La dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) prohibió los juegos de azar en todo el territorio español. Una prohibición que se mantuvo en los años de la Segunda República. En ese contexto, el empresario judío de origen holandés Daniel Strauss intentó instalar su ruleta eléctrica en España, aunque a priori no parecía demasiado factible hacerlo. Strauss había estrenado su aparato en la ciudad de La Haya, a consecuencia de lo cual fue expulsado de Holanda por intentar timar a los jugadores. La Straperlo constaba de 13 números, pero no se trataba de una ruleta normal, ya que la bola se accionaba mediante un botón eléctrico, y, por lo tanto, la banca ganaba siempre que lo deseaba. Tras huir de Holanda, el empresario holandés intentó introducir su aparato en los casinos de Niza y Ostende. Finalmente, se estableció en Barcelona, donde hizo pruebas en el Casino de Sitges.
El gobierno catalán de Lluís Companys no permitió finalmente su explotación. En ese momento, Daniel Strauss intentó que la administración del Estado legalizara la ruleta, por lo que contactó con diversos miembros del Partido Radical, entre ellos Aurelio Lerroux, sobrino de Alejandro Lerroux, y el subsecretario de Marina, Joan Pich i Pon. Estos miembros del Partido Radical se habían mostrado muy receptivos con el proyecto del Straperlo. Tras muchas negociaciones, en las que entraron en juego sobres diversos y relojes de oro, ambas partes llegaron a un acuerdo económico: el 50% de las ganancias para Strauss y el 50% para Aurelio Lerroux y el resto de políticos de la época. Finalmente, la ruleta electrónica, que nada tiene que ver con la ruleta o las slots online de 888 que podemos encontrar en la actualidad, se inauguró en el Casino de San Sebastián el 12 de septiembre de 1934.
La alegría de Strauss y el resto de beneficiados del «Straperlo» duró poco. A las tres horas se descubrió que la ruleta electrónica era una estafa, por lo que la policía clausuró el Casino de San Sebastián. Al día siguiente, el propio ministro, asustado por las consecuencias de sus acciones, instó la retirada de las ruletas. Sin embargo, el empresario holandés consiguió instalar sus aparatos en el Hotel Formentor de la isla de Mallorca. Una semana después, el ministro de la Gobernación procedió a la clausura del local. Enfadado ante la inflexible decisión de las autoridades españolas, Strauss y sus compañeros decidieron escribir una carta al presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, denunciando el caso y reclamando una compensación de 85.000 florines holandeses por los gastos incurridos. La carta acabó filtrada a todos los medios de comunicación españoles, siendo utilizada por la oposición contra el Partido Radical.
El escándalo del estraperlo terminó en una comisión parlamentaria. El dictamen de la misma señaló que habían existido actuaciones “que no se ajustaron a la austeridad y a la ética que en la gestión de los negocios públicos se suponen”. El 28 de octubre de 1935 las Cortes votaron la culpabilidad de ocho miembros del Partido Radical que ocupaban cargos públicos, y que fueron destituidos por el Consejo de Ministros. La ruleta electrónica de Strauss hizo saltar en pedazos al Partido Radical y acabó con la carrera política de su líder, Alejandro Lerroux. Todo esto puso fin al denominado bienio conservador.