ALEJANDRO SALVADOR. Cuando hemos tenido una infancia terrible, en la que nos hemos sentido continuamente amenazados, maltratados física o psicológicamente, rechazados, abandonados, traicionados y poco reconocidos o valorados, terminamos por ceder todo nuestro poder al «ego» y nos hemos hecho esclavos de su tiranía. Y ahora desde el resentimiento que arrastramos tratamos de ofender, insultando y faltando al respeto a los demás, siendo intolerantes, desagradables y desagradecidos, dejando al descubierto nuestra propia miseria y las heridas de nuestra alma. Esto se pone de manifiesto cuando no estamos de acuerdo con lo que expresan los demás y nos creemos con el derecho de tratar de someterlos con nuestras críticas despiadadas y nuestros insultos, convirtiéndonos en los verdugos que tanto nos hicieron sufrir y que tanto odiamos por convertirnos en víctimas. Esto es lo que sucede cuando vivimos de manera inconsciente y ego-ista, deseando que los demás piensen y actúen como nosotros queremos y si no lo hacen, los «crucificamos», sin darnos cuenta de que seguimos siendo esclavos de nuestros prejuicios, nuestras creencias erróneas, nuestros pensamientos tóxicos, nuestras palabras hirientes… En definitiva, de todos nuestros gestos de desamor.


Alejandro Salvador

Ahora más que nunca se nos ha brindado una oportunidad de oro para aprender a ser libres siempre y cuando comprendamos lo que significa la auténtica Libertad. Si no lo hacemos ahora, cuando salgamos de este confinamiento (para unos arresto domiciliario y para otros retiro espiritual), seguiremos siendo prisioneros de un mundo que agoniza encadenado por la falta de compasión que hemos creado nosotros mismos, sin ayuda de nadie, a través de nuestra incomprensión y falta de caridad hacia nosotros mismos. La verdad es la única que nos puede hacer libres, la única que puede liberarnos de las cadenas que nos aprisionan. Reconocer que el mal solo se encuentra en los ojos del que lo contempla, puede evitar que nos escandalicemos y tengamos que arrancarnos ese ojo defectuoso que nos muestra la mentira de la existencia de un mundo oscuro y despiadado.

Admitir que no es que la vida no me haya enseñado lo que es el Amor, con cada nuevo amanecer que todo lo ilumina porque respeta todo tipo de existencia, por pequeña e insignificante que pueda parecer. Al contrario: he sido yo el que no he sabido contemplarlo debidamente para aprenderlo, porque estaba distraído y más preocupado mirándome continuamente al ombligo y persiguiendo ambiciosamente fantasmas que me prometían una felicidad duradera. Y cuando no lo conseguía me quejaba de todo y de todos cargándoles con el peso de la culpa que no se atreve a reconocer la responsabilidad personal, por miedo a crecer y madurar. Ser capaz de entender que lo que no me gusta de los demás es justo lo que no tengo el valor suficiente de aceptar en mí mismo, porque lo de fuera es solo un reflejo de lo que llevo en mi interior. Si consigo transformar en mi corazón todo ese dolor que arrastro y que trato de disimular a base de apariencias que muestran mi intolerancia y amargura, solo cuando aprenda a interpretar la vida tal y como es y no tal y como creo que es, será cuando la Verdad se me mostrará con toda su belleza y perfección y solo entonces, podré ser libre plenamente… Gracias. Contacte con el autor aqui.

Majadahonda Magazin