
«Habla Juan Ramón Jiménez asomado a las ventanas de su Museo, de Siete Picos, El Montón del Trigo, Las Cabezas de Hierro… Y entonces yo siento por el poeta de Moguer un amor serrano. Aunque nunca hubiese estado en Majadahonda. Y a Las Rozas, esclava de un amor imposible, por Juan Ramón, naturalmente, vino a suicidarse Marga Gil, aquella escultora que se enamoró de un mar interior de imposible deriva. No está en este libro. Ni tan siquiera están sus restos, en el cementerio viejo de Las Rozas: tumba levantada por un obús en la vieja contienda civil». En la imagen, parque del Cerro del Aire (Majadahonda) que da título a un poema que recoge «Libros de Madrid»
VICENTE ARAGUAS. (20 de julio de 2025). JRJ: Las Cuatro Estaciones. No creería en las lecturas veraniegas (el buen lector, el único, el de verdad, lo es para todo el año) si no fuese porque las vacaciones, eso que el estío suele aportar, dan un tiempo extra, rellenable con múltiples (des)ocupaciones, pudiendo ser una de las cuales el placer lector. Placer lector, he dicho, a sabiendas de estar incurriendo en maravilloso pleonasmo, que es el modo poético de llamar a las redundancias. Pero lo cierto es que leer es placer de dioses, es como vivir dos veces, es como amar a quien te ama, y échale hilo a la cometa de lo que carece de número. Y la cosa es que estos días de calor frenético me encontraron en la Galicia más liviana en cuanto al clima y daba igual, que los pájaros caían del cielo, tan plomizos como el ambiente. Y yo leía, un alivio, a Juan Ramón Jiménez (JRJ), «Libros de Madrid», en hermosísima edición de Hijos de Muley Rubio, aquella editora ejemplar detrás de la cual se hallaba, también, una vez más, Federico Martínez Utrera. Debida esta edición a José Luis López Bretones y la introducción al finísimo poeta canario, Andrés Sánchez Robayna, éste, sospecho, heredero (no universal, JRJ, su magisterio, tocó, en verdad, a la “inmensa minoría”) del poeta español más grande del siglo XX. Recuperado, en prosa, no en toda, naturalmente, sino en la relativa a Madrid.
UN MADRID PARA CADA MOMENTO, NO SOLO EL NEOCONSTUMBRISTA QUE AQUÍ SE DEJA VER, sino el de las diferentes estaciones: salta marzo en el libro que oigo con la vista, leo con el oído, permitidme las sinestesias, nace mayo, golpea con dulzura otoño pero –también– se precipita sobre el lector, se apoya sobre la almohada, vuelta y revuelta en la búsqueda de frescura, el verano de Madrid. Y de pronto el poeta, que ya había hecho su “Apunte de invierno en El Retiro” nos habla ahora de una “Soledad del poeta”, sobre una “Reina que se va”: “En la tarde vaporosa gris de estío, bajo la acacia en flor, verdeoro, blanco y suave, la estatua de piedra.” Y más adelante, con esa jota inefablemente juanramoniana: “No es sol, es un sueño de sol, una nostaljia del sol indecible.”

Federico Utrera, José Luis López Bretones y el también poeta José María Micó durante la Feria del Libro de Barcelona en el Ateneu barcelonés. La presentación de «Libros de Madrid» también se realizó antes en el Archivo Histórico Nacional (Madrid) junto a una exposición conmemorativa
Y ENTONCES, AL LEER A JRJ, SU PERICIA AL ADJETIVAR, el temblor hecho carne de los sustantivos por él manejados, yo pienso en el Dios prodigioso que provoca, existente o fábula, el que haya poetas tan altísimos. De vuelo altanero, de ave de altanería, que vino a Madrid a sollozar en sus tardes polvorientas, a enamorar a monjitas, Sor Amalia, Sor Pilar, internado en el Sanatorio del Rosario. Zenobia aún tardaría en llegar, Y con ella ese monumento que es “Diario de un poeta recién casado” (no, con JRJ, el Nobel no se equivocó en absoluto). Como Hijos de Muley Rubio publicando este manual de instrucciones para (sobre)vivir Madrid. Un Madrid que es un “Museo de ventanas”, con vistas, ya se sabe, a la Sierra. Con esos nombres poéticos que en Juan Ramón se hacen hermosura que percute en los ojos del alma, dejando huellas de belleza.
JUAN RAMON, LAS ROZAS Y MAJADAHONDA. Y habla Juan Ramón Jiménez asomado a las ventanas de su Museo, de Siete Picos, El Montón del Trigo, Las Cabezas de Hierro… Y entonces yo siento por el poeta de Moguer un amor serrano. Aunque nunca hubiese estado en Majadahonda. Y a Las Rozas, esclava de un amor imposible, por Juan Ramón, naturalmente, vino a suicidarse Marga Gil, aquella escultora que se enamoró de un mar interior de imposible deriva. No está en este libro. Ni tan siquiera están sus restos, en el cementerio viejo de Las Rozas: tumba levantada por un obús en la vieja contienda civil. La que se llevó lejos a Juan Ramón Jiménez. Siempre aquí, en este libro al lado.
La belleza de Juan Ramón Jiménez
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
Juan Ramón Jiménez
Premios Nobel de literatura hispano hablantes: José Echegaray , Jacinto Benavente, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa. Mínimo yo de estos me sé Juan Ramón Jiménez, Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda.