MAYTE SPÍNOLA*. Extracto del libro «Vivencias. Lo que aprendí de mis amigos», de reciente publicación (2021). Los Barreiros no teníamos seguro médico alguno. Cuando se necesitaba un médico se le llamaba y se pagaba, generalmente con un coche Simca o Dodge. Intercambio de servicios. Todo aquello me chocaba mucho. La orgánica familiar la llevaba Valeriano. Un día, cuando los niños eran muy pequeños, se decidió –todo se decidía en equipo- que teníamos que aprender a esquiar todos. Se alquiló un pequeño hotel en Megève (Francia), y allí fuimos. Así nos iniciamos en la nieve. Era a finales de los 60.
Poco después compramos unos apartamentos en Sierra Nevada, en el Nevada Center, propiedad de unos amigos, los Llopis, y fue cuando empecé a llamar a otros amigos para que compraran apartamentos y fueran allí: Samuel Flores, Pepe Bohórquez, los Infantado, por supuesto mis hermanos José Antonio y Carmen, mi sobrina Mariluz y así sin darme cuenta, me convertí en agente inmobiliaria por amor al arte y a la amistad. Luego lo sería en La Escorzonera, paraíso madrileño donde resido, llamando por teléfono a Carmela Fenosa, a Esther y a Alicia Koplowitz, a Luis Villalonga y a Merche, a los López Ibor, a Fernando, marqués de las Claras, a Pili Rubio, a Javier Oriol, a César de la Mora y a todos los que disfrutamos de este rincón de Madrid en El Plantío.
Y en Sol de Mallorca, mi adorable urbanización del alma, donde he logrado llevarme a toda mi familia y rodearme de mis mejores amigos. Formamos todos una gran familia con un estilo de vida muy especial, donde todas las puertas están abiertas para todos; me atrevo a decir que hoy es la urbanización vacacional más exclusiva de España, por la situación que tiene, por la maravilla de casas que hay y por la gente que la habita. El verano de 2009 fue una gran satisfacción, cuando Begoña Ezalburu, marquesa de las Claras, Miguel Olazábal, Miguel Temboury, Juan Pedro Domecq, Sofía Cotoner y mi propia hija Rocío, formaron el nuevo Club Social del que fue presidenta de honor la Infanta Doña Pilar de Borbón y, vicepresidente de honor Graciliano Barreiros, mi marido. Este Club ha complementado la urbanización Sol de Mallorca. Me emocioné al ver izar la bandera de España por el hijo mayor de Begoña, ya la tercera generación de los que ahí residimos.
He trabajado como socia en una empresa inmobiliaria, Vertical Real Estate, llevada en origen por gente joven como mi hija Rocío Barreiros, Beltrán Gómez-Acebo, Jaime López-Ibor, Alfonso Bustamante, Pedro Cavero, Paloma Bohórquez y algunos más. Fue algo que me llenó de vida y de buen humor. Por primera vez fui profesional en una empresa, en un asunto interesante como es desarrollar urbanizaciones. La primera fue Sol de Mallorca, lugar en el que he redactado buena parte de estas Vivencias; la segunda, Las Encinas, en La Escorzonera, donde vivimos, en Madrid, y, la tercera, la sorprendente y mágica, Isla Marina de Valdecañas, en el corazón de Extremadura, de la que es patrono san Antonio, mi santo predilecto.
Me atrevo a decir que hemos creado mil puestos de trabajo en momentos difíciles de la crisis, operarios y profesionales que han trabajado a fondo en la Isla de Valdecañas. Ferrovial fue la constructora; los promotores de Isla Marina de Valdecañas: Antonio Reneses es el presidente, gran cerebro y gran persona, y José María Gea, consejero delegado, ingeniero de caminos. Nosotros, Vertical Real Estate, teníamos la exclusiva de la venta. Se han entregado unas ciento ochenta casas vendidas entre amigos y el Hotel del Golf, totalmente terminado y decorado por un centenar de obras de arte del Grupo pro Arte y Cultura. Ver esto es una satisfacción para todos nosotros.