JOSÉ Mª ROJAS CABAÑEROS. Este martes 23 de junio (2020) la conversación es con la doctora Marina Pollán, directora del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). Realizo esta entrevista por email, conectando con su domicilio en Madrid. Y en la charla surge una pregunta obligada: ¿Hay alguna lección que se pueda sacar de todo esto? Seguramente hay muchas, personales y colectivas. Entre estas últimas sería importante reflexionar sobre los puntos más débiles de la gestión de la epidemia para ponerles remedio. En el ámbito sanitario: reforzar el Sistema de Salud, dotar de infraestructura y personal los servicios de salud pública, cuidar la atención primaria, mejorar y unificar los sistemas de información, reforzar la investigación. En el ámbito económico se ha puesto de manifiesto nuestra absoluta dependencia del exterior. En un mundo globalizado se puede comprar en cualquier parte, pero creo que nuestro país debería ser capaz de producir aquello que es indispensable, y en ese sentido es importante la investigación tecnológica y la innovación. Y en el ámbito social tenemos que aprender a ser más tolerantes, nuestros representantes políticos deberían entender que cuando ostentan un cargo su obligación es trabajar para resolver los problemas y mejorar la situación de sus conciudadanos. Están obligados a colaborar con los representantes de otras fuerzas políticas. Si los ciudadanos de a pie tenemos que hacer nuestro trabajo dejando de lado enemistades o diferencias de criterio, para los políticos esto es un imperativo.


Jose Mª Rojas

En primer lugar, muchas gracias por aceptar esta entrevista ¿qué tal se encuentra?  ¿dónde y cómo pasó el confinamiento? –Dentro del Instituto de Salud Carlos III, el Centro Nacional de Epidemiología fue considerado servicio esencial desde el inicio por razones obvias. Un grupo importante de personas del Departamento de Enfermedades Transmisibles venía a trabajar al Centro cada día y yo también. Me parecía que era importante intentar apoyar y es más fácil hacerlo cuando estás ahí y te ven. Después me infecté y pasé tres o cuatro semanas en casa con síntomas Covid-19 tele-trabajando. Creo que muchas personas han dado lo mejor en estos momentos y desde luego los trabajadores del Centro lo han hecho y lo siguen haciendo.

Como científica y aunque sea algo complicado de especular ¿qué futuro considera que nos aguarda con la Covid-19? –Creo que no soy la persona más indicada para predecir qué pasará con la pandemia. Vengo del mundo de la epidemiología del cáncer y aunque como muchos otros profesionales he leído y he aprendido mucho de este virus en el contexto en el que estamos, creo que hay voces más autorizadas para responder. Lo que me gustaría poder predecir para el futuro sería la lección aprendida. La pandemia ha puesto de manifiesto la debilidad de los sistemas de información de salud pública, la escasez de recursos humanos y técnicos a veces en este ámbito. Todo el sistema sanitario sufrió recortes que no ha podido recuperar aún, pero la situación es más dramática en los servicios de salud pública, porque no se perciben como algo esencial y sólo cuando tenemos un problema nos damos cuenta de que la vigilancia, el rastreo de contacto, la toma de decisiones… no se pueden improvisar. De la misma manera que, como alguien comentó, el tejido investigador tampoco se crea de la noche a la mañana. Me gustaría pensar que vamos a poder aprender algo de todo esto. A veces me parece que sí, y otras, cuando escucho tanto encarnizamiento entre rivales políticos, soy muy pesimista y pienso que no tenemos arreglo.

Usted, como directora del Centro Nacional de Epidemiología, ha sido una de las principales responsables de las dos encuestas de seroprevalencia que se han realizado sobre el SARS-Cov-2, ¿qué diferencias técnicas existen entre ambos estudios? Y, aunque el resultado indica un porcentaje de población con anticuerpos sobre el 5%, muy lejos de la “inmunidad de grupo”, ¿no se estará infraestimando el grado de protección, al no considerar esos estudios la inmunidad celular, ni la detección de otras inmunoglobulinas, como la IgA de mayor actividad en epitelios nasofaríngeos?-En realidad, no se trata de dos estudios, sino de un mismo estudio longitudinal que, siguiendo las recomendaciones de la OMS, intenta evaluar la evolución de la seroprevalencia en el tiempo. Idealmente deberíamos haber podido empezar antes, pero poner en marcha un estudio de esta envergadura es muy complejo. Por tanto, respecto a la primera pregunta, no hay diferencias técnicas entre ambas rondas (que son como llamamos a las distintas fases de medición de seroprevalencia). Como novedad, utilizamos dos test de anticuerpos. Siempre tuvimos claro que un test rápido era una buena idea porque es más fácil de aplicar, da resultados en el momento y no requiere venopunción, lo cual facilita la participación. Por otra parte pensábamos que era importante tomar muestras de sangre en los participantes que voluntariamente nos las proporcionaran para, en un futuro, poder determinar anticuerpos con una buena herramienta. El Centro Nacional de Microbiología, en colaboración con algunos hospitales, ha hecho una labor excelente testando test rápidos, pruebas de ELISA y otros. Finalmente apareció un inmunoensayo con alta sensibilidad y especificidad y pudimos ponerlo en marcha en el momento de iniciar el estudio. Utilizamos IgG siguiendo también la recomendación de algunos expertos para estudios de seroprevalencia, ya que tiene mayor duración. La seroprevalencia es muy relevante cuando el diagnóstico de casos ha sido incompleto, como ha ocurrido con Covid-19 aquí y en la mayoría de los países. Y también cuando hay infecciones asintomáticas.

¿Cómo se puede explicar tanta discrepancia en el número de fallecidos por la Covid-19, entre las cifras del INE, el nodo MOMO y el Ministerio de Sanidad? –Las cifras del Ministerio de Sanidad hacen referencia al número de casos Covid-19 confirmados que fallecen. Como no se han podido diagnosticar a todos los casos (no hemos tenido PCR disponible para todas las personas con síntomas compatibles con la enfermedad), esas cifras suponen tal vez una infraestimación, ya que aquellos casos no diagnosticados no se podrían contabilizar. Además, en la fase álgida de la epidemia, muchas CCAA declaraban las muertes hospitalarias, los servicios de salud pública estaban sobrecargados y los sistemas de información no permitían conocer diariamente otras muertes Covid-19. Por tanto, creo que el número de muertes del Ministerio podría considerarse como el límite inferior de la estimación de muertes. Por otra parte, el MOMO registra más del 90% de las muertes ocurridas sin tener en cuenta la causa de muerte y comparando con los años anteriores nos permite cuantificar el exceso de mortalidad observado en este periodo. Se trata de un límite superior en estimación de muertes producidas por la pandemia de forma directa o indirecta.

Usted es epidemióloga especializada en epidemiología del cáncer, ¿cómo ha afectado esta pandemia a la atención sanitaria de las patologías no infecciosas de gran prevalencia (cáncer, diabetes y alteraciones cardiovasculares)? –El sistema de salud en las Comunidades Autónomas más afectadas ha tenido que dedicarse mayoritariamente al Covid-19. Esto afecta negativamente a todos los pacientes agudos o crónicos que requerían servicios que no estaban disponibles. No tengo las cifras, pero sería de gran interés cuantificar este impacto. Creo que tenemos la obligación moral de aprender de lo que nos ha pasado. ¿Piensa que esta pandemia cambiará la forma de entender la vida en sociedad? –Me gustaría pensar que podremos volver a vivir sin las barreras de ahora. Cuando oigo hablar de la “nueva normalidad” me produce mucha tristeza. Creo que ahora somos más conscientes de lo importante que son las relaciones sociales y que ahora que empezamos a salir valoramos más los ratos con la familia y los amigos. Tenemos una nueva mirada que nos debería ayudar a mejorarlo todo.

Finalmente para terminar, ¿alguna sugerencia de lecturas para estos tiempos difíciles? –Apenas estoy leyendo otra cosa que no sea artículos científicos o informes, pero hay dos libros que leí en su momento y que vuelven a mi cabeza en estos momentos. Uno es La Peste” de Albert Camus, que me impactó profundamente. He pensado que releerlo ahora me daría otra perspectiva, pero me da miedo que me vuelva más pesimista tras su lectura. Lo mismo me pasa con Tiempo de Silencio” de Luis Martín Santos. Y otro autor que me viene a la cabeza es Valle-Inclán y sus “esperpentos”, autor al que no conozco como debería. Me acuerdo de lo que he leído y estudiado de él, porque la realidad de ahora mismo a veces parece cargada de rasgos grotescos que nos devuelven nuestra imagen deformada, exagerada, con lo mejor y lo peor abigarrados, como los espejos del Callejón del Gato.

BIOGRAFIA DE LA DRA. MARINA POLLÁN. Profesora de Investigación y desde noviembre de 2017 es también Directora Científica del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP). Licenciada en Medicina (Universidad de Salamanca), especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública (Hospital Ramón y Cajal, Madrid), obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad Autónoma de Madrid con su Tesis dedicada al cáncer de mama. Su línea de investigación prioritaria se desarrolla dentro del área de factores de riesgo frente al cáncer, principalmente aquellos factores modificables asociados a los hábitos de vida, en relación al cáncer de mama y otros tumores malignos frecuentes en nuestro país; ámbito en el que ha realizado contribuciones científicas muy relevantes y numerosas, por las que ha recibido diferentes premios. También se ha implicado en actividades divulgativas, dirigidas a trasladar a la población general el conocimiento existente sobre la situación del cáncer y sus principales factores de riesgo. Durante la pandemia de la Covid-19 ha estado involucrada en actividades relacionadas con la Covid-19, coordinando el Estudio Nacional de Seroprevalencia ENE-COVID.

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