Basta con pasear en silencio por los parques de Majadahonda y bordes del Monte del Pilar para verlas bailar entre flores, con esa ligereza antigua que es pura celebración del mundo. En la segunda parte de este artículo, daremos paso a un hombre que las conoce desde los catorce años. Un sabio curioso, atleta y amante de la vida que nos hablará de las mariposas de Majadahonda con pasión y conocimiento. Porque para entenderlas del todo, hay que escucharlas… y también escuchar a quienes han aprendido a seguir su vuelo invisible.

MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 17 de junio 2025). Mariposas en Majadahonda (I): las alquimistas del aire. Majadahonda, entre sus parques y sendas, guarda un secreto que revolotea en silencio. A veces basta con quedarse quieto, al borde de un seto o junto a una flor, para que ocurra el milagro: el aleteo delicado de una mariposa, trazando sobre el aire una caligrafía efímera. No hay máquina que vuele así. No hay ingeniero que logre imitar su arquitectura viva, ni poeta que agote el símbolo de sus alas. Las mariposas son criaturas fascinantes, únicas en el reino animal por su belleza, sí, pero también por la increíble historia natural que encarnan. Lo que sigue es una invitación a descubrirlas desde dentro, como quien se asoma al corazón palpitante de un prodigio.

Miguel Sanchíz

LA VIDA DE UNA MARIPOSA ES UNA EPOPEYA BIOLÓGICA EN CUATRO FASES PERFECTAMENTE DEFINIDAS: HUEVO, ORUGA, CRISÁLIDA Y ADULTO. Pero lo que las hace realmente excepcionales es la naturaleza radical de su transformación: una metamorfosis completa, en la que no queda rastro de lo que fueron. Todo empieza con un acto maternal de precisión: la mariposa hembra elige con extremo cuidado la planta donde pondrá sus huevos. No se trata de cualquier hoja. Muchas orugas solo pueden alimentarse de una especie concreta. La decisión es vital: en cada huevo diminuto ya se esconde el destino completo de una criatura.

AL NACER, LA ORUGA NO TIENE MÁS MISIÓN QUE COMER. Crece a un ritmo vertiginoso: puede multiplicar su tamaño hasta 2.000 veces en cuestión de días. Es un proceso voraz pero necesario: toda la energía acumulada servirá para alimentar el milagro que vendrá. Y entonces ocurre lo asombroso. La oruga se encierra en sí misma. Dentro de la crisálida, su cuerpo se licúa. Literalmente. Se convierte en una sopa biológica: los órganos se disuelven y luego se reconstruyen desde cero. Nuevos ojos, alas, patas, cerebro. Es un proceso llamado histólisis e histogénesis. Como si una persona se metiera en una cápsula y saliera convertida en un ave. Sin exageración. Finalmente, la mariposa emerge. Al principio, sus alas están plegadas, flácidas. Bombea fluido hemolinfático para expandirlas como abanicos. Y cuando todo está listo, vuela. Pero ya no se alimenta de hojas, ya no muda ni crece. Su vida ha cambiado por completo: busca néctar… y pareja. Y así, el ciclo se reinicia. La metamorfosis de las mariposas es total, irreversible y absoluta. No hay punto intermedio. La oruga y la mariposa no comparten ni órganos ni funciones. Son dos seres distintos, conectados por un puente biológico tan estrecho como inexplicable.

PERO LA HISTORIA NO ACABA AHÍ. Las mariposas han desarrollado habilidades que parecen sacadas de la ciencia ficción: Ven en ultravioleta: detectan patrones en las flores invisibles para nosotros, verdaderas «pistas de aterrizaje UV” (ultravioleta ) que las guían al néctar. Prueban las plantas con las patas: tienen receptores químicos en las extremidades. Cuando se posan, «saborean» la hoja para saber si es apta para sus crías. Sus alas no tienen pigmentos: muchas veces, el color es el resultado de estructuras microscópicas que descomponen la luz, como los CD. Tienen una lengua enrollada: la probóscide se extiende como un muelle para absorber néctar y se enrolla de nuevo cuando no se usa. Migran con brújula solar: especies como la monarca usan el sol como referencia y un reloj interno que ajusta su orientación según la hora del día. Incluso perciben el campo magnético terrestre.

PUEDEN OÍR: ALGUNAS, COMO LA MARIPOSA BÚHO, TIENEN ÓRGANOS AUDITIVOS EN LAS ALAS QUE DETECTAN ULTRASONIDOS DE MURCIÉLAGOS. Y hay más: respiran por pequeños orificios llamados espiráculos, algunas tienen ojos falsos en las alas para ahuyentar depredadores, y otras imitan a especies venenosas sin serlo (mimetismo batesiano). No basta con admirarlas. Las mariposas también son termómetros ambientales. Su presencia o desaparición indica el estado de salud del entorno. Son extremadamente sensibles a los pesticidas, al cambio climático, a la pérdida de hábitat. Donde no hay mariposas, algo se ha roto. Más allá de su función como polinizadoras o alimento para otras especies, las mariposas cumplen una tarea espiritual: nos recuerdan que la transformación es posible. Que el cambio no siempre es pérdida, sino recreación. Por eso, en tantas culturas, simbolizan el alma, la resurrección o el renacimiento interior.

MAJADAHONDA NO ES AJENA A ESTE MISTERIO ALADO. Basta con pasear en silencio por los parques de Majadahonda y bordes del Monte del Pilar para verlas bailar entre flores, con esa ligereza antigua que es pura celebración del mundo. En la segunda parte de este artículo, daremos paso a un hombre que las conoce desde los catorce años. Un sabio curioso, atleta y amante de la vida que nos hablará de las mariposas de Majadahonda con pasión y conocimiento. Porque para entenderlas del todo, hay que escucharlas… y también escuchar a quienes han aprendido a seguir su vuelo invisible. (Continuará)

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