VICTORIA GARCÍA PASCUA. Por fin, después de varios meses de parón por la pandemia, los compañeros de intervención social han podido retomar las clases de español para extranjeros, lo que supone una ayuda básica e imprescindible para conseguir la completa integración de estas personas a través del conocimiento y mejora del idioma. Belinda Merinero es una voluntaria de nuestra Asamblea de Majadahonda-Las Rozas que lleva tres años impartiendo estas clases de español en la sede de Las Rozas. Nos explica que se dan distintas circunstancias en los alumnos, ya que algunos vienen con un nivel de analfabetismo elevado y es más costoso conseguir tanto que se abran al idioma como a socializarse fuera de sus círculos más cercanos. En estos casos, se intenta agruparles por el nivel que tengan, ya que de otra forma se produciría un sufrimiento mayor para el usuario y una mayor desadaptación.

Belinda Merinero

Sin embargo, muchos de ellos ya tienen  un manejo «básico» del idioma para situaciones cotidianas pero con muchos errores en el uso  oral y a nivel escrito. En este caso, lo que se intenta es asentar bien las bases de lo fundamental en gramática, aumentar el vocabulario en diferentes entornos (médicos, bancos, estudios, sociales, institucionales, etc.) y para ello se les plantean situaciones donde se vean en cierta manera obligados a interaccionar con sus compañeros, haciendo puestas en común sobre situaciones, opiniones, rasgos culturales comunes o diferenciados. De esta manera ellos se ven enriquecidos y, como consecuencia, amplían su círculo social y de confianza. Durante las clases, siguen un manual para pautar un poco las reuniones, utilizan la gramática que corresponda, vocabulario, escuchan audios y hacen que los alumnos hagan un resumen oral de lo que han entendido en una conversación referida a un tema, a unas instrucciones, etc…

A veces, también se les encargan ejercicios para casa, aunque no son obligatorios: «Se intenta hacer las clases de forma que el aprendizaje sea animado y entretenido ya que no deja de ser un esfuerzo que se ha de ver recompensado a corto plazo con unas risas, una anécdota o un desahogo sobre temas que surgen en el  mismo día en el curso». El objetivo a final del curso es que sean más independientes a nivel de uso con  el español, aumentar su confianza en poder hacer las cosas por ellos mismos de forma más correcta, y, sin duda, llevarles  a una integración en España. «Normalmente, a las clases vienen muy motivados por contarme cosas, preguntarme dudas que les surgen en situaciones diversas y ver reconocido sus esfuerzos cuando se lanzan a hablar o preguntar» explica.

«Durante la pandemia, las clases se pararon de raíz. Además de la imposibilidad de poder hacerlo por medios técnicos, ya que muchos de ellos no cuentan más que con un móvil básico que está a disposición de toda la familia para deberes, gestiones, etc. No tenían la disponibilidad para hacerlo, ya que con niños en casa y confinados, les era imposible». Belinda cree que aunque hubiera sido viable suministrarles tablets, etc, el curso no hubiera prosperado, dado que ellos afirman que ni tienen sitio donde conectarse de forma tranquila ni el entorno les favorece a ello. Viven en casas pequeñas, con mucha gente o en habitaciones. Así mismo, ellos afirman que «su motivación para venir a clase es vernos, relacionarse, que alguien les pregunte cómo les ha ido la semana, que puedan sacar temas que les interesan… Quizás por ello, no tienen una predisposición hacia el aprendizaje telemático debido un poco a todos estos condicionantes».

«La pandemia  les ha sumido en un grado más de aislamiento que se añade al que ya sufren por la falta del manejo del idioma, y creo que vienen muy motivados para superar esta brecha este curso». Las clases se desarrollan un día a la semana todas las semanas, sin una duración determinada. Ahora mismo, debido a las medidas de seguridad, las clases no pueden superar los 5 alumnos, con ventanas abiertas, gel hidroalcohólico, etc. Por ello, se abrirán dos grupos de acuerdo al nivel de los alumnos. El avanzado de 10 a 11 y otro de nivel básico de 11 a 12 del que se ocupará otra voluntaria llamada Andrea.

Este segundo grupo será para personas que no tienen nada de nivel en castellano, e incluso un par de participantes que son analfabetos en lecto-escritura, incluso en árabe. «El año pasado, dentro de las actividades, se dedicaba algún día a compartir experiencias, un día temático, por decirlo así: traía té para todos, o un bizcocho, hablábamos de cocina, o de música, y les hacía traer a cada uno algo que hiciera o le gustara para ponerlo en común. Intento que las clases sean algo más que gramática y verbos. Llegamos a ser en algún momento 10 personas en clase y era muy motivador», subraya la profesora.

Uno de los objetivos es que también tengan una relación entre ellos, que compartan información y ayuda. Que al final de curso se haya ampliado su red social y vengan encantados. La reticencia inicial desaparece. En cuanto a su motivación, Belinda reconoce que el hecho de haber tenido que vivir en distintos países y haber tenido que aprender de adulta varios idiomas por motivos familiares/profesionales, le ayuda a poder empatizar  con su situación. “Me hace muy fácil entender qué es lo que necesitan”, concluye.

Majadahonda Magazin