La ingeniera Eva Bailén, entrevistada por MJD Magazin

MIGUEL SANCHIZ. La protagonista de «Gente maja que se moja» es este sábado 23 de abril (2022) Eva Bailén (Alicante, 1974), ingeniera superior de telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Valencia y máster de formación del profesorado en la especialidad de matemáticas por la Universidad Rey Juan Carlos. Ganadora del accésit del Centro de Estudios Financieros en el año 2019 por su Trabajo Fin de Máster en la categoría Educación y Nuevas Tecnologías, ha sido diputada de Ciudadanos (Cs), presidenta de comisión y portavoz de Educación en la Asamblea de Madrid entre los años 2019 y 2021. Es miembro del comité científico de la revista «Tecnología, Ciencia y Educación» de la UDIMA, autora de dos libros, articulista en «El País» y autora de su propio blog. En la actualidad combina su trabajo como ingeniera con su labor en el Observatorio de Educación de la URJC donde se responsabiliza de la escuela de familias.

Miguel Sanchiz en su sección de entrevistas

¿Por qué una ingeniera de telecomunicaciones tiene tanto interés por la educación? –Conmigo la educación cumplió claramente su función de ascensor social. Mis padres no fueron a la escuela, mis dos hermanos mayores completaron únicamente la Educación General Básica, pero yo tuve la oportunidad de continuar estudiando y aprendiendo, algo que para algunos niños es un lujo hoy en día. En el primer encuentro de la escuela de familias del Observatorio de Educación uno de los ponentes era un estudiante de 4º de la ESO. Lo invité para que nos contara su experiencia, porque en un debate educativo nunca deberían faltar los estudiantes. Se me quedó grabada a fuego una frase que dijo: “durante mucho tiempo, para mí aprender era un lujo del que no podía disfrutar”. Yo disfruté del lujo de aprender. El sistema educativo cumplió conmigo su función. Sin embargo, cuando años más tarde me encontré de nuevo con el sistema educativo en la década del 2010, esta vez como madre, me pareció que el sistema no funcionaba.

¿En qué está fallando la educación para los más pequeños? –Para algunos niños, entre los que se encontraba mi hijo, aprender era un lujo, algo secundario. No entendía que tras 6 o 7 horas en el colegio, y después de mi larga jornada laboral, al recoger a mi hijo del colegio aun necesitara pasar 3 horas más haciendo deberes repetitivos, carentes de creatividad, o de sentido crítico. Básicamente no le aportaban ningún aprendizaje. Sé que para aquellos que creemos en la cultura del esfuerzo, y siendo ingeniera de «teleco» es algo en lo que creo, poner en entredicho la función de los deberes parece contradictorio. Pero no lo es. El esfuerzo debe verse recompensando. Y cuando uno no aprende a pesar de esforzarse largas horas, la cultura del esfuerzo se cae por su propio peso. Creo que entonces es necesario canalizar el esfuerzo de otro modo. La recompensa no debe desaparecer, aprender produce una recompensa y no puede ser algo tedioso, ni inalcanzable ni un lujo del que solo disfrutan unos pocos.

¿Hay algo destacable que haya conseguido durante su paso por la política?Llegué a la política porque de mi hartazgo por los deberes de mi hijo durante los años de educación primaria nació una petición en change.org que firmaron más de 230.000 personas. La petición llegó a la Asamblea de Madrid y allí se aprobó una Proposición no de Ley que le dio algo de protagonismo al asunto. Estudié el máster de formación del profesorado, y me interesé por la educación inclusiva y cómo el sistema educativo puede tratar de adaptarse mejor a todos los estudiantes. En mi TFM me centré en las metodologías inclusivas del colegio en el que hice las prácticas del máster, el colegio Santa María La Blanca de Madrid. Y lo enfoqué a los alumnos con Altas Capacidades. El sistema educativo tiene una función muy clara y está muy bien resumido en el ODS número 4: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y proporcionar oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todos. En este marco, la inclusión no se refiere solo a los alumnos con discapacidad, la inclusión se refiere a todos los alumnos porque lo contrario es la exclusión y la escuela no puede expulsar a nadie si queremos que cumpla con su función de ascensor social. Me parece muy dañino el uso que se ha hecho del término “educación inclusiva” para crear polémica, generar miedo, y de paso seguir obviando que muchos alumnos se ven expulsados del sistema educativo.

¿Qué hizo por la Educación cuando fue política? –Cuando llegué a la Asamblea tenía varias ideas en mente: la necesidad de que los deberes fueran racionales, la de que los alumnos con Altas Capacidades y alto potencial pudieran desarrollar todo su talento en una escuela inclusiva y la de promover y dar a conocer prácticas que fomentan la inclusión como el Aprendizaje-Servicio, una metodología de proyectos educativos que conecta el currículo con las necesidades de la sociedad del entorno del centro educativo para que realizando un servicio a la comunidad los alumnos aprendan lo marcado por la ley a la vez que realizan algo útil para su centro educativo, su barrio o su municipio. Tuve la oportunidad de invitar a expertos en Altas Capacidades y en Aprendizaje-Servicio a la comisión de educación de la Asamblea de Madrid y generar un debate inédito hasta entonces en esas comisiones en las que habitualmente el clima es de tensión constante, de reproche lo que las hace poco o nada constructivas. Quiero creer que en parte gracias a eso en la Comunidad de Madrid hay ahora un equipo de orientación específico para altas capacidades.

¿Qué opina de la nueva ley educativa? –Me parece muy triste que haya tantos cambios de ley, cada pocos años tenemos una nueva y ya vamos por ocho en menos de 50 años de democracia. Leyes sin visión estratégica, sin consenso y sin futuro. Cada nueva ley está destinada a ser derogada en cuanto llega un gobierno de otro color a la Moncloa. Esto es un desastre. A veces pienso que debería haber un cuarto poder: el educativo, independiente del gobierno, para que dejaran de haber tantas polémicas y la educación dejara de usarse políticamente. Existe tan poco consenso y tanta desconfianza en el ámbito de la política educativa, además de mucha ignorancia entre los legisladores, que se dan situaciones rocambolescas. Al comienzo del curso 20-21, tras el final del curso anterior marcado por el confinamiento, algunos gobiernos autonómicos propusieron crear grupos-clase con alumnos de cursos consecutivos para reducir las ratios y cumplir así con las medidas de seguridad marcadas por la pandemia del Coronavirus.

Ponga algún ejemplo… –Se crearon grupos con niños de segundo de educación infantil (4 años) y de tercero de educación infantil (5 años). En la Comunidad de Madrid fue una medida que se tomó, y que fue bien recibida por profesores defensores de la innovación educativa, del trabajo por proyecto, de la educación inclusiva o de las escuelas rurales. Era una medida que para mí estaba justificada, avalada pedagógicamente y que en otras comunidades la habían propuesto gobiernos de un color diferente al de la Comunidad de Madrid. Lo que no comprendí es que la oposición atacara esta medida y se generara una polémica y una preocupación innecesarias. Me parece que usar la educación de esta manera nos perjudica a todos como sociedad.

¿Dónde está ahora la controversia educativa? –Ahora la polémica está en la asignatura de Historia de 2º de Bachillerato. Es sorprendente lo que se puede llegar a leer o escuchar de un cambio en el currículo como este. Por una parte, tengo que decir que después de haber tenido dos hijos en 2º de Bachillerato reconozco que me parece excesivo el temario de Historia en este curso. Creo que cualquier alumno y sus familias pueden justificar la necesidad de un cambio. Como estudiante de ciencias, cuando hice el COU y la selectividad en el año 1992 no tuve que cursar esa asignatura. Supongo que esto me refuerza en mi posición de que es necesario un cambio en el currículo de Historia de 2º de Bachillerato. En cambio, sí que tuve que hacer un examen de Filosofía en la Selectividad. El caso es que cada vez que hay que eliminar algo del currículo, se escriben ríos de tinta sobre ello, aparecen artículos sensacionalistas y titulares capciosos, porque sobre educación todos opinamos. Y por otra parte, también es cierto que ya no existe confianza en lo que haya detrás de un cambio como ese. ¿Qué puede ocurrir si un gobierno determinado adoctrina a los alumnos españoles con esos cambios aparentemente inofensivos? Como decía, España necesita consenso y confianza para que las políticas educativas sean estratégicas y no dependan del gobierno de turno.

Majadahonda Magazin