Narciso «Churchill» y el joven alcalde Alvarez

JOSE MARIA ROJAS. No he visto el último pleno del Ayuntamiento de Majadahonda correspondiente al pasado viernes 15 de mayo de 2020, pero algo me han comentado y leo Twitter. En primer lugar quiero aclarar que respeto el derecho del concejal Angel Alonso (PP) a expresar su opinión, como espero que él respete el mío. Más allá de eso me da igual la opinión de Angel Alonso, el cual más que un concejal parece un personaje característico de una película de Martin Scorsese y que, después de su paso tenebroso por Las Rozas, está empeñado en destrozar el futuro del PP de Majadahonda, ellos sabrán. Pienso que el lío del pleno no es otra cosa que la tradicional cortina de humo para disimular la incompetencia del equipo municipal en esta crisis del COVID-19: con dejaciones significativas de funciones, propuestas hilarantes (como el asfaltado para reactivar la economía majariega) y donde el alcalde (señor Álvarez) se ha convertido en una parodia del Presidente del Gobierno, asumiendo el rol de “traje vacío” que acuñó en su momento el gran Girauta.


José María Rojas

Por supuesto que he descalificado muchas acciones de ese equipo de gobierno y es mi derecho constitucional de libertad de expresión, pero acusar por ello de deslealtad al Grupo Municipal de Cs (GM Cs) no tiene ningún sentido y es una mera argucia demagógica de tierra quemada por parte de Angel Alonso. Como expliqué antes, no ocupo ningún cargo orgánico, ni institucional de ningún nivel dentro de Cs y no participo ni asesoro, en ninguna de las decisiones ni estrategias del GM Cs. No me importan las críticas por mis opiniones en Twitter, no soy ingenuo, sé cómo son las redes sociales (RRSS) y las acepto; tampoco me afectan las de Angel Alonso (tengo las espaldas muy anchas), pero el uso torticero que se ha hecho de ello para justificar la falta de comunicación con el principal partido de la oposición municipal, me parece muy lamentable e indigno de cualquier político.

Luego hay un aspecto que tiene que ver con la calidad y ética democrática: el poder, en este caso municipal, no puede centrar sus ataques contra un ciudadano, sea quien sea, por el mero hecho de las críticas y descalificaciones sufridas. El concepto de “chivo expiatorio” se ha usado por todos los enemigos de la libertad y la democracia liberal, pues como decía Karl Popper “sin crítica no existe democracia”. En Twitter me he sentido más solo que el general Custer en Little Bighorn, respondí a varios de los habituales, con los que pese a la dureza con que nos crujimos dialécticamente les tengo sincero respeto, pero no contesté a todos pues la lista era larga y tenía mucho teletrabajo. Lo único que eché de menos fue alguna presencia amiga, yo nunca lo hubiera hecho a la inversa, pero ellos sabrán. Y como dice mi amigo Jordi Cañas, “hay que hacer lo correcto, sin esperar que los demás lo hagan”.

Una última aclaración. La virulencia de mis ataques al actual Equipo de Gobierno contrastan con lo que ocurría frente al Gobierno del anterior alcalde, también del PP. La razón es doble. Primero, en este año, la gestión del alcalde Álvarez casi convierte en un nuevo “Churchill” el recuerdo de Narciso de Foxá por mera comparación directa. Y no por méritos del anterior, sino por el absoluto desastre despótico del actual alcalde. Segundo, mis descalificaciones en las RRSS frente al entonces candidato Álvarez las inicié en las pasadas elecciones municipales como respuesta a la campaña destructiva contra la candidata de Cs (Ana Elliot, que ya fue concejal por Cs en Majadahonda de 2015 a 2019) por residir en una urbanización de la banda límite Boadilla-Majadahonda, peregrino argumento que parecería asumir las críticas de los independentistas catalanes contra Cayetana Álvarez de Toledo en su candidatura por Barcelona: una absoluta aberración, pues no vale todo en campaña. Dado el buenismo tradicional (casi lanar) de mi partido, se tardó en reaccionar oficialmente y sólo un día antes del final de campaña se aclaró la situación en este periódico, pero el daño ya estaba causado. En aquel entonces el candidato Álvarez me bloqueó en Twitter, aunque luego cambió (o le aconsejaron) de opinión.

Finalmente, aunque he criticado aspectos puntuales de las decisiones de Vox en el Ayuntamiento y pese a la distancia ideológica que nos separa, ellos se han portado caballerosamente conmigo, algo que he apreciado. Tal vez la explicación es que los ediles de Vox todavía no están contaminados por los peores tics de la vieja política y mantienen una sincera normalidad en el comportamiento con sus convecinos. En mis mensajes de Twitter sólo he pretendido poner al equipo municipal del PP frente al espejo de «su realidad» y la responsabilidad que temporalmente han asumido, es decir, como diría Martin Heidegger: «ser uno en el mundo» (el «dasein» en alemán), en este caso «en su particular mundo de elecciones», como la novela de Goethe.

Majadahonda Magazin