En la segunda parte de «Don Quijote de la Mancha», Cervantes describió a Barcelona con palabras de auténtico cariño: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única».

MIGUEL SANCHIZ. Atlas de Geografía Humana: de Majadahonda a Barcelona, ciudad cervantina sin estatua de Don Quijote. Esta semana, durante el martes 18 y miércoles 19 de marzo (2025), Barcelona fue la sede de unas jornadas internacionales organizadas por la Red de Ciudades Cervantinas, un encuentro que reunió a representantes de 32 urbes de Europa e Hispanoamérica con vínculos con Miguel de Cervantes y su obra. Fue una ocasión especial, una celebración de la huella que dejó el mayor escritor en lengua castellana en diversas partes del mundo, y, sin embargo, no puedo evitar lamentar que la propia Barcelona, ciudad a la que Cervantes elogió con especial estima, no cuente con una estatua de Don Quijote ni con un testimonio público de importancia dedicado a su creador. En la segunda parte de «Don Quijote de la Mancha», Cervantes describió a Barcelona con palabras de auténtico cariño: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». No es un elogio vacío. La ciudad, entonces bulliciosa y abierta al mar y al comercio, impresionó al escritor hasta el punto de que la convirtió en uno de los escenarios clave de las últimas aventuras del hidalgo manchego.

Miguel Sanchíz

DON QUIJOTE, EN SU VIAJE, LLEGA A BARCELONA CON ILUSIÓN Y ASOMBRO, pasea por sus calles, y es aquí, junto al mar, donde sufre una de las escenas más simbólicas de la novela: su derrota a manos del Caballero de la Blanca Luna. Es en esta ciudad donde comienza su regreso a la cordura, su despedida del sueño caballeresco. Barcelona es, en cierto modo, el lugar donde el mito de Don Quijote se humaniza. ¿Cómo es posible que una ciudad con este privilegio literario no haya erigido una estatua de este personaje inmortal o un monumento digno a Cervantes? En su estancia en Barcelona, Don Quijote también se encuentra con el famoso bandolero Roque Guinart, personaje basado en el histórico Perot Rocaguinarda.

CERVANTES DESCRIBE ASÍ LA LLEGADA A BARCELONA Y EL MAR QUE TANTO IMPRESIONÓ A SU PROTAGONISTA: «Admiró el sitio, gustó la disposición, le alborozaron sus edificios, y finalmente le pareció que aquello que decía de Barcelona era verdad, que es archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». También menciona el mar con una belleza literaria inigualable: «Dieron con la ciudad de Barcelona, a quien el mar besa los muros por partes, con un ánimo amoroso y agradable. Los fueron a recibir los cuadrilleros de la ciudad, que les dieron noticia cómo dentro en ella podía entrar su persona sin temor alguno».

MADRID TIENE SU PLAZA DE ESPAÑA CON LAS ESCULTURAS DE DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA, Alcalá de Henares honra a Cervantes con diversos homenajes, e incluso pequeñas localidades presumen de placas, bustos y referencias al escritor. Pero en Barcelona, su relación con Cervantes y el Quijote parece haberse diluido en el tiempo. No hay un gran monumento que recuerde a quienes caminan por sus calles que esta ciudad fue honrada por la pluma del autor. Las jornadas de la Red de Ciudades Cervantinas deberían servir, además de para celebrar su legado, para reflexionar sobre esta carencia. Barcelona merece un testimonio público que recuerde su papel en la historia del Quijote y su relación con Cervantes. Ojalá algún día, al pasear por sus calles, podamos detenernos ante una estatua de Don Quijote mirando el mar, o ante una placa que nos recuerde que esta ciudad fue parte fundamental de una de las mayores obras de la literatura universal. Hasta entonces, queda la palabra escrita, el testimonio eterno de Cervantes, que nunca olvidó a Barcelona.

 

Majadahonda Magazin