Francisco Umbral

FRANCISCO UMBRAL. “Era vasto, gordo, exquisito, dandy, cínico, culto y brillante. En mi novela “Leyenda del César Visionario”, calificada por “Abc” como “la mejor novela sobre la guerra civil”, saco a Foxá en Salamanca y Burgos, en el grupo de los laínes, que, como bien dice mi querido Eduardo Haro Tecglen, son el germen de lo que luego se llamaría el Movimiento: la Falange, el fascismo. La faceta que más me interesó siempre de Foxá fue la de articulista, que era o iba a ser lo mío. Foxá abunda en el artículo descriptivo -desde la otra orilla-, como descriptivo es lo mejor de su gran novela fascista, “Madrid de Corte a checa”. Pero hay, asimismo, un Foxá reflexivo, irónico, despectivo, meditador, wildeano, que es el que nos dice: “Tengo el puesto ideal. Embajador de una dictadura (la de Franco) en una democracia. Disfruto de ambos sistemas. Profundizó la Europa de las grandes guerras, hasta intimar con Malaparte, que le saca en sus novelas. Malaparte es el más grande escritor de la Italia moderna, porque maneja grandes magnitudes, sencillamente, pero no se le cita porque era amigo -una amistad más bien irónica- de Mussolini. Foxá le pregunta un día a Malaparte: -¿Por qué te pusiste Malaparte de seudónimo? -Porque Bonaparte ya había uno, Napoleón.


Eugenio D´Ors

El talento literario lleva a Foxá al escepticismo y a sus atroces sonetos contra Franco y los Borbones. Su Madrid alfonsino es perfecto literariamente, como el de Valle Inclán, sólo que de derechas. Para ser Valle le sobraba un brazo. Quiso hacer una trilogía a partir de su primera novela, pero nunca la hizo. Es el mal que hemos diagnosticado a todos los grandes prosistas de la Falange. El mal de la poquedad. El teatro de Foxá es exótico y malo. Teatro poético, que es lo peor que se puede hacer. En cambio, acierta plenamente, al margen de sí mismo, con “Hans y los insectos”, un relato sencillamente magistral del que hoy pienso si no tenía connotaciones simbólicas. ¿Hans es el Ario y los insectos -conjura universal- son los judíos? Por entonces, 8 de diciembre de 1954, lo leí en “Abc” con mera avidez literaria, como una cosa logradísima, sin estos malos pensamientos que me asaltan ahora.


Agustín de Foxá

El secreto de esta generación era el artículo, hijo de la glosa dorsiana, como el género del 27 había sido la metáfora. Es interesante esto de que cada generación lograda se familiarice con un género, un santo patrón o una manera de hacer. Interesante y revelador de que todos están haciendo lo mismo. Los prosistas de la Falange son el 27 del articulismo en España. Lo cual tiene explicaciones sociológicas -el dinero-, políticas -las limitaciones de la censura-, y hasta generacionales: el mimetismo de d’Ors, ya está dicho. Todos son pensadores de periódico. A Foxá se le aplica el fácil apelativo de cornudo, y él entra en los salones haciendo reverencias y repitiendo: -Lo soy, lo soy…

Su poesía es fácil, descriptiva, nostálgica del Madrid de la Regencia, aunque tiene momentos grandiosos, así cuando Lázaro, el del Evangelio, avanza “repartiendo gusanos por las viñas”. En Foxá hay un gran escritor frustrado por la cortedad del franquismo, y su caso explica todos los demás. Campoamorina y todo -de un campoamorismo superado y nada didáctico-, la poesía de Foxá es superior a la del poliédrico, frío y pedernal Dionisio Ridruejo, otro de los grandes del grupo. Eran muy inteligentes y todos tomaron conciencia de que la Victoria de la derecha les había mutilado en la guerra, no ya como hombres sino como escritores. En Francia, los derechistas o gauchistas equivocados optaron por el suicidio o el olvido: Rochelle, Claudel, Montherlant, etc. Aquí optaron por la nómina, con lo que se irían hundiendo más y más en el albañal de una dictadura personalista, ni siquiera universalista, como la de Hitler. Se lo decía Ridruejo a Serrano Súñer, a la vuelta de los Juegos Olímpicos de Munich: -Ellos van en serio, Ramón. Lo nuestro no es más que un juego ridículo.

Serrano Suñer

Y, tiempo después, Ridruejo abandonaba ese juego. A Serrano lo echaron. Tenía el proyecto de un fascismo latino, Italia/España, para cuando la caída del fascismo germano. Para eso contaba Serrano Súñer con Eugenio Montes, quien, escapadizo y lírico, rehuía lo oficial y se refugiaba en Vía Marguetta, Roma. Foxá fue definido como un lujo del cuerpo diplomático. él, a sí mismo, se definía así: -Soy aristócrata, soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas. ¿Pues qué coños puedo ser?

Eugenio Montes

Murió pronto, pero es el que ha dejado más larga memoria. También su amigo Malaparte, de una enfermedad misteriosa contraída en Asia. Foxá, en Salamanca y Burgos, es el dandy cínico que se burla un poco de todos, escribe mejor que nadie y se permite condenar el fascismo, metafóricamente, en la crónica de una tribu prehistórica que ponía recios moldes a las cabezas para que todos los ciudadanos la tuviesen cuadrada, más o menos. Este artículo le valió ganar el “Mariano de Cavia”, pero nadie pensó que se refería a lo nuestro, sino que estaba hablando de Rusia. Inolvidable Foxá, renacentista inspirado en una dictadura cuartelera. Qué alivio eran sus artículos en los domingos de “Abc”. En una desastrosa gira poética de los poetas de la Falange por Hispanoamérica, a Foxá le tiraron un huevo contra la solapa del smoking. Foxá toma el huevo, lo huele y dice: -En Paraguay, por lo menos, los tiraban frescos. Se gana al auditorio. Es lo que José Antonio Marina, maestro, llamaría “elogio y refutación del ingenio”. A veces el ingenio te salva la vida.

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