Hasta ahora, esto solo lo he visto en algunas ciudades pudientes al norte de Europa y en Guadarrama. La Casa de la Cultura o La Casa del Mayor están colapsadas y subsisten gracias a un voluntariado que debería cobrar por sus valiosos servicios. Esta carencia es ridícula… obscena en un municipio con semejante riqueza. Eso sí, para las florecitas, las luces navideñas y la promoción encubierta de las marcas, no se escatima.
TODOS LOS PUEBLOS ESPAÑOLES HAN DISFRUTADO O PADECIDO IMPACTANTES TRANSFORMACIONES EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS, según el punto de vista. Será muy distinto aquel que recuerda el abuelo, el hijo o el nieto. El abuelo majariego recordará cultivos, casitas blancas y caminos de tierra. El hijo, las primeras urbanizaciones, el incipiente comercio y la insalvable especulación. El nieto nació en un entorno de franquicias, centros comerciales catedralicios, casas impagables y extenuantes colas hacia la urbe. Este último, hipnotizado por las capciosas y adictivas aplicaciones digitales, parece que, ni siente, ni padece. Esta última generación nace acostumbrada a esta explosión mercantil e inmobiliaria, en la cual, respirar cuesta dinero. Les adelanto que no puedo brindar soluciones a la masificación poblacional que sufre todo nuestro planeta, cuyas consecuencias son perceptibles en todos los ámbitos: Seguridad Social, Educación, Vivienda… fragmentación social. No por ello debemos olvidar que la obligación de la Administración pública es el bien común, la felicidad del vecino y que, cualquier desviación, sea por motivos económicos o ideológicos, corrompe este objetivo fundamental.
YO ATERRICÉ EN MAJADAHONDA EN 1984. Las construcciones no se hacían con papel de fumar, los jardines eran extensos y el bosque era de todos. En consecuencia, disfruté de una infancia boyante. Mi adolescencia no lo fue menos. Todos nos conocíamos. Grupos musicales e interminables borracheras en absoluta libertad. Los bares olían a marihuana y, cuando cerraban, nos permitían permanecer dentro, como si fuésemos parte de la familia. Tocábamos en los trasteros, montábamos en bici o en moto por aquellos boscosos caminos. Sabíamos dónde terminaba nuestra libertad, sin coerción alguna, acotada siempre donde comienza la del prójimo. Nunca quedó un botellón sin recoger y nunca faltamos el respeto a nadie. Todavía quedaban misteriosos cuartos escondidos detrás de alguna biblioteca, donde algunos republicanos eligieron una suerte de encierro domiciliario, alternativa frecuente en los alrededores de Madrid, para evitar el exilio. Acosadas estaban ya aquellas pequeñas casitas encaladas, construidas con mucho esfuerzo y sin ninguna licencia.
LA GRAN MAYORÍA DE AQUELLOS LIBERTINOS SEGUIMOS EN CONTACTO. Ninguna bala perdida. Todos mis amigos terminaron sus estudios universitarios y tienen importantes puestos directivos en prestigiosas empresas. Somos papás entregados, deportistas y llevamos una vida sana… exceptuando nuestras peculiares quedadas en las que, sin vergüenza alguna, rendimos pleitesía al dios Baco. Bebimos y salimos tanto que, cuando llegó el momento, acogimos de buena gana la vida familiar. Habíamos quemado la etapa con plenitud. Nadie nos verá en un bar, ni consumiendo alcohol, salvo en ocasiones muy especiales. La libertad puede ser tremendamente incómoda, porque implica una meditada y consciente toma de decisiones. A veces, es más confortable que otros delimiten lo que podemos hacer o no… incluso, lo que tenemos que pensar o expresar. Cuando las grandes marcas y el Estado Leviatán (expresión acuñada por el profesor Dalmacio Negro) poseen a los pueblos y a sus gentes, solo queda una libertad ficticia dirigida hacia al consumo y la tributación permanente. Es indudable que los servicios y los recursos hacendísticos ofrecen gran comodidad. Pero les aseguro que para alcanzar la calidad con la que crecimos nosotros no es necesaria ni tanta contribución, ni tanto desarrollo descontrolado. La salud de un ser humano depende de ese contacto no mercantil y la salud de una democracia depende de la facilidad que tienen los vecinos para poder reunirse. El nuevo Majadahonda parece solo asumible para una élite de suertudos, aunque, no se engañen, la mayoría estén perpetuamente endeudados.
Hemos estado en Majadahonda hablando con una señora ultra pija de política, sorprendida me encuentro con el resultado de dicha conversación
Cuentanos algo de esa conversación …
Felicito al redactor de este artículo, escrito desde el respeto pero con una gran carga de realidad, me ha gustado, muy interesante.
¡Muchísimas gracias! Intentaremos que no decaiga, con todo nuestro esfuerzo.
Penosa la organización Ayuntamiento de Majadahonda . 15€ la entrada para ver a Panorama en un pueblo que sobra el dinero. Fuenlabrada, Móstoles, Arganda, Moralzarzal, San Agustín de Guadalix…GRATIS. Abrían puertas a las 20:30 y empezaba la actuación a las 22:00, a las 22:45 ha empezado con la mitad de la gente sin entrar. Lo peor de todo es que las entradas están agotadas y la gente que se ha quedado fuera no puede verlo ni desde lejos, todo acordonado y encima teniendo que aguantar un trato poco amable por parte de los cuerpos de seguridad. Vamos que nos diluviaba encima y no podíamos ponernos ni debajo de los árboles. Pena por los que se han gastado 15€
Gracia por compartir la penosa experiencia. En mi próximo artículo propongo alternativas interesantes, para que esta información llegue a los administradores de lo público. Siempre con máximo respeto, pero sin dar puntada sin hilo.