Antonio Puente y los Panero: «Es significativo que Leopoldo María no sólo acapare la mayor parte de los monográficos, sino que, incluso, los tratados colectivos sobre la saga -como «Después de tantos desencantos. Vida y obra poéticas de los Panero», de Federico Utrera-, se suelan pivotar sobre el autor de «Me amarás cuando esté muerto» (El Periódico de España)

SILVIA ANULA. El poeta canario-madrileño Antonio Puente (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), escritor, sociólogo, periodista y crítico literario, ha publicado este 22 de febrero (2024) un reportaje en “El Periódico de España” titulado “Los Panero: la saga maldita que transitó del desencanto a la movida. Con la desaparición de Leopoldo María Panero, hace ahora 10 años, se extinguió una convulsa familia de escritores que fue emblema del desencanto de la Transición». El artículo gira en torno a esta familia pero sobre todo alrededor de Leopoldo María Panero, que falleció en la isla grancanaria (1948-2014) y que tiene como base dos libros: «Es significativo no sólo que acapare la mayor parte de los monográficos (el más reciente y definitivo, la biografía «El contorno del abismo, vida y leyenda de Leopoldo María Panero«, de J. Benito Fernández), sino que, incluso, en los tratados colectivos sobre la saga -como «Después de tantos desencantos. Vida y obra poéticas de los Panero», de Federico Utrera-, se suela pivotar sobre el autor de «Me amarás cuando esté muerto». En su último soplo de vida, en el libro póstumo «Rosa enferma«, escribió: “Tengo amigos que me envenenan sistemáticamente y dicen que me quieren”.


El poeta  Antonio Puente (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), escritor, sociólogo, periodista y crítico literario, ha publicado un reportaje en “El Periódico de España” titulado “Los Panero: la saga maldita que transitó del desencanto a la movida»

Antonio Puente recuerda que «hace justo 10 años que falleció Leopoldo María Panero (se cumplen ahora también 20 de la muerte de Michi, el benjamín), un poeta con el que se extinguió una convulsa familia de escritores que fue emblema del desencanto de la Transición. Tras el homónimo documental de Jaime Chávarri, en 1976, que Juan Luis, el primogénito, catalogó como “un ritual de máscaras” y “el primer reality-show de las pantallas españolas”, llegaría «Después de tantos años» (1994), de Ricardo Franco, que en noviembre próximo alcanzará los 30. Con la muerte de Leopoldo María Panero (1948-2014), en el Hospital Psiquiátrico Juan Carlos I de Las Palmas de Gran Canaria, hará 10 años el próximo 5 de marzo, se extinguía una saga de poetas y escritores castellanos de memoria clave en el tránsito del franquismo a la democracia española. Era el hermano de en medio y el loco oficial, a quien le adjudicaron la cuota de malditismo preferente -en el álbum de familia y por separado-, que, para disimular su secular proclividad a la ingestión caníbal («Contra España y otros poemas no de amor» es uno de sus títulos emblemáticos), este país tolera -o toleraba-«.


El Ayuntamiento de Astorga albergó a Michi en un apartamento de sus Servicios Sociales. El libro de Federico Utrera recoge a modo de testamento literario sus fotografías y palabras grabadas por Lidia García Rubio

EL PRIMERO EN «MARCHARSE» FUE MICHI PANERO. Y añade: «El primero en marcharse fue el benjamín, Michi (1951-2004) -hará, también en marzo, 20 años-, diletante afable y cronista canallesco de la noche madrileña. Luego, un año antes que Leopoldo María murió el big-brother, Juan Luis (1942-2013), acaso el más equilibrado de estos tres hermanos, que vivieron en una perenne y turbulenta orfandad, con la ascendencia estigmatizada y sin descendencia, bajo el perpetuo lema de «Panero para hoy y hambre para mañana»… A finales de este año, se cumplirán, además, los 30 del estreno de «Después de tantos años» (1994), de Ricardo Franco, el revival de cinema-verité de la imposible terapia de familia, donde se percibe la desfavorable evolución de los pacientes de «El desencanto» (1976), de Jaime Chávarri, un valioso documento, casi en coincidencia con el velatorio del dictador, donde se registra un delirante y elocuente «brain-storming» de los tres hermanos y la madre, sin guión alguno, entre disquisiciones poéticas y lavado en familia de los trapos sucios». El productor de este filme es el también canario Andrés Santana.

Federico Utrera presentando su libro en Las Palmas de Gran Canaria junto al poeta Leopoldo María Panero: el volumen se ha convertido en una rareza bibliográfica

Refiriéndose a Juan Luis Panero, a quien el escritor Federico Utrera entrevistó durante varios meses desplazándose incluso a su casa de Torroella de Montgrí, en la comarca del Bajo Ampurdán de la provincia de Gerona, muy cerca de Gil de Biedma y donde convivía con su segunda esposa, la médico y Doctora Carmen Iglesias (el primer matrimonio con Marina Domecq Sainz de la Maza fue más desconocido, cuyos momentos más curiosos también recoge su libro), Antonio Puente escribe: «El primogénito ha descrito así la desazón, con un aroma a cerrado inconfundiblemente castellano: “Jornal de ausencia pagará estas horas / olor de sucia oveja y plantas que se pudren”) moría en el año exacto del centenario de la madre, Felicidad Blanc (1913-1990), que quedó viuda prematura del poeta de adscripción franquista Leopoldo Panero (1909-1962); fallecido éste a sus 53 años (a la misma edad, por cierto, que su hijo menor, Michi), no alcanzaría a saber que sus vástagos serían poetas, ni personas tan convulsas, y, sin embargo, en su poema Epitafio escribió: “Ha muerto acribillado por los besos de los hijos”…

Juan Luis, Leopoldo María y Michi Panero

El poeta canario relata como»la casona familiar de Astorga, en León, abrió sus puertas como museo en 2022, tras muchos años de ausencia y telarañas, en vida de los 3 hermanos, con la saga/fuga dispersa e incomunicada. Hasta la muerte de Michi, que era quien mejor se llevaba con los 2 poetas, y les hacía de discreto intermediario, compusieron un logrado 3 en raya a lo largo y ancho de la geografía española: Juan Luis en Girona, al nordeste; Leopoldo María en el Psiquiátrico de Las Palmas, al suroeste, y Michi, como buen mediador, en Madrid. Justo en el año de la muerte de Leopoldo María, se presentó, entre sus paredes, «Rosa enferma«, su libro póstumo, por unos meses, en cuyo introito se lee esta suerte de epitafio: “Todo hombre tiene la estatura del desastre” (aunque, tal vez, su tocayo padre habría preferido, para la placa de la entrada, el remedo quevediano: “¡Miré los muros de la casa mía!”).

«Poesía y Locura», el testamento (literario) de Michi Panero que recoge el libro de Federico Utrera, en un reportaje de El Periódico de España

Malditismo oficial: «El clan protagonizó esa cuota de malditismo oficial en la España que transitó del desencanto, en la resaca incierta del franquismo, a la emulsión de la movida, escenificando un obsceno, ininterrumpido y, sobre todo, reclamado striptease endogámico. En efecto, en torno a la figura de la vulnerable y, por momentos, vulnerada madre, Felicidad Blanc, los cachorros leoneses cumplieron hasta el final con su papel de apuntalar la lábil frontera que separa la freudiana muerte del padre del imaginario de Saturno devorando a sus hijos… Como comentaba Juan Luis, a propósito de El desencanto, “todo aquello consistió en un ritual de máscaras”. Más mutista y pánico en sus respuestas, Leopoldo María reiteraba, por la tangente: “Toda la vida he sido una larga noche”. Y, más filósofo-cronista que poeta, Michi aseveraba: “La lucidez sólo sirve para constatar la soledad”, recoge el libro de Federico Utrera. «El origen del magnetismo mórbido de la saga radicó en su condición de eslabón perdido, en el paso del franquismo (encarnado por el patriarca) al desencanto (de los vástagos y la anegada y frágil madre), en la incipiente Transición. Casi como zombis letrados, los Panero se convirtieron pronto en blanco propiciatorio: el negativo de la foto de cierta obscena memoria intrahistórica. En sus observaciones sobre el documental de Chávarri, proseguía el primogénito: “Fue el primer reality-show de las pantallas españolas. A la gente le importan un carajo la poesía y los poetas; y, si suscitó la curiosidad, fue sólo por la chismorrería. Lo único que ha interesado de esa cinta es que 3 hermanos y la madre nos ponemos todos a parir”, resume Antonio Puente del libro de Federico Utrera. Lo que parecía ser una atmósfera de canibalismo familiar tornaría, finalmente, en autofagia: cada miembro devorándose a sí mismo, víctima del estereotipo de su propia leyenda intransferible.

Federico Utrera durante una conferencia en la casa familiar de los Panero en Astorga (León)

Sobre su «lecho de muerte», cuando el Ayuntamiento de Astorga le cedió un apartamento de sus Servicios Sociales, conversación que recoge íntegramente el volumen de Federico Utrera con las últimas fotografías tomadas por Lidia García Rubio, Antonio Puente señala: «Michi, que en «El desencanto» parecía aún el contrapunto encantado, el más ufano y vitalista, vivió sus últimos años enfermo terminal y en una pobreza extrema. Según su testimonio, le cortaban la luz por falta de pago y, al caer de la cama, no tenía quien lo recogiera. De ahí que se trasladara a la casa familiar de Astorga, donde falleció en la máxima soledad, hasta ser descubierto por la auxiliar de ayuda a domicilio muchas horas más tarde». No era en realidad esa mítica casa de Astorga que inmortaliza la película «El Desencanto» y que se ha restaurado casi originalmente (aunque a veces sirva de rituales de Halloween en lugar de cónclaves literarios), sino un apartamento alto de los Servicios Sociales en el centro del pueblo,

Una desconocida fotografía de Leopoldo Panero padre (izquierda) en compañía de Luis Cernuda y María Zambrano se publica en el libro de Federico Utrera

EL FRUSTRADO Y SARCÁSTICO SUICIDIO DE MICHI PANERO. Desde el mismo, Michi decía envuelto en sarcasmos que, dada su situación, pensó en tirarse por el balcón pero que no lo haría porque «si uno quiere suicidarse lo tiene facilísimo, abres esa ventana y te tiras, no te salva ni la caridad. Claro que si caes encima de un bar de putas o de una vieja…», según recoge su última entrevista de Federico Utrera, donde se explaya: «si yo tuviera que estar así dos años más, yo no vivo. O si me hubiera quedado en una silla de ruedas. No me compensa. Si cada vez me falla una cosa, un órgano… No me compensa la vida no es ni de lejos tan hermosa como para vivir solamente de su retórica y de buenos sentimientos: en Navidades, que es cuando más explotan este tipo de reflexiones y a mí me ocurrió en las últimas, siempre lo pienso. Y recuerdo pasar un fin de año completamente solo en un piso repugnante en Madrid, sin luz porque me la habían cortado. Y aquel día de fin de año sentí que lo que me faltaba es valor. Y oportunidad, porque me tenía que tirar de un segundo piso y cabía la posibilidad de que no me rompiera nada, y tampoco tenía pastillas. ¡Era tan tétrico!

Leopoldo Mª Panero y Federico Utrera en Las Palmas (Festival de Cine)

Desmembración familiar: «El detonante de la desmembración familiar fue -explicaba- el fallecimiento de la madre, cuyo funeral, en la máxima intimidad desolada, sólo pudo ser sufragado gracias a una amante rica de entonces. “¡Y ahora nos vamos todos a comernos unos chipirones!”, ha contado que pronunció Leopoldo María a pie de crematorio. Durante su convalecencia terminal, Michi ponía así el dedo en la llaga de la saga: “Una especie de mano negra envuelve a la familia, una maldición: mis padres tuvieron un mal morir; mi hermano Juan Luis tiene cáncer debajo de la lengua, yo también tengo cáncer en la boca; mi hermano Leopoldo está como una rosa, pero como una rosa después de ochenta cárceles y ochenta psiquiátricos”, recoge el libro de Federico Utrera. Y Antonio Puente apostilla: «Como una rosa enferma», cabría agregar a título póstumo».

Leopoldo María en el despacho del profesor Fernando Bruquetas (ULPGC) firmando el contrato que recoge un libro inédito suyo de poemas incluido en el libro de Federico Utrera

«Los 3 hermanos solían admitir que la poesía de su padre no era santa de sus devociones», señala Antonio Puente, aunque el libro de Federico Utrera pone algunos reparos a ello, pues Leopoldo Maria confiesa que heredó de él «la obsesión por la religión» y Juan Luis editó sus Obras Completas. «Autor de una elocuente poesía existencial y religiosa, no alcanzó a saber que sus 2 hijos mayores también escribirían versos. “Siempre quiso tenerme lejos”, expresaba, cáustico, Juan Luis, quien por edad pudo conocerlo mejor. “Yo no había cumplido 20 años cuando falleció. Estoy seguro de que si hubiese conocido luego mi poesía, volvería a la tumba, pero si leyera la de Leopoldo [María], se enterraría del todo…”, le confiesa el primogénito a Federico Utrera, cuyo libro recoge también el pasado comunista del padre, cuando era discípulo y amigo del poeta peruano César Vallejo, que visitó también Astorga, y que súbitamente pasó de un republicanismo junto a las Misiones Pedagógicas de Federico García Lorca, Ramón Gaya, Miguel Hernández, Maruja Mallo o Carmen Conde. Una desconocida fotografía de Leopoldo Panero padre en compañía de Luis Cernuda y María Zambrano se publica en el libro de Federico Utrera, 1 año antes de que, detenido en León y llevado al paredón, abjurara de su comunismo y salvara el pellejo alistándose como voluntario con el Ejército «Nacional» en el Frente del Ebro. Allí no solo salvó la vida sino que ganó sorpresivamente la guerra «con los otros» (que no eran los «suyos») y por fin victorioso por una vez en su vida, llegó a Madrid donde fue encumbrado como prócer cultural del franquismo ante un erial de muertos y exiliados por la generación del 50 de Luis Rosales, José Angel Valente, Luis Felipe Vivanco, etc… Su hijo Leopoldo María le dedicó un poema titulado «Paredón», que comienza con una cita de su padre: «Tengo frío de mí mismo».

Leopoldo María y Michi Panero en una visita de este último a Las Palmas de Gran Canaria

Según la aportación del benjamín Michi, «que era, sin duda, el más elocuente y afable de los tres hermanos, la madre mimaba con mucha culpa a Leopoldo María, porque creía que le había transmitido los genes de una hermana loca. Y el padre se quedaba perplejo, sin saber muy bien cómo reaccionar con él, “pues, cuando le reñía, Leopoldo María igual se tiraba tres días en silencio, sin comer ni llorar ni decir nada…”. Pese a su perpetua reclusión en psiquiátricos y a sus recurrentes salidas de madre, siempre se ha desconfiado de la autenticidad de la locura del último de la saga, que era más bien, como se ha dicho de él, «un perchero vacío cargado de lucidez». Como ha señalado Félix de Azúa (uno de los Nueve novísimos, de la nómina de Josep María Castellet, en la que Panero era el benjamín), “Leopoldo María es el único poeta de verdad que queda en España; los demás somos todos funcionarios. Por eso lo tienen encerrado», finaliza el lúcido y bello obituario de Antonio Puente.

 

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