FEDERICO UTRERA. «Francamente, sin una teoría que le acompañe, no puedo ver un cuadro», escribió con cierta sorna el célebre periodista y crítico de Arte, Tom Wolfe. Y esta realidad se recrudece y escuece con el arte conceptual contemporáneo que, hoy como ayer, domina la escena cada vez menos alternativa del siglo XXI. Por ello quizás la mecenas italiana Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, con casa en Turín y Madrid, ha patrocinado a través de su Fundación la exposición “And yet the air was still stirring” (traducida como «Y aún así, el aire seguía agitándose»). En esta muestra de arte conceptual, abierta hasta este domingo 16 de enero de 2022 en los sótanos del Círculo de Bellas Artes de Madrid, se hace un homenaje volcánico y estético a Canarias y a varios de sus artistas pero leyendo su catálogo e investigando en sus fuentes se ve algo más de lo que enseña la muestra. Son los tiempos que nos ha tocado vivir para invertir los consejos del sabio griego Solón cuando sugería juzgar «lo que no ves por lo que ves» y Heráclito prevenía de que «la opinión era locura y que la vista misma mentía». En esta época visual hay que juzgar lo que ves por lo que no ves y ya de hecho la propia mecenas reconocía en una entrevista que ella se informaba de la política actual no por los periódicos sino por sus artistas. Hablemos pues de política y de arte, ya que la muestra del Círculo de Bellas Artes lo plantea e invita.
La «versión oficial» es solo un espejismo: «Se explora la erupción volcánica como un proceso de curación de las economías coloniales y extractivistas de raza, género y naturaleza». Para ello, reúne las voces sutiles de 7 artistas radicados en España que «reimaginan las gramáticas de la geología –como ciencia y estudio colonial de la tierra– y disuelven las clasificaciones estructurales y taxonómicas de cuerpos oprimidos» según el catálogo de la muestra. Y una visita a la misma revela el protagonismo canario en ese discurso artístico y político. De hecho el título de la exposición es propiedad intelectual de la que fuera profesora de Filosofía en La Laguna y poeta, Sandra Santana, autora del poemario titulado «¡Y Pum! un tiro al pajarito», traductora del alemán y admiradora del escritor satírico de la Viena de fin de siglo, Karl Kraus, quien escribió: «En épocas de bancarrota intelectual, lo que se emite en vez de la moneda ilustrativa es el papel moneda del tópico”. Kraus tomaba a la prensa de papel y a los políticos demagogos como blanco de sus dianas y fue autor de ese libro tan paneriano titulado «La tercera noche de Walpurgis«. La deriva política, el papel de la prensa, entre la propaganda y la información, el auge del nazismo, el declive de la democracia y la parálisis de la socialdemocracia eran sus temas de reflexión irónica con «la canción de la prensa» donde «las plumas se mojan en sangre y las espadas en tinta». Eran los tiempos de Goebbels y Göring. Y bajo el motor conceptual de la exposición fluye la mordacidad de Karl Kraus y la filosofía crítica y estética de José Luis Brea (1957-2010), de la cual se desprenden muchas de estas reflexiones.
Los artistas canarios e internacionales invitados a exponer planean esa idea socrática contra lo impreso en favor de lo oral que tan elegantemente recuerda Irene Vallejo en su «best seller» sobre «El infinito en un junco«. Sorprendentemente, Sócrates fue uno de esos ejemplos históricos en los que los intelectuales se convierten en «apocalípticos» contra las nuevas tecnologías, en aquel tiempo el libro, aunque la biografía de Antonio Tovar revela que leía más de lo que creemos. Walter Benjamin, autor que se estudia en todas las Facultades de Comunicación (antes llamadas de «Periodismo» y aún antes «Ciencias de la Información») y admirador de Karl Kraus, también advertía acerca de los peligros que conlleva «concebir la obra de arte como mero medio comunicativo». Pero el volcán es erupción, riesgo y peligro y la exposición señala que la imagen del volcán «amplifica aún más la amnesia colonial» ya que «irónicamente el mapa más antiguo de las islas procede del atlas catalán de 1367, que captura todos los cuerpos terrestres de la constelación de Canarias excepto la isla de la Palma. Y ahora, partiendo de esta antigua ausencia, La Palma grita con rabia ancestral, que la tierra nunca olvida».
Uno de los expositores, cuyo nombre artístico es «iky yos Piña Narváez Funes», nacido/a en Venezuela y que vive y trabaja en Barcelona, en un alarde de sinceridad, exclama: «Supuestamente con el COVID-19 el mundo se detuvo», pero «el confinamiento para los blancos y ciudadanos europeos implicó activar todas sus tecnologías de existencia e infraestructura de sostenibilidad de sus propias vidas blancas, herederas de la explotación colonial: becas, ahorros, redes familiares e incluso acceder a todas las dádivas del estado de bienestar europeo, quien se construyó con sangre negra e indígena. El confinamiento para los blancos artistas «curators» consistió en un espacio de holgura, de superávit temporal para crear, para pensar su propia existencia, postularse a residencias artísticas e idear proyectos de estetización de la pandemia. Una pandemia que nació en 1492 y que ellxs mismos, lxs blancxs, no pueden ver que sus vidas han sido beneficiarias de ella». Por eso el confinamiento implicó el encierro solo de unos pocos, aquellos que tienen «las posibilidades de movilidad por el espacio público, de movilidad por el mundo, sin ser policiados». Son nuestros «Jóvenes Salvajes Españoles» como fueron antes los «Salvajes Alemanes» espoleados por Josep Beuys. O los «Young British Artists«, invento del publicitario londinense Charles Saatchi que afloró, entre otros, la sagaz figura de Damian Hirst, cuando pasó de colocarse un cigarrillo en la punta del pene delante de los periodistas a ser el artista más rico del mundo. Su última muestra en la Galleria Borghese, plagada de oro, diamantes y piedras preciosas, acredita por qué. ¿Serán estos jóvenes artistas otro experimento similar de los mecenas italianos? Mimbres parece que tienen.
Cristina Mejías, nacida en Jerez de la Frontera, vive y trabaja en Madrid, pero Sanlúcar de Barrameda, «ciudad natural del padre de Mejías«, fue el punto de entrada para que ella reviviera la leyenda de la Atlántida: «es otra táctica colonial para legitimar la supremacía del autor singular en la escritura de una historia, siempre desde la perspectiva del conquistador». El texto del catálogo mancilla el nombre de Platón cuando lo cita para justificar como la artista «comenzó a entretejer los hilos con los lugareños creando pruebas seudocientíficas, filmando intuitivamente varios lugares de la zona». El resultado es un vídeo que no es precisamente de Bill Viola y que sorprende, pero solo por su deficiencia técnica. Florencia Rojas, nacida en Córdoba, vive y trabaja entre Madrid y Málaga. Con su obra «Blue 072» recuerda que «la artista fue arrestada y juzgada por la policía española en una protesta antifascista por intentar evitar que un oficial de policía golpeara a otro manifestante. Estuvo encarcelada durante tres días mientras el proceso aún se desarrolla. El título del proyecto hace referencia al «Pantone» utilizado en la creación de la identidad visual del cuerpo de policía nacional del Estado español. Las llaves de cristal del centro de creación contemporánea de Andalucía apuntan al poder que tienen los institutos de arte y la fragilidad de las herramientas que se brindan para garantizar la libertad»
Otro artista es el mencionado «iky yos Piña Narváez Funes, nacido/a en Venezuela» que «vive y trabaja en Barcelona» y que no se queda atrás: «los colonizadores dividen, conquistan y explotan pero también estudian para reiterar su propia superioridad CIS-género, blanca y patriarcal: el proyecto colonial nunca terminó, sino que es un paradigma político, económico, territorializador y extractivista vigente, que continúa definiendo los flujos militarizados del capital y de las epistemología es empíricas, morales, sexuales y fascistas». Frente a todos estos relatos, el de «Jokko Collective», compuesto por seis miembros de la diáspora africana que viven y trabajan en Barcelona y que sería la representación de las reales «víctimas» de tanta inhumana y descarnada explotación, se convierte en un oasis de paz interior con su sencilla instalación de música africana. Concluye el catálogo de la exposición con un relato titulado «Curación por meteoritos» en el que la norteamericana Alexis Rider, describe «un sistema social que ya ha sido perturbado por la estratificación económica, racial, social, sexual y cultural y la bola de demolición imperialista de la globalización puede no ser, de hecho un error en absoluto, sino más bien una errata muy necesaria». Y así las cosas, conviene volver a las «palabras de oro» de Karl Kraus, cuando alertaban de que «el discurso judío es un poco corto para la locura alemana» y apuntaba que «en estos tiempos tempestuosos no solo se dan manifestaciones de debilidad, de servilismo, de rápidos cambios de chaqueta, sobre los cuales uno querría pasar velozmente, si bien con sentimientos de dolor y pena» sino que también «hay manifestaciones y mítines que revelan un auténtico ánimo viril». Es curioso, pero lo «viril» está hoy tan asexuado que la fuerza de empuje es la antítesis de lo «blanco, heteronormativo, colonial y patriarcal» que gira en torno a esta exposición titulada «Y aún así, el aire seguía agitándose». Una traducción que, viendo tanto culto a la superchería, las supersticiones, conjuras y animismos sobre los volcanes, más bien inclina a pesar en la frase de Galileo: «eppur si mouve“ (… y sin embargo se mueve). Lea otra visión de la exposición en Eldiario.es.