“Yo soy yo y mi circunstancia” dijo el filósofo Ortega y Gasset. Pero esta célebre frase tiene una segunda parte menos conocida: “y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. Y es que las circunstancias abrumaron tanto a Celia Fuentes que acabaron con su existencia. Cada época tiene su héroe o heroína en los medios de comunicación y si el triste y abrupto final de ese genial «influencer» de la época que fue Mariano José de Larra ilustró los principios del siglo XIX no se entenderán los albores del siglo XXI sin el fallecimiento de la “influencer” más querida en Majadahonda y más famosa de España: Celia Fuentes. En esta ciudad donde vivía era muy conocida y sus admiradoras se cuentan por centenares. Muchas de ellas han derramado bastantes lágrimas por ella. Y es que toda España, Latinoamérica y en especial Argentina –país donde también tenía una gran influencia– se han quedado petrificadas, si leemos BioBioChile, Diario Perú 21, Clarín, etc… Celia Fuentes no solo había “reinventado” una nueva función social, donde la imagen vale tanto o más que mil palabras (pero con Antonio Machado no seamos tan necios de confundir valor y precio). Además, su bondad, buen carácter, formación y profesionalidad terminó por ahondar en su fragilidad. Estudió Marketing y ADE, Gestión Comercial en la Universidad ESIC de Madrid y trabajó en Indra, pero no fue suficiente: las emociones le vencieron.
“A veces tienes que caminar a través de la oscuridad para llegar a la luz. Al final del día todo lo que tenemos es lo que somos. En la tierra de dioses y monstruos yo era un ángel”, fueron algunos de sus últimos mensajes. MJD Magazin supo del suceso que afectó a esta chica de 27 años, los mismos que tenía Larra cuando también falleció en las mismas circunstancias, con el mismo mal de amores, envuelto en similar vorágine… No quisimos publicar la noticia por expreso deseo de sus padres y familia, compungida y abrumada. El ingrato papel de mensajero de esta mala nueva lo han tenido que desempeñar el diario “El Mundo” y la agencia Europa Press.
«El puto dinero, el postureo. Los putos likes y followers de una sociedad vacía que aparenta tenerlo todo pero no tiene puto nada. Celia te amo y siempre lo haré», decía una amiga de Celia Fuentes poco después de conocerse su triste desenlace. Los expertos alertan: las redes son una gran herramienta de socialización, pero con un uso saludable. No todo vale por un like. Ella tenía que aparentar que se lo estaba pasando genial, hacer un papel. Simular una vida plena y, por ello, decidió que su vídeo llorando sólo permaneciese en la red social unas horas. Celia sabía que las marcas sólo quieren a instagramers que vendan felicidad y que lleven a miles de jóvenes a comprar sus productos. Huyen de los perfiles tristes. En su última etapa antes de morir, Celia había redoblado sus esfuerzos por llamar la atención de las firmas de moda. Hasta el punto de que hace unos días llegó a simular un photocall con flashes para evidenciar en la red social que era una persona demandada”.
“El pasado martes la joven influencer aparecía ahorcada, según fuentes de la Guardia Civil, en su casa de Majadahonda (Madrid), víctima de los mismos problemas del personaje de la ficción, de la presión a la que ella se sometía para brillar en el mercado de instagramers y de intensos desengaños amorosos. Al parecer fue su padre, general del Ejército ya retirado, quien se la encontró colgada de la escalera con una sábana, a las nueve y media de la noche. Era la tercera vez que lo intentaba. Según comentó el progenitor a los agentes de la Benemérita, todo se debía a un problema sentimental. No dejó nota alguna y horas antes había subido una foto en Instagram en ropa interior de la firma Calvin Klein. «A quién le gusta dormir la siesta más que a mí», le decía a sus seguidoras (la mayoría menores de edad), que jamás se habrían imaginado semejante final para Celia. Porque ellas pensaban que su referente llevaba una vida idílica. De cuento de hadas. Con alfombras rojas, eventos del papel cuché y bellos modelos. Pero, como le dijo Celia en uno de sus últimos whatsapps a una de sus pocas amigas, era «todo fachada» y se sentía «sola». Se sentía sola y Alejandro Lillo, el modelo barcelonés del que se enamoró, llevaba semanas sin hacerle caso. El manager de este chico desmiente cualquier relación sentimental con ella, pero las amigas de Celia le sitúan como el chico que le rompió su inestable corazón. De hecho, Celia llegó a llevar en su perfil de Whatsapp la foto en la que posaba con él con la Torre Eiffel de fondo en su perfil. Quería evidenciar a sus contactos que estaba saliendo con ese apuesto modelo. Que era feliz junto a él. Pero eran solo amigos. Era todo una fantasía. Como su vida de instagramer”, señala El Mundo.
¿Solo fantasía? Quizás algo más. Parafraseando a Carmen de Burgos “Colombine”, la primera periodista profesional en lengua española, podríamos reescribir su epitafio: “Hoy solo creo en el arte y acepto el amor como bella mentira, una forma más perfecta de la amistad. ¿Otra de mis vidas? La de “instagramer”… Esta sería tan insufrible como el matrimonio y el cocido si yo no la supiera adornarlo de azul. En todo caben ensueños. Pienso en las almas de mujer que con una foto puedo liberar del oscurantismo… pienso en los corazones en que despierto el amor al arte… y en abrir todos los años la puerta de las aulas a una multitud de jovencillas que mi severidad podría retener para que vayan a saltar al sol, sin molestarse en nuestras indigestas y vacías explicaciones. Cuando las veo delante de mí, reflexiono en que deben amar y ser amadas, en que hace sol y ellas están encerradas en el aula sombría; en que hay lindas canciones para labios de rosa y marchitan los suyos los problemas de álgebra. Y las amo y quisiera gritarles: «Huid de esta parodia de ciencia. Sed libres…», pero callo y les doy la libertad”. Descanse en paz, Celia Fuentes, Majadahonda algún día te rendirá el homenaje que mereces y que te recordará para siempre.
Muchísimas gracias por este artículo,muy necesario. «Además, su bondad, buen carácter, formación y profesionalidad terminó por ahondar en su fragilidad». No sabemos lo importante que es fijarnos en las llamadas de atención.