«Entre los personajes de Majadahonda, el registrador López Medel, el fotógrafo Emilio Antelo y, para mí el más llamativo, el teniente general Aramburu Topete. Vivía (y murió) en Majadahonda, donde -leo en su biografía- ejerció de Defensor del Enfermo, que no es mal cargo. Pero lo que más me atrae del caballero es cómo defendió a la democracia la noche del 23-F». En la imagen de la derecha, con el autor del artículo

VICENTE ARAGUAS*. En torno a Tomás Descalzo Aparicio volveremos a él como va el bicherío nocturno atraído por los faros de las motocicletas, rotaban personajes y personajillos. (Tomás es el hombre que se hizo inmortalizar, aquí, en estatuas y bustos; una de ellas, la que lo esculpió pastor bien maqueado, oveja y mastín, es hoy atracción turística.) Entre los personajillos recuerdo un sujeto singular que se hacía pasar por conde, marqués o no sé qué cosa, verbo y manos de trilero, y un gusto desmedido por fermentados y destilados. Entre los personajes, el registrador López Medel, el fotógrafo Emilio Antelo y, para mí el más llamativo, el teniente general Aramburu Topete. Vivía (y murió) en Majadahonda, donde -leo en su biografía- ejerció de Defensor del Enfermo, que no es mal cargo. Pero lo que más me atrae del caballero es cómo defendió a la democracia la noche del 23-F.


Vicente Araguas

Cuando, siendo director general de la Guardia Civil, entró al filo de la medianoche en el Congreso para convencer al saltimbanqui Antonio Tejero Molina que depusiese su actitud. Hay quien habla de dos pistolas que se desenfundan, y aquello queda en un amago de duelo en el caserón de la Carrera de San Jerónimo, leones de Ponciano Ponzano interrumpiendo el bostezo esa noche. En todo caso primó la prudencia de Aramburu Topete, quien debió de entender que ante la enajenación, ni siquiera transitiva, dejada ya de la mano de casi todos, solo cabía esperar que las horas dictasen el final de la astracanada. Como así fue. Por más que la Historia acabará cerrando los flecos de un telonaje bastante averiado. Al tiempo. Al tiempo que hace que pasó de aquello. Diecisiete que conocí al teniente general, copresentadores de un libro de Tomás comido por el olvido. Trece, este año, de su muerte majariega (había nacido en Huelva en 1918).


Cartel que cita el autor

La vida militar de Aramburu tiene un punto de héroe barojiano, a lo largo de un siglo convulso. Combatiente en la Guerra Civil (bando nacional), Brunete, Santander, Teruel, en la Guerra Mundial (con la División Azul, mítica Batalla de Krasny Bor), Aramburu Topete fue de los militares que, procedentes del franquismo, optaron por arropar una democracia en pañales, semiacribillada por la violencia etarra. Causante de tantos crímenes. También de los de aquellos militares comprometidos con la instauración de un régimen demócrata que acabase con el paréntesis dictatorial, la noche de piedra de que hablara Celso Emilio Ferreiro. Aquí debo citar a dos hombres ejemplares, asesinados por ETA cuando cumplían con una labor que es bien de muchos, por no decir de casi todos: la libertad. General Quintana Lacaci, Almirante Escrigas, ferrolanos los dos, muertos en 1984 y 1985 por la canalla totalitaria, cegada también en los demócratas.

Aramburu Topete era un hombre leal en la línea de su ilustre antepasado el Almirante Juan Bautista Topete, con Prim y Serrano cabeza visible de “La Gloriosa“ (1868)

Aramburu Topete era un hombre leal en la línea de su ilustre antepasado (o tal me dijo en alguna de nuestras escasas conversaciones), el Almirante Juan Bautista Topete, con Prim y Serrano cabeza visible de “La Gloriosa“ (1868). Topete, aun siendo alfonsista, previno de un inmediato atentado contra el gran Amadeo de Saboya en su segundo -y último- verano en Madrid. Amadeo, los Saboya, eran gente de armas tomar, no hizo caso del aviso y en la Costanilla de los Ángeles hubo, ya no lo hay o yo no las veo, al menos, huellas de los impactos. Aramburu Topete era un hombre de no muchas palabras pero sazonadas con ese acento pausado y dialogante de los hombres de bien. A mí me dejó el recuerdo teñido de nostalgia por aquel tiempo que allá se nos fue, donde las personas rebajaban el punto heroico, el de aquel militar, Gutiérrez Mellado, próximo a Aramburu, a quien intentaron arrojar al suelo, luego de zancadillearlo en la siniestra zarabanda del 23-F. Sombras especialmente sombrías que hicieron del Congreso de los Diputados patochada feroche. El teniente general José Luis Aramburu Topete murió en su domicilio de Majadahonda el 13 de enero de 2011. Un honor haberlo conocido. *Poeta y escritor majariego, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión).

 

 

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