PAULA BERBELL. La historia de la muerte accidental del que fuera alcalde de Majadahonda, Marcelino Sanz Calvo, afloró otra curiosa historia de la ciudad. La recordó Julián Hernández cuando proporcionó más datos sobre el paraje conocido como “El Villar”, en la zona donde se juntan el arroyo del Plantío y el río Guadarrama, y marca el lugar donde falleció Marcelino Sanz al volcar su tractor mientras trabajaba. «En esa zona también apareció un sarcófago visigodo, que no estoy seguro si lo encontró él mismo, con lo cual en esa zona debe de haber enterrados los restos de una ciudad o pueblo visigodo”. ¿Qué hay de cierto? Hace 14 años, la periodista Esther Sánchez del diario «El País» daba la noticia, que era la siguiente:
«Un sarcófago del siglo VI, usado de macetero en Majadahonda. La familia de un ex alcalde guarda la pieza. Tras conocer el paradero de estos objetos, el grupo municipal socialista reclama ahora al alcalde la recuperación de las piezas arqueológicas para que formen parte del patrimonio del pueblo majariego. Además, Antonio Morales, portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Majadahonda, propone que se realice un estudio del lugar donde se hallaron los vestigios arqueológicos para comprobar si existen otros restos. El sarcófago apareció cuando Julio Labrandero araba junto a su hermano la tierra de la finca La Herrera. ‘El arado topó con algo muy duro’, relata Ángeles, una de sus hijas. Al sacar aquella gran piedra, descubrieron que era un sarcófago de granito de unos dos metros de longitud en el que, según lo que le contaron a ella, había restos de un adulto y un niño. Ángeles no sabe qué ocurrió con ellos, aunque imagina que les darían sepultura. ‘Quizá en la iglesia del pueblo’, sugiere». «Labrandero -que fue alcalde de Majadahonda en el tardofranquismo- decidió trasladar el sarcófago a su casa, y allí permaneció hasta que pasó a manos de sus herederos. Hoy, la pieza se utiliza como macetero en una finca familiar cercana al casco urbano. Sesenta años más tarde del primer hallazgo arqueológico, el profesor Manuel Gesteiro encontró en el mismo lugar, en el camino de El Villar, una rueda de molino cuando paseaba con unos amigos. La pieza estaba rota y tuvieron que reconstruirla por completo».
Así es. De tontos sería pensar que no hay muchas cosas más ahí enterradas. Sería precioso que se mostrase un poco de interés por la historia de nuestro pueblo y nuestra comarca.