

El retrato de aquella época hace 35 años proseguía así: «Y es que Majadahonda ha sido y es residencia de destacados miembros de la Administración socialista. Allí viven hoy, además de los citados, Javier Solana, ministro de Cultura, Fernando Ledesma, titular de Justicia, y Pilar Miró, directora general de Cinematografía. Hay unos 25.000 habitantes censados en Majadahonda pero, según cálculos municipales, 35.000 personas residen de hecho en esta localidad madrileña. La mayoría son jóvenes profesionales de desahogada posición económica, empleados en Madrid, Móstoles, Las Rozas o en las instalaciones radiotelevisivas de Prado del Rey. Muchas de las vecinas también trabajan y por eso en Majadahonda hay un promedio de 1,3 automóviles por familia. El crecimiento de Majadahonda, a base de urbanizaciones, ha sido espectacular en los últimos años. En 1970 sólo había 5.000 habitantes. La intención del Ayuntamiento es desacelerar ese peligroso proceso de crecimiento. Para ello ha elaborado en los recientes cuatro años un Plan de Ordenación Urbana que limita la construcción, tanto en extensión como en altura, y que sitúa el tope máximo de población previsto para el año 2.000 en 50.000 almas».
Hace 40 años esta ciudad de hoy era un pueblo pobre, según la crónica: «En 1979 el casco antiguo de la población, donde vivían el 40% de los vecinos, no tenía agua potable, alcantarillado, iluminación pública, ni pavimentación. Por el contrario, en muchas de las urbanizaciones, las condiciones de vida eran de fábula. 400 millones de pesetas [2,4 millones de euros de hoy] costó el plan de servicios que sacó al casco antiguo de su penosa situación. Hoy cuenta con agua corriente y las calles están bien iluminadas y asfaltadas. Cuatro nuevos colegios de EGB, un instituto de BUP, un centro de formación profesional y un ambulatorio de la Seguridad Social han sido otras realizaciones del Ayuntamiento saliente que los vecinos consideran notables.El símbolo de todo eso es la Gran Vía, la arteria principal del pueblo. A la Gran Vía se la asfaltó, ajardinó y hasta se la dotó de un carril-bici, que se prolonga por su entrada y salida hasta completar un kilómetro y medio de longitud. El carril, separado del resto de la calzada por una valla metálica, ocasionó, en su día, firmes protestas de los comerciantes, que se quejaron de que impedía aparcar a sus clientes. Las obras se ejecutaron empleando a trabajadores parados que no cobraban subsidio de desempleo. Majadahonda cuenta con un polideportivo abierto, una escuela de gimnasia, una escuela de música, una orquesta, una coral y varios talleres de artesanía. Todo está flamante. Ha sido construido o promocionado por la actual corporación, cuya última realización es la compra de 28.000 metros cuadrados en la plaza de Colón para la construcción de un parque con nuevas instalaciones culturales y deportivas. El proyecto de este complejo ha sido diseñado por el arquitecto y dibujante Peridis«, recordaba el periódico.

«Todo ha ocurrido en una década. De Majadahonda se sabe que fue fundada en el siglo XIII, como aprisco para ganado lanar, y que Cervantes, en el Quijote, alude a los majariegos como ejemplo de «mal hablados». El lugar reaparece en la historia española en junio de 1979: con la muerte de Blas de Otero, que allí pasó sus últimos años. Hacia 1960, Majadahonda tenía 1.500 almas, pastores y cultivadores de cereales en su mayoría. En los años siguientes se instalaron en el pueblo albañiles extremeños y andaluces, que elevaron su población hasta los 5.700 vecinos de 1974. Y de repente llegaron los yoopis. Eran medio ecologistas y hasta algo naturistas, y buscaban un lugar donde respirar que no estuviera lejos de Madrid, la ciudad donde se ganaban las habichuelas. Chalés y apartamentos residenciales empezaron a construirse en los antiguos pastos y labrantíos», indicaba aquella noticia.
En 1984, decía el texto, «Majadahonda cuenta ahora con unos 30.000 vecinos, de los cuales el 49,5% tiene estudios medios o superiores y el 83% no ha alcanzado los 50 años de edad. La juventud de su vecindario y el que muchas mujeres trabajen fuera de sus casas hace que la población activa. Otros datos explican aún más lo que ocurre allí: el 33,3% de su población laboral es alto directivo o profesional liberal, y el 34,1%, técnico medio o administrativo. Las cosas no habían llegado tan lejos cuando a comienzos de 1976 Rodríguez Colorado fue a vivir a un piso de Majadahonda. Colorado trabajaba en una empresa privada y militaba en el aún clandestino PSOE. El delegado del Gobierno en Madrid recuerda así su encuentro con el clan de los majariegos: «Pedí un contacto con los compañeros del lugar y un día me telefoneó un desconocido. Me preguntó donde vivía, se lo dije, y entonces exclamó: ‘Pero si somos vecinos. Tú eres ese tío de arriba que hace tanto ruido’. Resultó ser Domingo Ferreiro, el actual gobernador de La Coruña».
«En Majadahonda gobernaba aún la familia Sanz, cuyos miembros habían ocupado la alcaldía durante un siglo, y aunque en los alrededores del casco antiguo empezaban a surgir colonias de chalés y bloques de apartamentos, las calles del pueblo eran de tierra y el agua potable procedía de pozos. «Los socialistas nos reuníamos entonces en el chalé que tenía Luis Solana en Majadahonda. El día que abordamos la acción vecinal, Luis me dijo: ‘Ocúpate tú, Colo’, y así me convertí en el primer presidente de la recién creada asociación de vecinos de Majadahonda«. Rodríguez Colorado, de 36 años, casado y con un hijo, sonríe al decir que «en aquella época no éramos altos cargos; la primera reunión de la asociación de vecinos la hicimos en una discoteca, bajo la vigilancia de una pareja de la Guardia Civil, y con la presencia del alcalde, provisto de grabadora». Tres años después fueron convocadas elecciones municipales democráticas», añade.

«Ese objetivo está hoy cubierto a base de endeudarse y apretar en el cobro de los impuestos municipales. Majadahonda cuenta con una completa infraestructura urbana y con recién estrenados centros educativos, sanitarios, deportivos y culturales. El ayuntamiento, en cinco años de gestión socialista, se ha permitido incluso traer a Nuria Espert y a Rafael Alberti para inaugurar el Zoco de Majadahonda, un pequeño centro comercial privado con tres minicines. O hacer un carril-bici en la Gran Vía, la principal arteria de la localidad. O construir una planta de tratamiento y empaquetado de basura en vez de vertedero. O elaborar un plan general que prohíbe las industrias contaminantes y limita a 50.000 los habitantes del municipio en el año 2000. Todo eso ha tenido dos consecuencias: una, que el suelo de Majadahonda sea hoy el más caro de la provincia de Madrid; otra, un notable florecimiento del comercio, que ha hecho de Majadahonda un polo de atracción para los municipios limítrofes: Pozuelo, Las Rozas y Boadilla del Monte».
Y concluye: «El comercio de Majadahonda da una idea exacta de los gustos yoopis. Hay allí un hipermercado donde cargar para toda la semana. Abundan los buenos restaurantes, en uno de los cuales se reúne con frecuencia el clan de los majariegos «no para conspirar», dice Colorado, «sino para comer churrasco». En cuanto a las discotecas del lugar, una de las más frecuentadas es la que regenta el ex jugador madridista Benito. En el antiguo aprisco de ovejas parecen vivir felices hasta los taxistas. Al menos eso dice uno de ellos, Luis García Parra, de 56 años, casado y sin hijos. García Parra, que se instaló en Majadahonda hace ocho años harto de conducir autocares por toda Europa, piensa así del pueblo: «Esto es un fenómeno natural, chico. La gente va por la calle como le da la real gana, en chándal y zapatillas, como si fuera Benidorm. Y encima viaja más que una maleta». El taxista ha calado a los yoopis«.



