Jaime Giménez Arbe “El Solitario” y Bruno “El Descuartizador de Majadahonda”, dos majariegos protagonistas de dos sucesos que impactaron a la opinión pública en toda España

VICENTE ARAGUAS. (Majadahonda, 14 de diciembre de 2025). Majadahonda Negra. No, no me refiero a que tengamos carencias lumínicas estos días navideños en la Majada, honda, hondísima en el corazón de quienes la moramos/ amamos. Ni nos falta pero tampoco nos sobra. Que aquí no competimos en derroche chabacano, en lucerío caro, vano y molesto como hacen otras ciudades. La que más, me temo, el Vigo de mi Galicia natal. A cargo de un caballero un tanto chiquilicuatre, que igual baila una pantomima de “break” que larga cuentas atrás en un idioma chapucero,entre gallego, español y un inglés como del Príncipe Gitano cantando “In the Ghetto”. ¡Qué pena! Aquí, mejor, se ilumina lo justo y no hay villancicos en bucle agrediendo los oídos ciudadanos. Algo así. Pero de lo que quiero hablar hoy es de la Majadahonda que, de vez en cuando, salta a los medios por ciertos sucesos que estremecen y que nos hacen desear anonimato en las páginas cruentas.

Vicente Araguas

Y yo no sé qué habrá sido del llamado “Descuartizador de Majadahonda”, iniciales B.H.V., en qué deposito siquiátrico se hallará quien, a tenor de quien lo juzgaba, trituró hasta hacer trizas los cuerpos de su inquilina sudamericana, Adriana, y de una tía suya, Liria, dueña del piso de Huerta de la Sacedilla del que el sujeto en cuestión se había apropiado manipulando documentos con maña que demostraba que loco, sí, pero tonto, no. Como argumentó el juez en el fallo que siguió a una vista en la que Bruno interpretó toda una “performance” a base de personajes de Hergé, Tintín, Haddock, Hernández y Fernández que con él, por lo visto, dialogaban. De las pobres mujeres, ni rastro, reducidas a la nada con una picadora industrial. Sí. Y relacionado con Majadahonda, años adolescentes, el tristemente famoso Jaime Giménez Arbe “El Solitario”. Si a los 16 años andaba por nuestro pueblo-ciudad, como leo en Majadahonda Magazin, atizándole a un vecino con una botella rota bien pude coincidir con él. Pero sí sé de quién lo trató, cuyo nombre omito, y lo define como “extravagante”. Sí, como Primo de Rivera decía del “ciudadano” Don Ramón de Valle-Inclán. “El Solitario”, como el jabalí de la última novela de Manuel Rivas, “Detrás del cielo”, pudo tener cierta aureola popular cuando se limitabas a atracar bancos. Aureola deshecha cuando asesinó a dos guardias civiles. Apresado en Portugal, pregonó en el juicio al que fue sometido una ideología anarquista, antisistema y échale hilo a la cometa del delirio y la patraña. No coló, naturalmente, y en la cárcel sigue “El Solitario”, vecino de Majadahonda, en los años del jazmín adolescente y de los pies de liebre.

«En Majadahonda no competimos en derroche chabacano, en lucerío caro, vano y molesto como hacen otras ciudades»

Y majariega era la pareja aquella compuesta por un inválido, anclado a una silla de ruedas, y su mujer, por lo visto aficionada a darle a la zapatilla, pero sin otra intención que la de pasear cuerpo y alma. Lo cual que un día volviendo de Madrid se encontró con un marido enfurecido que volcó sobre ella el cargador de una pistola “Astra”, que una vez cometido acto tan deleznable volvió sobre sí. He oído varias versiones del lugar de la tragedia; quien la sitúa en el Callejón del Gato, quien en una casita de Regiones Devastadas en la calle del Cristo. No sé. ¡Qué más da! (Todo es mundo). Luego está la historia de la chica de la curva, situada –cuando llegué a la Majada, 1979–, en algún punto de la Carretera de Pozuelo. Ya sabéis, la muchacha a la que ves haciendo auto-stop y la subes a tu vehículo. La misma que al llegar a una curva, grita. “¡Cuidado!” Reduces, solo para ver que la chica se ha esfumado. La misma que, te dicen en la gasolinera próxima, murió en dicha curva el año interior. Pero esto, de pura fábula universal, no pasa de iluminación navideña en la Majadahonda Negra. Sí.

«En Majadahonda no hay villancicos en bucle agrediendo los oídos ciudadanos»

«En Majadahonda, mejor, se ilumina lo justo»

 

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